24. Detención

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Mientras veía a más personas cruzar las puertas principales, listos para irse a casa más lamentaba haber sido tan grosero con Harry. Incluso Zayn, quien intentó venir a detención conmigo se había ido ya.

Me despedí de él con la mano antes de perderlo de vista.

Zayn le manchó la camisa con pintura al profesor de arte antes de pintarse como payaso. No consiguió venir detención solo un show de comedia.

Subo mis pies a la silla contigua e intento relajarme.

Solo somos diez en detención el día de hoy.

Miro a las de primer año cuchichear entre ellas mientras de rato en rato me lanzan miradas curiosas.

Estaba encerrado por dos horas con un grupo de niñas de primer año. Me quería pegar un tiro.

—¿Qué? —pregunto violento al ver que siguen mirándome.

La niña gira su cuerpo hacía mí y me dedica una mirada autosuficiente. Sus cabellos cortos y rizados revolotean momentáneamente.

—Nada —responde—, solo hablábamos de ti.

Encarno una ceja.

Qué descarada.

—¿Ah, sí?

—¿Qué hiciste para terminar aquí? —pregunta— ¿Golpeaste a un niño en el patio de juegos? Tienes el tamaño de un mini pig.

La miro ofendido.

—¿Qué hiciste tú? —le pregunto— ¿Le robaste la peluca a Frodo o qué?

La niña me mira confundida.

—¿Quién es Frodo? —pregunta.

—¿En qué clase de mundo vives? ¿Cómo rayos te están educando tus padres? —pregunto indignado.

La niña se acerca a mí, con sus rizos cortos rebotando sobre su cabeza. Opto por ignorarla, concentrándome en las líneas sobre la carpeta.

—No se supone que yo deba saber esa clase de cosas, tú estás viejo y esas son cosas para viejos como tú.

—Oh, por Dios... ve a chupar un biberón —le digo, exhausto.

—Y tú ve a golpear a alguien con tu bastón, anciano —me dice con su voz chillona.

Le clavo una mirada asesina a la niñita.

—¿Qué tal si te golpeo a ti con mi bastón? —le gruño.

—Cuidado te tropiezas con tu andador...

—¿Qué tal si vas y te metes un...?

—Tomlinson, se supone que debe hacer silencio —dice Harry entrando a la sala—. Deje de pelear con las niñas de primero, ya está grande para eso.

—¿Ya ves? Hasta el príncipe azul sabe que estás viejo —dice sacándome la lengua.

Solo las niñas de doce años pueden salvarse cuando dicen idioteces de ese tipo. Alguien de mi grado dice eso y llaman a mis padres a decirles que soy desubicado.

Sus amiguitas sueltan risitas tontas mientras vuelven a su cuchicheo.

—Profesor Styles, la niña está hostigándome, además de estar sacándome la lengua —me quejo señalando a la niña.

—No la vi —dice él encogiéndose de hombros.

—Es el Alzheimer —murmura la niña—, está delirando.

—El Alzheimer degenera tu memoria, no te hace alucinar cosas —la corrijo.

—Ay, mejor ve a ser el abuelo de alguien —dice.

—Es por eso que las inyecciones anticonceptivas son mejores que los condones —digo, los condones se rompen y salen abortos parlantes como tú, Frodo.

—Qué no sé quién es Frodo —dice—, nadie conoce las series televisivas de mil novecientos diez...

La miro intentando comprender de donde sale tanta estupidez. La mocosa me enoja.

Quiero golpearla en la cabeza hasta dejarla inconsciente en el suelo con un charco de sangre a su alrededor.

Siento mi ojo temblar.

—Tranquilo, ya te van a salir más arrugas de las que ya tienes...

Estallo de rabia y quiero irme contra ella. Me muerdo la lengua intentando no soltar alguna palabra fuerte.

Harry se para a mi lado, poniendo una de sus manos en mi hombro.

—¡Señor Tomlinson, cálmese! —me regaña en medio de una risa.

Es inevitable reírse, lo sé, debo verme tan tonto peleando con una niña. Corrección, soy una tonto por pelear con una niña.

Pero es que es la niña más irritable del mundo.

Le gruño a la mocosa e intento morderla cuando acerca sus manos a mi cara.

—Cuidado se te cae la prótesis de dientes.

Harry se ríe a mis espaldas aun alejándome de la niña.

—Tome sus cosas y vaya a mi oficina, su castigo lo terminará allá —dice soltándome—, sola.

Tomo mi bolso violentamente y salgo de la sala de detención.

Arrastro mis pies por los pasillos hasta llegar a la zona de cubículos. Me encierro en el de Harry y me siento en su escritorio de mala gana.

Reviso uno de sus libros del estante, despreocupadamente, solo para matar el tiempo. Encuentro en su primer cajón una caja de galletas, al ver que ya ha sido abierta saco un par y me dispongo a comerlas.

Me desparramo un poco sobre el asiento y subo mis pies al escritorio.

La lectura sobre estadísticas no podría estar menos interesante.

La puerta de la oficina se abre y entra Harry.

Le miro mal.

Él reprime una sonrisa.

—Te has reído de lo que la niñita me ha dicho —le digo ofendido.

—Fue gracioso —repone.

—No lo fue —digo—, me dijo anciano y no sabía quién era Frodo...

Sonrío con algo de humor.

—Me llamó príncipe azul, es suficiente como para perdonarla —dice encogiéndose de hombros.

—Engreído —gruño.

Harry se acerca a mí y me arrebata a caja de galletas.

—Te comes mis reservas... —señala decepcionado.

—No me importa —digo—, después de lo de hace rato, me lo debes.

Harry me besa la frente.

Eso me gustó.

Cierro los ojos y siento sus labios presionarse contra mi mejilla. Sus labios siguen el recorrido hacia mi boca y yo me separo.

—No es buena idea —susurro—, no aquí.

Él se separa y me sonríe, comprensivo. Pero todo lo que puedo hacer es recordar una y otra vez la foto y el mensaje.

Alejarlo de mí suena como lo mejor que podría hacer, pero no quiero hacerlo.

¡Profe, No Borre El Pizarrón!  L.S.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora