Cámara Nº6

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El suceso ha ocurrido a media tarde: Un hombre de mediana edad ha perdido la vida en el 32 de Filmore Street. Los equipos de emergencia desplazados al lugar de los hechos han tratado de reanimar al hombre que yacía en el suelo de la cocina; sin éxito.

Dean Silverman, que está de servicio, recibe el aviso mientras bebe un café con leche de avena. Es el segundo suicidio ocurrido en fechas navideñas, lo cuál, en Eastlake Mortuory tienen más que asumido. En base a los pretextos respaldados por la mundología de la que goza, Dean conoce diversas —y muy variopintas— razones por las que algunos deudores, jubilados y divorciados sucumben a las tentadoras garras del óbito, quizá impulsados por el encanto que éste supone.

La tarde es fresca, por lo que decide abrigarse con la cazadora tipo bómber. Telefonea a su gerente, el señor Jaspen Owen, al cual insta para preparar el papeleo correspondiente mientras él retira la furgoneta del garaje.

—La dirección es Filmore Street, 32 —le dice—. Llévate a Darrell, ¿quieres?

—¿El nuevo? ¿estás seguro?

—Quiero que aprenda —anuncia con cerrazón—. Puede que el chico ascienda a guardias nocturnas en tres meses, o al menos esa es mi intención. Si se amedrenta, házmelo saber; no quiero perder el tiempo con jóvenes susceptibles.

Dean asiente y cuelga la llamada. Encuentra al chico fuera, dando los últimos coletazos a un Camel y observando con pasmo la lista de servicios para mañana por la mañana: Un entierro en Glendale y otro en el noroeste de Windsong.

—Darrell, tenemos que irnos —anuncia—.

—Conduzco yo —responde—.

Poco después se hallaban en dirección a Filmore Street, a través de McDowell Road. La nevisca que se prolongaba desde el mediodía acumulaba diminutos copos de nieve sobre el parabrisas, pero Dean reconocía que no llegaría mucho más lejos que eso.

—¿Es tu primer suicidio?

—Exacto —afirma el joven—.

—¿Asustado?

—Acongojado, más bien —resuelve—. Quizá lo que me provoca inquietud es consecuencia del desconocimiento. Una vez visto el cadáver, es cuestión de soportarlo.

—Dudo mucho que se haya descompuesto —dico Dean a la vez que se enciende un cigarrillo Philip Morris—. Filmore Street es una calle frecuentada en exceso. Quizá el cadáver esté allí desde hace, a lo sumo, una semana.

—¿Cómo puedes estar tan seguro?

—Créeme chico; llevo más de treinta años en esto.

Filmore Street se halla cercada por una decena de policías. Furgones con las luces estroboscópicas destellean en cada uno de los extremos, con uno o dos policías montando guardia. Al ver el furgón fúnebre —rotulado con el nombre de Eastlake Mortuory—, el guardia les cede el paso. Darrell detiene el vehículo frente al 32, donde hay hasta tres policías en el jardín. Al apearse del vehículo, Dean se acerca a uno de ellos.

—Somos de Eastlake Mortuory. ¿Ha llegado el forense?

—Si —dice el policía de avezada experiencia. Porta la gorra de faena calada hasta las orejas y muestra una barba rasa—. Les espera para proceder con el levantamiento del cadáver.

Dean asiente.

—Mi compañero, Darrell, anotará la información de la víctima. Es su primera vez, así que échele un cable, ¿quiere? —el policía asiente y sonríe. Dean advierte una suerte de presunción en su rostro—. ¿Quién es el forense?

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⏰ Última actualización: Jan 07 ⏰

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