Cap. 37

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· Camila ·
———

—Podrías decir a CUM que necesitas que arreglen tu ordenador
con más frecuencia? ―Dinah crujió su cuello, siguiendo al guapo, y muy joven, chico de informática mientras salía de mi oficina hacia el ascensor.

Abrí mi ordenador, inicié sesión y comprobé que todos mis documentos estaban intactos. Solo estaban actualizando mi programa antivirus, pero la última vez que le dejé mi portátil a uno de mantenimiento, una semana entera de investigación desapareció. Pulsé en la carpeta de los Steel y saqué mi itinerario
para mañana.

―¿Segura que no te importa hacer esto?

―¿Estás loca? No puedo esperar. ―El teléfono de Dinah sonó. Lo miró, sonrió y lo giró para que lo viera. La pantalla mostraba una imagen de dibujos de un correcaminos.

Bajé las estadísticas de juego de la última semana de la base de datos de la compañía mientras ella contestaba.

―Devin, cariño. ¿Puedes hacerme un favor?

Medio escuché un lado de la conversación mientras Dinah le pedía a su vecino que le diera de comer a su pez.

―¿La comida? Sí. Está en mi habitación. En la mesa pequeña del extremo, al lado de la cama. ―Hubo una pausa y después―. Eso sería genial. ¿Qué tal si te hago algo de cena cuando llegue para agradecerte?

Sonreía como el gato Cheshire cuando colgó.

―¿Qué estás tramando?

―Nada. Solo siendo una vecina amable y pidiéndole a Devin que dé de comer a mi pez.

―¿Y guardas la comida para tus peces en el cajón de tu habitación?

Se encogió de hombros.

―Esto es Manhattan. El almacenamiento es un lujo.

Entrecerré los ojos hacia mi amiga demasiado contenta.

―¿Qué más hay en el cajón?

Se levantó.

―¿Por qué, qué quieres decir?

―¿Acabas de dirigir al porrero a tu cajón, que contiene un vibrador y comida de pez?

―¡No!

Mi rostro decía que no la creía.

―No tiene un vibrador. Lo puse en el cajón de mi ropa interior.

Caminó a la puerta de mi oficina.

―Tiene lencería negra, esposas de pelo, condones y una loción con sabor. ¿Nos vamos a las diez mañana?

―Sí. ¿Eh, Dinah?

―Mmmm.

―Gracias por hacer esto.


****


Casi no dormí anoche. El pensamiento de ir a los vestuarios de los Steel mañana y fingir que todo estaba bien me hacía querer vomitar.

No estaba segura de lo que pasaría después de correr fuera de Regency hacía cuatro días, pero ciertamente no es lo que pasó. Nada. Nada pasó. Nunca fui el tipo de chica que quería que fueran detrás de ella, pero algún tipo de contacto me habría hecho sentir mejor. Me hacía preguntarme si Lauren había vuelto a su suite y
había continuado con su vida.

Pero después vi una fotografía de ella yendo a su práctica el otro día. Sus ojos estaban oscuros y hundidos, su cabeza caída en derrota. Contra mi mejor juicio, puse la fotografía en mi ordenador. Se veía como si sólo hubiese perdido el Super Bowl. Tenía que luchar con todas mis fuerzas para no llamarle cada vez que la
veía. Y aparentemente me gustaba auto infligirme dolor, porque había hecho un hábito mirar la fotografía constantemente durante los últimos días.

Una parte de mí se sentía culpable por alejarme después de que enterrara a una mujer por la que se preocupaba profundamente. Habían pasado dos años desde que mi padre murió, y la agonía de la pérdida estaba todavía fresca algunos días. Pero después recordé que Lauren no estaba solo. Tenía a Willow para consolarle. Necesitaba forzarme a recordarlo cada vez que tenía la urgencia de llamarle. ¿Y qué si le llamaba y ella respondía el teléfono?

―¿Estás preparada, Thelma? ―Dinah asomó su cabeza en mi oficina.

―Por supuesto, Louise.

El viaje a Maryland era de cinco horas, aunque pasó más rápido de lo que había esperado. Dinah era una increíble compañía. No solo nos abasteció con cosas esenciales para viajes por carretera, Pringles, mezclas de frutos secos, y Cheez-Its, sino que de alguna manera se las arregló para sacar a Lauren Jauregui de mi mente, al menos durante las pocas horas de nuestro viaje.

Nuestro hotel estaba cerca del estadio. La oficina de viajes corporativa había reservado un bloque de habitaciones sabiendo que la ciudad iba a ser una casa de locos durante los días anteriores a los primeros juegos de playoffs. Quería alojarme en cualquier sitio donde los Steel no estuvieran, pero la ciudad estaba totalmente
reservada. Mientras nos acercamos al estadio, Dinah abordó el tema.

―Va a ser imposible evitarle. Exploré las tiendas de helados más cercanas.

Hay una Baskin Robbins a una cuadra hacia el este y un Scoops más o menos a cuatro cuadras hacia el oeste.

―Gracias. ―Reí.

―¿Puedo preguntarte algo?

―Por supuesto.

―Tienes que prometerme que no te enfadarás conmigo.

No me gustaba como sonaba eso.

―Está bien…

―¿Creíste a Lauren cuando te dijo que no te había engañado, pero no crees que haya superado a Willow?

No tenía sentido, pero por alguna razón, eso era lo que creía.

Le Balleur - Camren G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora