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—¿Por qué?— preguntó Chenle, con los puños apretados, como sinónimo de su molestia. —, ni siquiera he terminado la universidad. ¿Por qué quieres que me case con Minjeong?

—Es una buena chica— le respondió su madre, parecía que estaba hablando del clima. —Ella es inteligente, tiene las mejores notas de tu clase y es carismática. Su familia mantiene buena posición económica; no por nada, su padre es el director de un banco. Y ni siquiera puedes quejarte de que es fea, porque cumple con todos los estándares de la belleza, de hoy en día. Además, se conocen desde la guardería.

—No niego que Minjeong es bonita— Chenle le dio la razón a la mujer. —, pero para serte sincero, no me gusta— el chico dio vueltas por su habitación, mientras hablaba con su madre. Desde su punto de vista, ella había perdido la razón. —En realidad no me gusta nadie. No estoy preparado para casarme.

—¿Por qué no te gusta?— ella no podía entenderlo: no había hombre en este mundo que no pudiera enamorarse de Kim Minjeong. —Ella, fácilmente, puede ser catalogada como la mujer perfecta. Estás siendo irracional Chenle, si me das una buena razón para que no quieras casarte, lo reconsideraré. Pero es el tipo de oportunidad que no encuentras dos veces en la vida.

—No me gusta y ya. ¿No puedes conformarte con eso?— el joven de cabello rubio, y varias pulgadas más alto que su madre, cortó la conversación. —Por favor, no insistas. No quiero casarme.

—Puede llegar a gustarte— Victoria no era una mujer que se rindiera fácil. Cuando algo se le metía en la cabeza no descansaba hasta lograrlo; además, con la baja de las acciones de su esposo, en la empresa familiar: un matrimonio como ese no perjudicaría a nadie. No fue ella quien lo propuso, fue su amiga y madre de Jisoo, quien tuvo la idea en primer lugar. Misma idea que brilló en la mente de Victoria como un arcoíris, ambos eran chicos hermosos y ya podía imaginarse a unos nietos preciosos.

Chenle amaba a su madre. Odiaba verla hacer pucheros cuando no estaba de acuerdo en alguna de sus ideas, y odiaba mucho más que la mujer inmadura como era, solía dejarle de hablar, por emberrincharse cuando algo no salía como quería.

Y era débil ante eso. Siempre quiso complacerla, para hacer que ella se sintiera orgullosa de él, pero casarse con Minjeong era algo que estaba fuera de sus límites.

—Tengo novia— dijo el joven. —, por eso no puedo casarme.

—Tonterías, ninguna chica será tan buena como Minjeong. Termina esa relación y cásate con ella, me lo agradecerás en el futuro.

—No puedo madre, de verdad que no. Pídeme lo que sea, menos eso.

—Pero no quiero nada más que eso— ella hizo un puchero tristón y se abrazó a sí misma.

Chenle pensó y meditó en qué decirle, con el fin de que desistiera de la idea pero nada se le venía a la cabeza; nada aparte de decir que tenía una enfermedad sexual y por eso no podía estar con ella; pero eso, le provocaría un infarto a la mujer. Descartó la idea en ese mismo momento.

Finalmente, después de pensar un rato llegó una conclusión y esperaba no arruinarlo de por vida.

—Está bien— le dijo con un tono de voz preocupado. —, voy a decirte la verdad y espero que no me odies por esto. Madre, no puedo casarme con Minjeong, porque soy gay— su madre abrió la boca por la sorpresa.

No podía creerlo, negó una y otra vez y después grito:

—¡Mientes!

¿A los cuántos besos dejamos de ser amigos? » jichen.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora