Sangre.
Podía oler mucha sangre.
Sentía mucha sangre en sus manos, pero cuando las levantaba sólo se encontraba con agua y nada.
Pura agua.
Agua a su alrededor.
Un rio.
Imágenes borrosas.
Un lamento
Un grito.
Y despertó.
.
.
.
Santiago se despertó gritando sin saber realmente el porqué de eso, era la tercera vez en la semana que lo hacía y a decir verdad le estaba pagando factura de poco a poco, ya sea por las ojeras que traía y que parecía que en cualquier momento se le harían permanentes o por el hecho de estarse quedando dormido últimamente en el trabajo.
- ¿Lagrimas? – Dijo para sí, cuando se llevó una mano en el rostro y pudo darse cuenta de que este se encontraba húmedo por haber llorado entre sueños- Puta madre...-Gruñó ahora al darse cuenta de la hora que era, se le haría tarde para el trabajo y más al darse cuenta de que alguien tocaba con afán la puerta de su departamento- ¡Voy! –Gritó antes de ver para todos lados y ponerse un suéter para verse medio decente al momento que se las arreglaba para salir del desastre que era su cama y su pequeño cuarto rumbo a la puerta para poder abrirla- Buenos días –Saludo a la casera con una media sonrisa, sin embargo esta no parecía muy contenta.
- Es la tercera vez en la semana.
De inmediato a Santiago se le borró la sonrisa, la verdad no tenía motivos para enojarse o alterarse por ese reclamo, era de las pocas veces de que aquella mujer venía a reclamarle o pedirle algo. Ha decir verdad, desde que llegó a esos departamentos en su época de estudiahambre la mujer lo había tratado con mucho tacto y compresión. Lo cual, entonces, significaba una sola cosa.
Estaba haciendo demasiado escandalo con sus lamentos.
- Lo sé, perdón –Dijo apenado metiendo ambas manos a las bolsas de su sudadera y bajando la mirada- Ha sido una semana difícil...
- ¿Te cortó la novia? –Pregunto suspicaz la mujer.
- Ni siquiera tengo novia –Contesto el muchacho con burla.
- Entonces, ¿llorabas porque no tienes novia?
- ¿Hay gente que en realidad se lamenta tanto por eso? – Dijo burlón y algo curioso el muchacho.
- Te sorprendería –Reconoció la casera- ¿Es época de exámenes?
- Me gradué hace casi dos años –Dijo Santiago, recargándose en el marco de la puerta de la entrada de su hogar, era verdad, tal vez no era tan íntimo amigo de la mujer, pero esta la había visto cuando recién llego a esa zona de la ciudad, asustado como foráneo, lo había visto llorar por exámenes y regresar hasta alta horas de la noche por trabajos de la escuela. Tal vez lo hubiera visto con su toga de graduación si la pandemia no se hubiera atravesado- Estoy bien, Lupita.
- Esos llantos no son normales –Puntualizó la mujer llevándose ambas manos a la cintura- ¿Problemas en el trabajo?
- Yo creo –Es decir, tal vez, esa era la opción más lógica, todo el estrés lo sacaba de manera subconsciente sin darse cuenta a mitad de la noche parecía que se desahogaba. Tal vez, demasiado. Vio la hora en su celular- No quiero ser grosero, Lupita, pero se me hace tarde para el trabajo y...
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El llamado de los colibrís
TerrorSantiago de la Luna sólo quería vivir de la historia, nunca se imaginó que en eso vendría implícito el ser descendiente de una de las más grandes leyendas de México y tener que seguir con su legado.