Una historia más

Introducción

Los escritores son todos, poetas, bardos, profesores, historiadores, periodistas... O simplemente una persona más entre todas las del montón. Una historia bien comenzada es solamente una historia sin terminar, tal como hicieron muchos escritores con sus mejores obras las dejaron en un lugar apartado, en simples borradores, y pequeños dibujos que presentaban y mostraban los personajes tal y como eran, en esbozos con líneas cruzadas y trazos sucios y desastrosos donde las líneas eran forzadas a aparecer.

Querido lector, te invito a pasar un buen rato leyendo esto donde aparecerán las maravillosas aventuras de Mario, un joven normal viviendo su vida o quién sabe, la vida de otro jovencito.

Pero antes de todo me gustaría situarte en el mundo en el que vive nuestro protagonista. Un lugar lleno de vegetación y pequeñas casas, un pueblo destruido a la lejanía donde solo quedan ruinas de lo que en algún momento fue el lugar perfecto para vivir. La ciudad estaba más atrás de esas ruinas y estaba amurallada, no era fácil ni llegar ni entrar.

Esos lares por más tranquilos que parecieran estaban plagados de criaturas extrañas que ni los eruditos del lugar sabían que eran o de dónde venían.

Por más que mandasen a personas experimentadas y aventureras con experiencia, estas nunca volvían.

Los más mayores expresaban en relatos de forma escrita u oral las presencias que rondaban en la noche o el intento de calmar los nervios de los pueblerinos ante el peligro latente de poder desaparecer de la faz de ese mundo. Solamente una persona en el pueblo decidió marchar a la ciudad para avisar a altos mandos de lo que sucedía, él era un joven rubio de ojos azules, tan alto que hasta su propia sombra hacía temer a los demás, su nombre era Adrián, hijo de Adeila, Cassandra, Alfonso y Pedro.