Brillaba en la oscuridad delante de él, una luz dorada que atravesaba la nieve. Sergio camino hacía su casa.
Ese año no había habido tormenta, pero hacía más frío que el anterior. Mucho más. Las estrellas brillaban en el cielo.
Habían pensado ir a la cabaña, pero, al final, habían decidido quedarse en casa para la navidad.
Su madre se estaba haciendo un poco mayor, aunque ella nunca iba a admitirlo. Además, no sabía como iba a llevar al poni hasta allí, sin que Mick se diera cuenta.
Charles y él habían leido la carta juntos.
Mick y Charles se habían mudado de Arizona a principios de año y, por insistencia de él, se habían buscado su propia casa. Sergio lo había cortejado con todo el fervor de un adolescente. Le había llevado flores, lo había invitado a cenar y se había enamorado perdidamente de Charles.
Había pensado que al casarse se tranquilizarían un poco, pero, a decir verdad, estaba aun más enamorado. Estar cerca de Charles lo hacía sentirse embriagado, mareado por el néctar de la vida.
—"Querido Santa Claus"—Comenzó a leer al lado de Charles—"¿Qué tal esta ustedes? ¿Qué tal esta todo por el Polo Norte? ¿Estan bien los renos y los elfos? Este año he sido muy bueno. Me gustaría que me trajera un poni o un cachorro. Los Sargeant tienen unos cachorros negros de labrador, por si no sabe en donde encontrarlos"
Charles se apretó contra él. —¿Estas llorando? —Quiere cosas normales Checo—Suspiro aliviado—Pues claro que estoy llorando.
(Pues como no va a llorar, pinche chamaco pedía un papá, ahora ya no esta tan dificil el pedo, pero que papasote le consigui el charlie)
La verdad era que últimamente lloraba por todo. Lloro cuando vio a la madre de Sergio haciendo tamales, lloró cuando fueron a comprar la cuna. Y lloró la noche que Sergio le dijo que si era un niño lo llamarían Oscar.
—Soy muy feliz—Le dijo cuando Sergio se preocupo por las lágrimas—Soy, muy muy feliz.
Sergio pensó que era una manera muy peculiar de demostrarlo, pero estaba empezando a descubrir que Charles era aun más profundo y misterioso de lo que pensaba. Paso una mano por el abultado vientre de su amado Charles.
—"Posdata"—Siguio leyendó Sergio—"Gracias por traerme un papá el año pasado. Mi papá, es el mejor papá del mundo. Es justo lo que mi tío mami y yo necesitabamos"
Ahora fue el, el que sintio un bulto en la garganta. Cada día había aprendido algo nuevo desde que formaba parte de ese triángulo de amor. Pero lo más importante que había aprendido era que un héroe no era el que se lanzaba a edificios ardiendo; en esas situaciones, él no tenía elección.
Ser un héroe significaba tener el valor para decir que sí a la increible aventura del amor. Ser un héroe significaba levantarse temprano para ir a atarle los patines a Mick e irse a jugar hockey con él. Significaba ponerle un trapo húmedo a Charles por que no le habían sentado muy bien las ostras que había tenido que ir a buscar a más de cincuenta kilómetros.
El poni negro con un lazo rojo al cuello, relinchó detrás de él mientrás caminaba por la nieve hacia su casa.
—Ya, ya—Dijo Sergio—Lo sé, ser un héroe significa ser mayor y creer en Santa Claus.
Bueno, si no era en Santa Claus exactamente, pero sí en el espiritu de la Navidad.
Un espiritu de generosidad, un espiritu que hacía a un hombre más grande de lo que el pensaba que podía ser. Era el único espirítu que podía cambiar el mundo, el espirítu del amor.
El amor que, ahora, estaba dentro de su hogar, en su pequeño tigre, en su amado chico de ojos verdes, y en su amado bebé que se encontraba calentito en la barriga de su mami. Todo aquello era.
Un amor por Navidad
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Que dijieron, esta perra mala nos dejo así, pues ganas no me faltaron, pero se les ama demasiado y es chiquito pero meloso como me gusta.
Con un charles todo chiquito todo panzon, un mick pidiendo cosas normales y un checo vaquero papa hoooooot.
Le mando un beso y la más redi para terminar la versión chestappen.
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