EL TRATO ₂

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Los segundos seguían pasando y yo ahí, con la carta en la mano, mirándola como si estuviera tratando de descifrar una puta ecuación

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Los segundos seguían pasando y yo ahí, con la carta en la mano, mirándola como si estuviera tratando de descifrar una puta ecuación. El menú era una mierda de platos elegantes y raros, con nombres en algún idioma que sonaban más como hechizos mágicos que como cosas que deberían ir a tu estómago.

Mientras Arthur disfrutaba su cigarro como si no le importara un carajo mi cara de gilipollas ya que no sabia si pediría un plato una bebida o postre, yo me esforzaba por entender la diferencia entre un "Côte de Bœuf" y un "Coq au Vin". ¿Qué mierda era un "Ratatouille" en la vida real? ¿Una rata frita?

Mi mente era un putero de indecisión y hambre, quería elegir cualquier cosa que me asegurara no terminar vomitando.

—Vamos, Liam, ¿te cuesta tanto decidir qué pedir? —soltó Arthur con una mezcla de impaciencia y superioridad, como si elegir la puta cena fuera una prueba de inteligencia.

Mis ojos saltaban de un lado a otro de la carta, y realmente no sabia que mierda elegir. Cada segundo que pasaba aumentaba mi propia ansiedad, y podía sentir el fastidio creciente de Arthur quemándome la nuca.

Finalmente, me decidí, no por algún acto de iluminación culinaria, sino por puro instinto de supervivencia. Elegí el "Bœuf Bourguignon", no porque supiera qué carajo era, sino porque sonaba a carne de res y eso era lo único que me daba cierta seguridad de que no estaba a punto de comerme una estrella de mar.

—Voy a elegir esto —dije, apuntando esa mierda en el menú como si estuviera firmando mi sentencia de muerte con una cara de completa confianza.

Mis ojos se encontraron con los de Arthur, y su sonrisa pareció decir "Bueno, al menos no pediste una hamburguesa con papas fritas". Arthur asintió con satisfacción, como si hubiera esperado que finalmente me decidiera por algo.

Su sonrisa de superioridad se volvió más amplia, y se permitió otra bocanada de su cigarro, como si estuviera mas que satisfecho.

Suspiré, preguntándome cómo coño había terminado en esta mierda de un momento a otro. Seguro que había formas más placenteras de pasar mi tiempo, como patearme las pelotas con un zapato de punta de acero.

—Liam, ¿dónde piensas quedarte hoy? ¿Algún hotel?— preguntó sin molestarse en mirarme.

No sabía si su interés era genuino o simplemente una formalidad social que no podía evitar por sus modales de pijo. La verdad es que ni siquiera había pensado en eso.

Mi plan inicial era volver a mi camioneta y encontrar un lugar decente en el que estacionarme para dormir, pero ahora que estaba atrapado en esta ciudad de mierda por una semana, supongo que no me quedaba otra opción que buscar algún agujero donde dormir.

Mi mente empezó a dar vueltas, considerando mis opciones. Recordé que había visto un motel de aspecto dudoso en las afueras de la ciudad mientras manejaba. No sería lujoso, pero al menos tendría un techo sobre mi cabeza y algo más cómodo que el asiento de la camioneta.

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