Usar ropa ha sido estar afuera sin uno mostrarse.
la mentira de la presencia
es la exageración, la acumulación del desgaste y la verdadera adaptación.
La humanidad tallada en un pedazo de nube,
hilos de plástico que nadie se come
ojalá fueran hilos de pasta
que son el sustento de la piel que la ropa arrastra,
arrastra el porvenir de una pisada,
la virtud es la pisada.
La ropa es la extensión del suelo, un territorio limpio con arrugas.
Un suelo vertical, no una espalda.
No sostiene la vida, solo la absorbe.
¿Adónde ha estado la ropa?
La piel de serpiente fue la primera prenda, esa prenda heredada en el jardín, ese embuste y ese final polvoriento que es la sequía, la ropa absorbiendo el polvo del trabajo, de los años secos y del porvenir de nuestra desilusión.
El mal del día no se lava. las palabras no son hilos, son piedras.
Así como la ropa repetir lo que otra persona dice es mi fin.
No te llevaste el oro
solo un remate de piel.
Los pensamientos
son heredados como la ropa
por eso cada cosa que piensas se convierte en un grano de polvo.
La ropa no se va con la muerte,
nada de los que te has puesto es para siempre
la ropa resiste el daño de los años.
La memoria está pegada a la tela. Ese cemento que nunca se seca.
La ropa captura los sueños por eso cuando pasas por la calle la gente que también ha soñado te sonríe, te sonríe porque ella ha sido la envoltura de tu memoria.
La ropa no es el desprendimiento del cuerpo.
intentamos tapar el ombligo
el tercer ojo
el conducto de la leche
y el ácido.
Tapar el ombligo
como los huecos
de las calles
acabadas por el desliz
de las cargas de la vida.
Eres el cultivo diario
el suelo que algunos se atreven a pisar.
Sigues llenando tu vacío con algodón
y no con carne
usa la ropa y vuela
o arma con tus costillas una escalera
que desafié la fatiga de tus ojos abiertos.
Jamás serás trasparente, tu río de sangre no te dejara.
Calzón, caldo del desgaste
trabado como la lengua
que no para de desear.
Pantallero, ladrón de miradas
pa que usas pantalón que divide tu tronco y tu aleta.
permaneces doblado y puesto en una bolsa de regalo para la eternidad.
La funda del celular no oculta el brillo del espectáculo.
En la fundación del mundo
te asustaste al ver pelos en tu piel
pensaste que eran lombrices que tu cuerpo escupía.
Vas por el tiempo como una hamaca
con sonrisa permanente y seca
sus arrugas,
esas olas que no se planchan, que parecen no tener dueño.