24. Primer día

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No estaba llevando muy bien lo de Frankie.

Nada bien.

Cuando llegamos al hotel, tanto Em como Andy quisieron distraerme, pero no lograron mucho, siempre llegábamos al silencio que ellas creían que era incómodo.

A mí me daba paz porque estaba bien, perdido en mis pensamientos, tumbado en la
cama y hablé con Andy sobre cómo me sentía y ella me contó todo lo que había hecho mientras me tocaba el pelo con mi cabeza apoyada en sus
piernas.

-Entonces, ¿te siguen gustando las pizzas con mucho queso?-Le pregunté burlón.

-Si, enano.

-Entendido quesito. -Le contesté levantando la mano haciendo un gesto de saludo militar.

Andy se rio y me senté en la mullida cama.

Emma entró y jugamos a juegos de cartas, pedimos
comida para que la trajeran a la habitación y cenamos viendo una de las pelis de Fast & Furious.

A los tres nos gustaban y veíamos la película como
si fuéramos niños de catorce años.

¿Quién ha dicho que se haya ido ese chico?

Cállate anda.

Emma y Andy se quedaron dormidas en la mitad de la segunda película y metí a cada una en su respectiva cama.

Suertuda.

Yo me metí en la cama y repasé el plan de dentro
de unos días:
Era realmente fácil, en comparación con lo que yo
había hecho en otras ocasiones.

Emma iría de guardaespaldas y yo iré a ver a Andy porque presentaba el nuevo modelo del mompon.

Mientras ella hacía la presentación, Emma iría a
vigilar las cámaras y me cubriría la espalda.

Mientras yo iré al despacho de mi padre y hablaría con él.

Había tres problemas:

Yo. No tenía manera de entrar allí.

Mi madre. Sabíamos que estaría en una reunión, lo malo es que no sabíamos cuánto tiempo estaría allí y si nos pillaría.

Y, por último, mi padre. Teníamos que convencerle
de que su esposa le traicionaría y sería incluso capaz de morir para que mi madre tuviese su software y
luego ir a por nosotras para conseguir el portátil.

La familia reunida, ¿quién lo diría?

Convencer a mi padre sería fácil, el caso es salir de allí sin morir y luego intentar tener una vida.

Di otra vuelta en la cama y me pasé las manos por la cara, esto me estaba matando, tenía que hacer un trabajo, un poco complicado, y más para mí sin
Frankie.

Me levanté y me fui al baño. Me miré al espejo con la luz que salía de la pantalla de bloqueo de mi móvil -desde que me dijo eso Andy, todos teníamos móvil- y estaba espantoso. Los pelos los tenía
enmarañados y algunos se me pegaban a la frente, estaba sudando.

Miré la hora.

5:30. No puedo dormir y no quería pensar.

Gimnasio.

Me puse unos pantalones de chándal, una camiseta ancha y mis guantes de boxeo.
Antes de bajar abajo, les escribí una nota a las chicas y me fui al gimnasio.

Estuve un rato dando golpes sin parar, y cuando notaba que me pesaban los brazos me iba a la cinta y corría sin parar hasta que mis piernas temblaban, y así todo el rato.

Estaba con mi música cuando alguien me tocó el hombro repetidas veces.

Me giré bruscamente y se retiró rápidamente de mí
porque pensaba que le iba a pegar.

- ¿Cuánto tiempo llevas aquí?-Me dijo seria.

- ¿Qué hora es?

-Las nueve menos veinte. -Me dijo mirando su móvil.

-Pues… Unas tres horas.

- ¡¿Qué?!

- ¿Es que ahora estás sorda quesito? -Le dije volviendo a pegarle al saco.

-Te estás machacando físicamente.

-Prefiero no machacarme psicológicamente. -Le dije
irónicamente.

- ¿Es por Frankie no?

Se me tensó el cuerpo.

Odio que me pueda leer la mente con esa facilidad.

Al ver que contestaba se acercó a mí un poco más y
en silencio me quitó los guantes de boxeo mientras
seguía con el cuerpo tenso, ya me empezaban a doler las piernas por el peso de mi propio cuerpo y el tiempo que llevaba corriendo y dando golpes al saco.

Andy me quitó una lágrima que corría bajo mi mejilla y me miró en silencio con ese brillo tan peculiar que tenía.

Estaba frustrado porque no podía hacer nada para que mi tristeza disminuyera y también enfadado porque estaba sufriendo más por Frankie, que, por Andy, Margaret y Chriss juntos.

La miré a la cara y otras lágrimas asomaban por mis
ojos y aguantaba los sollozos que se agolpaban en mi garganta y me dificultaban respirar. Sin pensármelo dos veces me lancé hacia ella y la abracé lo más fuerte que pude y dejé que mis lágrimas salieran como cataratas.

-Me estás ahogando enano.-Me dijo con gracia.

Me aparté avergonzado y sorbí los mocos. Al ver que Andy no veía mi vergüenza y sonreía tristemente le dije burlón, aunque me salió una voz rota.

-Como en los viejos tiempos, aunque ahora aguantas menos.

-Cuando lo hacías eras así. -me dijo bajando su mano hasta la altura de su pecho. -Y ahora, eres así. -Y estiró su mano hasta llegar más arriba de su
cabeza.

Yo le sonreí triste y me quité mis lágrimas con el dorso de la mano.

-Vamos a salir que hoy todavía no nos han encontrado. -Me dio una sonrisa ladina y por mi cara me dijo. -Vamos, no seas amargado, la presentación es el sábado que viene, hoy es jueves.
Falta como una semana. Vengaaaaaa.

-Vale, pero nada de beber.

-No vamos a beber Tony.

- ¿Entonces? -Le pregunté dudoso por su respuesta.

-Vamos a ver una peli, jugar al basket y al voleibol y a emborracharnos, por supuesto.

-Eres de lo que no hay quesito.-Le dije poniéndole
una mano en el hombro y saliendo del gimnasio.

-Y, sobre todo, que tú te lo pases bien. -Me dijo parándose y mirándome. -Em y yo sabemos que lo estás pasando mal y que cuando yo desaparecí y Margaret y Chriss murieron, sólo lo tenías a él y ahora que no está, nos tienes a nosotras y queremos que no estés así ni te machaques.

-Vamos de fiesta quesito. -Le dije con dulzura.

Ella me sonrió y fuimos arriba a cambiarnos.

Nos vamos a emborrachar.

Vamos a cuidar de las dos que se van a emborrachar.

Ellas lo harán por ti, vamos a emborracharnos.

Está bien.

Nada es lo que parece Donde viven las historias. Descúbrelo ahora