Capítulo 3: Atando cabos

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La siguiente semana fue una de las más ocupadas de mi vida. Primero tuve que buscar un departamento —extrañaba a mi familia pero no quería perder mi independencia—, y finalmente encontré uno cerca de DamelDesign, que es para lo que había venido a Nueva York. Después, entre amueblar el departamento, el papeleo y las juntas del despacho, los días se me pasaban muy rápido.

Ni siquiera había tenido tiempo de visitar a mis hermanos después del día de mi llegada, así que se me había ocurrido que el martes era un buen día para visitarlos, aunque esperaba que no estuvieran muy ocupados.

Compré unos pastelillos en una panadería cercana y llegue a casa de mis padres. Sonaba tan extraño no decir "mi casa".

Bajé del auto y toqué a la puerta. Al tercer toque empecé a pensar que no había nadie en casa, pero finalmente Rydel me abrió la puerta.

—¡Hey Ross! Hasta que te dejas ver—dijo Rydel invitándome a entrar.

—Bueno, he estado ocupado y por eso no los había visitado, pero aquí estoy. Traje pastelillos—comenté.

Entramos a la sala y me encontré con Riker, su novia, y una niña.

—Hey, hola Ross—Riker saludó nervioso—creo que no los había presentado formalmente, pero... Ross, ella es Amy, mi novia. Amy, él es Ross, mi hermano el de San Francisco, ¿recuerdas?

Amy era una chica castaña de ojos grandes color miel y tez blanca. Era guapa.

—Mucho gusto, Amy—le extendí la mano.

—Igualmente Ross—dijo ella con una sonrisa.

—Ah, y la pequeña es Louise—comentó Riker señalando a la niña.

—Hola Louise—dije arrodillándome junto al sillón donde la niña estaba sentada—¿te gustan los pastelillos?

—mmm... sí—dijo un poco tímida—. Bueno, si son de chocolate, sí.

—¡Claro! ¿De qué más podrían ser los pastelillos si no son de chocolate? —reí.

Louise sonrió; yo le extendí un pastelillo y ella lo aceptó gustosa. Era una niña muy bonita, rubia y de mejillas sonrosadas.

—Ah, ya veo por qué se me hace tan familiar—dije.

—¿Ah sí? —preguntó Rydel.

—¡Sí! Ella fue la niña de las flores, ¿no? En la boda de Rocky y Maia—contesté.

—¡Ah! —Rydel chasqueó los dedos—sí, es verdad. Olvidé eso. ¡Oh, rayos! —hizo un gesto de pesar—también olvidé comprar, eso que... ¿te acuerdas Riker?

—¡Oh, sí, claro! Traer eso, el vino, para la hora de la cena. Recuerda que Rocky y Maia vendrán a cenar—agregó Riker.

—Es verdad, es verdad. ¿Me llevas a comprarlo Ross? Aún no tengo coche—dijo Rydel mientras me conducía a la salida.

—Pues, sí, yo te llevo. ¡Hasta luego Amy, hasta luego Louise! —grité casi llegando a la puerta.

—Hasta pronto Ross—dijo Amy sonriendo.

Rydel y yo subimos al auto y nos dirigimos al mall más cercano para comprar el vino. Pagamos y nos dirigimos a casa de nuevo.

—De verdad, nunca me hubiera imaginado que Riker saliera con una mujer que ya tuviera hijos—comenté.

—Bueno, la vida siempre da sorpresas. Oye, ¿y si mañana vamos a esa heladería con sabores extraños a la que mama y papa nos llevaban de pequeños? —chilló Rydel emocionada.

—Sí, me parece buena idea. Déjame ver los pendientes de la oficina y yo te confirmó mañana, ¿vale?

—¡Vale! —dijo ella, feliz.

Al llegar a casa, Riker estaba limpiando el comedor. Amy y Louise ya se habían ido.

*

—¿Señor Lynch? —dijo Susan abriendo la puerta suavemente—su hermana se encuentra en recepción esperándolo.

—Sí, dile que nada más envío este e-mail y voy con ella—contesté. —Y Susan, por favor, no me llames señor Lynch.

—Lo siento, señor... es decir, Ross—dijo ella riendo.

Terminé de hacer lo que estaba haciendo, tomé las llaves del auto y salí de la oficina.

—Por un momento creí que se te había olvidado—dijo Rydel al verme entrar en la recepción.

—Claro que no; por algo te llamé para confirmar en la mañana, ¿no? —contesté riendo y abrazándola.

Nos dirigimos al estacionamiento, a mi auto, y luego a la heladería. En el camino Rydel me contaba sobre sus clases, sus materias; la próxima primavera ya iba a graduarse. Yo le conté un poco sobre San Francisco, aunque realmente no había mucho que contar.

Llegamos a la heladería e íbamos discutiendo sobre cuál sabor de helado era mejor. Abrí la puerta para ella, y apenas entró se quedó congelada. Dirigí mi vista a donde Rydel estaba mirando, y entonces la vi.

—¿Laura?

Cicloide (fanfic Raura)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora