Parte única

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El regalo del final

Todo había sido iniciativa de Eijiro.

Desde hace muchos años, Katsuki ya no sentía el mismo entusiasmo por las fiestas navideñas como, tal vez, lo pudo haber tenido cuando era un niño.

Las navidades con sus padres eran y siempre serán memorables para Katsuki.

Sus padres siempre se habían encargado de hacerlo pasar bien las fiestas. Lo llenaban de regalos y de cariño. A su manera.

Días antes de Nochebuena, su madre sacaba las cajas repletas de los brillantes adornos, entre los que se encontraban las vibrantes bombillas rojas y doradas, así como también grandes orquídeas artificiales y cenefas escarchadas que decorarían el árbol. Mitsuki lo sentaría a su lado y pasarían toda una tarde colocando los adornos sobre las artificiales ramas. Su madre hablaba y él escuchaba. Él jugaba y su madre se reía con él.

Cuando llegaba la noche, solo faltaba la cereza del pastel: la estrella. Para entonces, su padre ya había llegado a casa, y colocaba a Katsuki sobre sus hombros y le tendía la preciosa estrella dorada. Sobre su padre, Katsuki se sentía grande y capaz de lograr todo. Una sonrisa se formaba en sus labios cuando ponía la estrella en la cima del árbol.

Los tres se quedaban juntos admirando el árbol.

Ya el mismo día de Nochebuena, Katsuki caminaba hasta la cocina y se paraba en el pequeño banquito que sus padres le habían comprado. Se paraba al lado de su padre mientras este preparaba la cena. Katsuki siempre observaba y, cuando Masaru volteaba, aprovechaba para probar con su dedo el sabor del aderezo del pavo, o de la masa de las galletas que su padre estaba preparando.

Conforme fue creciendo, su padre lo fue involucrando mucho más en la cocina y, con diez años de edad, Katsuki ya podría hacer las galletas que tanto amaba Mitsuki por sí mismo. Se había vuelto costumbre prepararlas para ella en cada navidad.

La cena era tranquila y bonita, pero con el pasar del tiempo, el entusiasmo de las fiestas empezó a atenuarse. Se estaba volviendo aburrido y monótono. Además, sus padres empezaron a estar más ocupados por su trabajo. Tenía sentido, pues la navidad era el momento perfecto para compras de ropa. La cena familiar nunca faltó, pero no había tiempo para decorar ni reír juntos como antes. Katsuki no tenía ganas para eso tampoco. Entrenar y estudiar para entrar a la U.A. ya ocupaba suficiente de su tiempo.

Supuso que la magia se había desvanecido como también lo había hecho su infancia.

O eso creyó hasta que conoció a Eijiro.

Las navidades con él eran sencillas y cálidas, colmadas de viajes y paseos por las iluminadas calles de la ciudad o por los montañosos suelos en los que acampar.

En Japón, la navidad se consideraba una época especial para las parejas, por lo que, la mayoría de las veces, pasaban los veinticuatro de cada año los dos solos; por otro lado, los veinticinco, era para salir con sus amigos o visitar a sus padres.

No obstante, no fue hasta la convivencia que Katsuki notó lo mucho que le entusiasmaba dicha celebración a Eijiro. Su pelirrojo adoraba adornar su hogar y comprar regalos con anterioridad. Se encargaba de asegurarse que todos sus amigos recibieran por lo menos uno. Siempre dejaba a Katsuki para el último. Es el más especial, decía él con su característica sonrisa radiante. Sin querer, aquello se había convertido en una tradición incluso desde el comienzo de su amistad, y Katsuki esperaba el inicio del veinticinco para recibir el nuevo presente que Eijiro había conseguido para él. Siempre era algo novedoso y significativo, más que cualquier otro presente caro que su madre le daba anualmente.

El regalo del final [kiribaku Omegaverse/Mpreg]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora