En la sombra opaca de la vida de Do Seo-ri, la pérdida temprana de sus padres arrojó sombras de culpa sobre su corazón, culpando a su hermana menor, Do Do-hee, por la trágica muerte de sus progenitores.
Sin embargo, la oscura trama del destino da u...
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Mientras Do Seo-ri avanzaba por la calle enfurecida, intentando alejarse de la comisaría y de todo lo que acababa de suceder, notó que algo no estaba bien. Observó cómo una grúa retiraba su automóvil gris, el mismo que había estacionado frente a la entrada de una casa. No se había percatado. Los lamentos de la chica resonaban en el lugar al ver cómo su vehículo era llevado. ¿Cómo regresaría a casa ahora?
Jeong Gu-won, quien la había seguido con la intención de hablar, observó la escena sorprendido. Aunque quisiera hacer las paces con ella, su amabilidad no parecía ser bien recibida. Seo-ri, centrada en su propio enojo, no notó la presencia de Gu-won.
Dándose cuenta de que Seo-ri se dirigiría sola a casa, el joven de cabello azabache decidió seguirla para asegurarse de que llegara bien. Mientras caminaba detrás de ella, Seo-ri escuchaba los pasos pesados del joven detrás de ella, preocupándose por su propio bienestar.
Pensando que su atacante anterior la seguía de nuevo para finalizar lo que había comenzado, cada vez que pasaba por algún lugar, Seo-ri miraba a su alrededor para saber qué podría usar para protegerse.
El demonio, por otro lado, la seguía desde cerca, preocupado porque algo le ocurriera, especialmente en medio de la noche, donde no había muchos colectivos ni taxis confiables para llevarla a casa. Al darse cuenta de que ella estaba enfadada, pensó que lo mejor sería mantenerse alejado.
Cuando Do Seo-ri escuchó un paso más cercano, tomó un candelabro de la basura y se lo lanzó, comenzando a correr. Gu-won se quejó por el dolor del objeto lanzado, observando cómo la chica sabía defenderse bien. Para él, fue una muestra de la inteligencia de Seo-ri.
Mientras corría, Seo-ri continuaba preocupada por su seguridad, pensando que aquel que la seguía podría ser su atacante. Gu-won, por otro lado, solo quería asegurarse de que llegara a casa sin problemas, así que, aún con dolor en la cabeza por el impacto, siguió sus huellas.
Aunque Seo-ri corría por las oscuras calles de la ciudad, se dio cuenta de que los pasos detrás de ella no se detenían. La adrenalina fluía por sus venas, y su mente estaba en alerta constante. Cada rincón oscuro parecía una amenaza potencial, y Seo-ri buscaba desesperadamente un lugar seguro o una persona para gritar auxilio.
Gu-won, consciente del malentendido, decidió correr nuevamente hacia ella, ignorando el terror de la pelinegra.
— ¡Espera, Seo-ri! — gritó su nombre —. Soy Jeong Gu-won. Vine para asegurarme de que llegues a casa sana y salva — gritó, tratando de hacerse escuchar en la oscuridad de la noche.
