La cuestión del heredero

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Dos años después…

—Didiana, puedes servirnos por favor —pidió Candice como toda una señora—. Hemos trabajado desde la mañana y nos morimos de hambre, ¿no es así Alejandra?

—Así es querida —respondió la reina madre sonriendo.

En esos dos años que habían pasado, la relación entre Candice y la reina madre se había convertido en la de una mamá con su hija. Alejandra le daba consejos a la rubia y esta los aceptaba, esos  consejos eran desde como ser una mujer de sociedad, pero a la misma vez una jovencita algo alocada hasta como vestirse de una manera casual, elegante y discreta.

—Estoy muy emocionada y a la vez preocupada —comentó Alejandra agarrando su copa de vino—. La fundación va muy bien, hemos ayudado a muchas personas y el pueblo está muy contento con nuestra labor, se siente escuchados por la monarquía.

Eso también alegraba el corazón de Candy, ya que había puesto mucho esfuerzo en ayudar a la población inglesa menos favorecida. Desde el primer día en que Alejandra la llevó a su fundación, Candice sintió admiración ya que muchos ingleses querían hasta casi adorar a Alejandra de Dinamarca.

Y ¿cómo no? Si ella era una buena mujer, amable educada, risueña y solidaria.

—Pero —dijo la rubia sabiendo que había un pero en la conversación.

Alejandra sonrió ante la premeditación de Candice, ya veía que esa mujercita había aprendido cómo era ella en menos de dos años que sus sirvientes estando junto a ella toda su vida.

—Pero las habladurías de una posible guerra me asustan —explicó con severidad la reina madre—. No quiero que te aflijas querida, pero ya es casi una certeza que habrá una guerra, no solo en Europa, si no en todo el mundo, pero principalmente aquí.

—¡Por Dios! —Exclamó Candy asustada—. ¿Crees que los Estadounidenses van a sufrir también?

Candy estaba asustada, ya que en Estados Unidos vivían sus madres juntó sus hermanos en el hogar de pony. Gracias a la mesada que le tocaba mes a mes por parte del duque y con una gran ayuda por parte de Terry, la rubia pudo aportar dinero para mejorar el hogar de pony y que los niños tuvieran mejores condiciones de vida, que no les faltará la comida, ropa, estudios  y alguna distracción como juguetes nuevos o una salida a pasear.

—Me temo que sí —aseguró Alejandra—. Estados Unidos se esta convirtiendo en una potencia, pero no se sabe de qué lado esta, por el momento nuestros aliados son el imperio Ruso y Francia.

—¿Por qué? —Se preguntó la rubia.

Dos años en los cuales había estudiado mucha historia, no solo de gran Bretaña, si no te varios países de los diferentes continentes del mundo, se había dado cuenta que en todas las guerras se peleaba por algo, principalmente por tierra o una causa en común, pero las consecuencias de las guerras eran un mayores que las causas. Muertes, pobreza, hambre y tristeza era el resultado final de una guerra.

—Las guerras no deberían de existir, son totalmente inútil y solo causan más aflicción que un mejoramiento para el pueblo —habló con determinación la pecosa.

—Tienes razón —respondió la reina madre—. Lamentablemente hay hombres que creen que la verdadera hombría que el verdadero valor está en la fuerza y no en el razonamiento y el diálogo. Si entramos a una guerra de la magnitud como será esta creo que habrán muchas familias que perderán a un ser querido. —Alejandra hizo una pausa y decidió no seguir hablando de la guerra ya que la carita de Candice estaba cambiando y poco a poco empalideciendo seguramente de imaginar un escenario sangriento—. Pero como diría mi difunta suegra, su majestad la reina Victoria, la princesa de Gales no debería entrometerse en asuntos que no le competen.

—Yo no soy ninguna princesa de Gales —mencionó Candy con diversión tomando agua de su copa.

—Pero si eres una Marquesa y después serás una Duquesa y como tal debes de darle un heredero a tu marido —aseguró la reina madre haciendo que Candice casi se atragantara con el agua—. Terry y tú aún no consuman su matrimonio. ¿Verdad?

Había pasado dos largos años en los que los ex rebeldes del San Pablo se habían casado, matrimonio en el que había respeto, comunicación, tolerancia, igualdad, compresión, camaradería, incluso un poco de cariño, pero no amor.

—Querida, no he querido atormentarte con otra cosa a parte de la dichosa guerra esa —espetó Alejandra tomando la mano de la rubia entre las de ella—. Pero la corte y tu suegro han empezado a quejarse por falta de ese heredero.

—¿Por qué la corte y el padre de Terry tienen que meterse en esta cuestión? —Preguntó Candice enojándose un poco al saber que tantas personas estaban “quejándose” por la falta de un heredero.

—De la corte, pues porque son unos chismosos que necesitan meterse en los asuntos de los demás para acabar con el aburrimiento de sus vidas —contestó Alejandra sintiendo pena ya que desde que ella había puesto un pie en Gran Bretaña ellos nunca cambiaron su fama de chismosos e entrometidos—. Y de tu suegro me temo que la cuestión del heredero es un tema que no está en discusión.

Candy no entendía nada, si ella fuera la princesa de Gales y Terry fuera al príncipe heredero entendería que como tal ellos debía darle a la corona británica un heredero para que algún día reinará, pero no era el caso.

—Veras querida el heredero del ducado es Terrence, un día cuando Richard falte el se convertiría en duque y debe de tener un heredero para que el título nobiliario, las propiedades, las joyas y demás pasen a su hijo —explicó Alejandra.

—¿Cómo los reyes? Que tienen principes para que hereden sus reinos, ¿no es así? —Cuestionó Candy. Tenía miedo de hablar de esa cuestión ya que muchas veces miss Dardone le había insinuado de esa obligación y de tan solo imaginar que el único método para tener un hijo era por medio de que ella y Terry tuvieran intimidad su ser se acaloraba y sus piernas temblaban.

—Así es, el problema es que si ustedes no tienen un heredero, la odiosa de Beatriz pedirá a la cámara de Lores que se le quite el ducado a Terrence y pase un hijo suyo —explicó Alejandra mientras que Candy sentía algo parecido a la burla por la tal cámara de Lores y sus tontas ideas.

—Entonces, ¿si, Sigfrido se casa y tiene un hijo el será el heredero?

—Así es querida, pero no es Sigfrido el que me preocupa si no Sixburga. Como sabrás el siguiente movimiento de la duquesa es casar a sus hijos. En unas semanas más Sixburga contraerá nupcias con Lord Milford, un desagradable conde que heredó su título y su carácter agrio de su padre el conde Milford —dijo Alejandra y recordando lo pedante y ambicioso que era—. Milford quiere subir de su posición y que mejor que con la hija del duque de Grandchester.

—Por supuesto, tuve que haber pensando que la idea de la boda de Sixburga era porque a Beatriz le convienen —espetó Candy parándose caminando hasta el ventanal que daba la vista hacia el hermoso jardín que Terry había mandado a hacer—. Ella prefiere que el ducado le quede a alguien de su bando.

—Y al no tener un hijo, ustedes dos le están poniendo todo en bandeja de plata a la duquesa —concluyó Alejandra, también se paro para ir cerca de Candy—. Sé que traer hijos al mundo y criarlos suele ser bastante… complicado, pero créeme cuando te digo que es el mejor regalo que la vida te pueda dar.

—No lo sé. En estos años creo que Terry y yo nos hemos vuelto en los mejores amigos, y si… y si… él y yo —Candy hizo una pausa bastante larga ya que lo sabía como decir con las palabras correctas lo que había en su mente—. No sé cómo reaccionaría Terrence si yo le propongo en que tengamos un hijo.

Alejandra dio un respiro, estaba claro que ambos tenían miedo al rechazó del otro y por eso no se atrevían a aclarar lo que de verdad deseaban.

«Tanto daño se les hizo al obligarlos a amarse» pensó Alejandra con tristeza, sentía que debía de ayudarlos, pero, ¿cómo?

—Promete que lo pensarás —pidió la reina madre—. Y yo te prometo que te ayudaré en todo lo que necesites.

Candy puso su mano encima de la de Alejandra, la reina madre apretó la mano de la joven para hacerle entender que no estaba sola y siempre contaría con su apoyo.

Obligados a amarnos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora