1. La cabaña en el acantilado.

198 17 43
                                    

El sol no podía verse gracias a las nubes. Era de tarde, esa hora a la que la gente comienza a volver de sus trabajos al hogar. No había modo de estar seguro de si era o no esa hora gracias al tono entre blanquecino y grisáceo del cielo, podías estar seguro de que era hora de ir a casa solo por la costumbre que tu cuerpo ya tenía. Solo lo sabías por rutina.

La atmosfera era sombría, un día en el que podría pasar cualquier desgracia y a nadie le sorprendería. El aire es fresco y a veces una fría brisa movía tu cabello levemente. Estabas reuniendo madera que recientemente habías terminado de trozar. Todo el paisaje, verde y natural se veía opaco gracias al día nublado. Todo se ve descolorido gracias a que no hay ni un solo rayo de sol. El bosque está lleno de neblina, lo cual le da cierto tono espeluznante, para ti, nuestro protagonista, no parecía producir nada. Ninguna emoción. La costumbre y la familiaridad que ya tenías con el bosque solo te hacía sentir indiferencia ante lo que podía ofrecer.

Tomaste tu hacha y comenzaste a avanzar camino abajo. Había sido un día atareado de mover madera de aquí para allá. Un día largo de reunir leña para pasar las noches que ya estaban empezando a ser más frías. Viene el invierno y por lo que podías sentir en la humedad del aire, sería uno bastante frío.

Joven, orgulloso, leñador, artista de la madera. Trabajar como leñador era algo que requería fuerza ¿Fuerza? De eso tenías de sobra. Si bien el trabajo de tirar arboles y trozarlos era tosco, bruto, te destacabas por verle un lado más suave, sencillo al mismo. El tallado de madera. Figuras de osos, cabras, ovejas, peces, dragones... Lo que cualquiera pedía, podías hacer.

Tenías diecinueve (Casi veinte) años y ya podías decir orgullosamente que tenías tu propia cabaña cerca de un acantilado. Te había gustado la vista hacía el océano con las enormes formaciones rocosas que se levantaban en el mismo y por supuesto, los árboles que crecían sobre las mismas.

La isla en la que vivías era solitaria, nunca te encontrabas con nadie y eso era perfecto para ti, esa era la vida que querías. La del ermitaño. No habías podido explorar todo el lugar, después de todo la isla era enorme y a veces te cruzabas con dragones que parecían, extrañamente, desinteresados en tu presencia.

Apenas llegaste a la cabaña quitaste la ropa del tendedero. Si tú presentimiento de que pronto caería lluvia era correcto, sería lo mejor y con mucha delicadeza doblaste la ropa para ponerla en su lugar dentro del armario. Ya estando dentro de la cabaña suspiraste, miraste por la ventana, el cielo parecía ponerse aún más nublado. Debías preparar algo para poder pasar el frío que ya se estaba volviendo más intenso.

Tomaste una olla y la llenaste con agua. La tarde era tranquila, silenciosa como siempre ¿De qué otro modo podía ser? Estabas solo, pero eso te gustaba... Te querías convencer de ello.

Dejaste la olla con agua sobre uno de tus tantos muebles. Metiste leña dentro de la chimenea y con suma facilidad lograste encender un vigoroso fuego. La atmósfera era tranquila, las gotas comenzaron a golpear suavemente tu ventana. La vida así era perfecta. Sencilla. Sin gente a la cual soportar. Sin rumores, sin malas lenguas... Sin compañía.

Suspiraste y te quedaste viendo el fuego con extrema atención. Ibas a preparar algo para pasar el frío y de la nada se te quitó el hambre. Solo querías un momento de paz. Te sentaste en el suelo, justo enfrente de la chimenea, simplemente admirando las llamas, sintiendo la calidez, esa calidez que desde hace algunos días... Meses, no habías sentido. No era igual al calor humano.

Cerraste los ojos y no pudiste evitar imaginar o desear el sentir algo, a alguien más, alguien tocando tus mejillas, jugando con tu cabello. Estabas concentrado en imaginar a alguien acariciándote y brindándote compañía que ni notaste cuando a alguien pareció no interesarle el tocar la puerta por buenos modales. Alguien simplemente abrió la puerta de golpe ¿Quién podía ser? ¿No era una isla solitaria? ¿No había gente en kilómetros y kilómetros a la redonda?

🌱Go On Like We 𝔹𝕖𝕝𝕠𝕟𝕘 Together🌱Donde viven las historias. Descúbrelo ahora