chatper I

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Jimin de verdad había creído encontrar la paz y el perdón en su corazón. ¿Cómo no hacerlo, si cada día que pasaba a su lado Jungkook le daba más y más motivos para ello? Ya fuera preparando un hogar para ambos, actuando con su mejor comportamiento, cortando lazo con los omegas y betas que había salido antes, repitiendo en cada ocasión lo arrepentido que se encontraba y que viviría por siempre dispuesto a expiar sus pecados si con ello garantizaba su perdón.

Muchos omegas en su situación se habían visto en peores condiciones que él. Que vale, con una barriga de 8 meses y ninguna marca en el cuello, tampoco era la envidia de nadie, pero en su caso tenía a Jungkook preparando un hogar para ambos, con una habitación para bebé que sólo esperaba la llegada de su cachorro.

¿Era afortunado? Claro que lo era. Pero entonces, ¿por qué no terminaba de creerse así?

Con la presión de sus amigos y familia en la espalda porque Jungkook llevaba meses suficientes cumpliendo penitencia por sus errores y el cachorro estaba a semanas de nacer, Jimin eligió la siguiente luna llena como momento culminante para intercambiar mordidas con el alfa. Convertirlo en su alfa, justo como había soñado desde crío, pero proponerlo sólo le dejó frío, y en los días previos al encuentro, los nervios fueron subiendo hasta ser casi intolerables.

Sin un nido oficial porque Jimin se había negado a recibir uno de Jungkook y éste había abandonado su construcción para centrarse en acondicionar la casa en la que ahora vivirían juntos, la elección de un sitio privado en el cual pudieran llevar a cabo su ritual de intercambio de mordidas se vio reducida a las opciones que tenían en manos. Es decir, a la recámara principal que a partir de entonces sería de ambos, y a donde Jimin ingresó con recelo y sin terminar de sentirse a sus anchas.

Por consejo de Namjoon al ser el único otro alfa en el que podía depositar esa clase de confianza, Jungkook había acondicionado el cuarto con mantas y pieles suficientes para cubrir el piso, y también almohadones para que Jimin creara para ambos un nido provisional donde a partir de entonces dormirían.

Aquella solía ser una tarea conjunta, donde ambos visitaban distintos puestos del mercado para elegir entre los curtidores aquellas pieles que mejor se adaptaban a su sentido del tacto. Jimin en lo personal sentía una clara preferencia por pieles de pelo largo y mullido, y lo que encontró en su lugar no era del todo de su gusto. Además, Jungkook había incluido un par de colchonetas como base que estaban rellenas de plumas y servían como amortiguadores para el peso debajo de pieles, mantas y almohadones, pero también fueron una decepción cuando al caminar sus pies se hundieron y las encontró demasiado blandas.

El suyo era un nido provisional plagado de buenas intenciones pero con pésima ejecución, y Jimin se sintió desalentado de haberse tomado siquiera la molestia de presentarse cuando el alfa sólo actuaba buscando sus favores pero no le preguntaba cómo ganárselos.

—Mira esta piel, tan suave —dijo Jungkook al entrar después de él, cerrando despacio la puerta de la recámara y provocando en Jimin una sensación de asfixia.

El omega tocó la piel con desinterés. —Sí, muy suave —confirmó en voz baja. «Demasiado», agregó para sí.

—Traje, uhm, comida y bebida —señaló Jungkook sobre la mesa del rincón una canasta en la que seguro habría una interesante selección, pero a Jimin el estómago se le revolvió con inapetencia, casi asco.

Ahora que estaba en su último trimestre, sufría accesos de hambre incontrolable en la que a los tres bocados experimentaba acidez en el peor de los casos, y cuando no, un hipo doloroso que provocaba en su cachorro el deseo inquieto de patear sus costillas.

El embarazo no había sido benigno con él. Jimin suponía que era debido al estrés, y Taehyung se lo confirmó así al afirmar que sus problemas personales estaban haciendo de aquella etapa mágica en su vida, una verdadera pesadilla. No sólo tenía Jimin que lidiar con cambios bruscos de ánimo en los que a veces lloraba sin parar por las cosas más insignificantes y luego sentía una rabia inmensa bullir en sus venas, sino también sufría de pies hinchados, agruras, dolores de espalda, migrañas y una miríada más de síntomas que a ratos le mortificaban porque lo convertían en el peor inquilino para sus hyungs, que benditas fueran sus almas, no habían perdido ni una sola vez la paciencia con él.

Sólo quiero volver a casa [kookmin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora