¿Quien lo diría?

Bajo esta sombra

Bajo aquel árbol, cuya sombra cubría tanto, el sol en alto y el viento murmurando. Estaba yo, descansando, aún portaba la ceguera que cargaba, tan así era que no podía ver la belleza de aquel día, pero aquí bajo esta sombra tan acogedora logre ver un poco de paz, la calma me envolvía mientras que el viento soplaba y acallaba por unos segundos los pensamientos que envolvían a mi mente.

Tanta calma era pero hay un viejo dicho que dicta que antes de la calma está la tormenta pero nadie dictaba que la calma podía durar unos segundos antes de que una nueva tormenta viniera, y así paso, disfruté de aquella calma que esa gran sombra producida por ese árbol me llevara hacía una paz momentánea. Seguí y seguí ahí, hasta que al lado mio se presentaba un amigo más, el atardecer se presentaba y con el traía un regalo, ¿era aquel regalo para mí acaso? Le pregunte a él y me respondió con la más calmada voz que mis oídos pudieran escuchar, los colores son para todos los seres vivos pero hay que saber verlos para disfrutar del regalo.

Enfurecida quedé, porque una persona ciega como yo no podría disfrutar de algo como eso, pero él, tan sabio, al ver mi ira retenida con solo un gesto en mi rostro, me dedico unas palabras, tal vez no puedas verlo ahora, pero si podes sentirlo, el calor, el frío, el sol en tu rostro, la hierba en tus manos, podes oír el soplar del viento, el sonido del agua corriendo, el crujir de las ramas del árbol que murmura secretos, los pájaros cantando, mi regalo es para que sientas que a pesar de tener el alma oscurecida impiendote ver la belleza que te rodea, puedes sentirlas con tu toque.

Y en ese momento entendí y pude sentir un poco de aquel regalo que me dio, le agradecí y canté al son de aquellos sonidos que escuchaba, mi corazón se alivio y mi alma perdió un poco de aquel peso pero dime mi querido atardecer ¿la noche me permitiría un poco de paz, como aquella sombra que me cubría?.