Prólogo
Cuando la oscuridad de la noche se hace presente sabes que es momento de ocultarte, de evitar a toda costa salir de tu hogar, y para mí, era mil veces mejor esconderse abajo de la cama que estar despierto.
Los monstruos eran reales, al menos en mi pueblo y no los que podrías pensar, con cuernos grandes y pieles color sangre, no, ellos eran aún peores, eran tan altos que asustaban, no se entendía si gruñían o estaban hablando otros idioma y su hedor era tan horrible que me hacía querer vomitar cada noche.
Mamá siempre me decía que yo era un niño bueno, que yo era tan amable que los monstruos jamás podrían dañarme; al menos no cuando ella estuviera aquí...
Suspiré, sintiendo como mi cuerpo temblaba una vez logre ver la luna, brillaba mucho y eso me hacía sonreír pero en aquel momento no había tiempo de apreciarla, no había tiempo para nada y yo debía estar ya bajo la cama, pero aquella noche me sentí valiente, me sentía con la energía perfecta para estar despierto una vez eso apareciera. Suspiré sin darme cuenta cuando el sueño se apoderó de mí y sin darme cuenta caí rendido sobre el suelo de mi habitación debajo de la cama.
Un fuerte estruendo me despertó, alterando mi corazón de golpe al escuchar que el monstruo había aparecido. No sabía cuánto había dormido, pero, una cosa que tenía clara a mis casi nueve años era que debía levantarme y enfrentar aquello que estaba en mi hogar.
Estuve a punto de salir de mi escondite cuando la puerta de mi habitación se abrió, yo me quede en silencio, esa cosa parecía que gruñía y decía mi nombre de una forma tan tétrica que opté por no salir; la valentía salió por completo de mi cuerpo, quede congelado y temblé, tapando mi boca para no hacer ruido alguno.Recordé entonces las palabras de mi madre: quédate quieto, el miedo te ayudará, pero tú debes ser más inteligente, lo eres, mi adorado Hunter, así que, cuando tengas miedo, piensa en mí, en hoy, cuando estás entre mis brazos, mi niño, ahora que somos y podemos felices.
Quizá en ese momento no lo había entendido del todo, pero justo ahora parecía que sus palabras serían lo único que mi cabeza tenía presente. Me tranquilizaron incluso cuando ella no estaba aquí, seguramente ella dormía y estaba resguardándose de los monstruos que ella tanto me hablaba.
Cuando esa cosa gritó con mucho coraje yo trate de respirar lento con tal de no delatarme, de no hacerme notar, de que no me encontrara. Pero pareciera que la vida me pone todo difícil, porque cuando vi que se alejaba, yo suspiré y eso lo hizo tenerme; yo estúpidamente me había delatado y eso me altero de sobre manera, haciéndome desesperar, sentir un hormigueo tan feo por todo mi cuerpo que casi me ahogo por la sensación, incluso pasar saliva se sentía tan pesada que me ahogue, pero quise disimular, siendo casi imposible. Entonces cerré los ojos, tratando de rezar o hacer alguna plegaria que me ayudara en aquel momento.
Nada sirvió, nadie vendría a ayudarme, ni siquiera mamá porque ella no me escucharía, lo sabía porque cada noche podía gritar sus nombre ella jamás aparecería para cuidarme, ella había mentido.
Chille cuando lo más horrible que pude imaginarme pasó: me había agarrado del pie y me estaba jalando fuera de mis escondite, aún así, no grité, no sabía porque pero al parecer mis instintos me había congelado las cuerdas bucales, sólo lloraba mientras eso me agarraba tan fuerte, gritando como un completo monstruo.
Justo cuando me iba a golpear, porque seguro eso haría antes de comerme, abrí los ojos, encontrándome con una chica, su expresión era de diversión, tenía una inmensa sonrisa y eso me hizo fruncir el ceño. Parecía que quería agarrar algo, mi mochila era lo único que estaba por lo que supuse que era eso; ¿en serio? ¿Por qué? Todos eran tan estúpidos que no me sorprendería que aquella chica quisiera meter algo imprudente o quitarme algo.
Suspiré con fastidio, me levante con dificultad pues mis piernas fallaron, pero aún así me permití empujar el cuerpo de aquella mujer, caminando hacia la salida del aula.
Ahora con casi veintidós años tener sueños de mi infancia era tan estresante que me hacía querer vomitar, pero no planeaba desperdiciar lo que había comido. No sabía a dónde iba ni porqué, pero ver aquella chica hacer quién sabe qué fue la gota que derramó el brazo para empeorar mi día.
A penas mediados de año, último semestre y yo seguía odiando cada día que pasaba.
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[sin título por ahora]
Teen FictionCuando eres la mala en la versión de alguien intachable, toda tu vida da un giro inesperado y te hunde en una profunda crisis; pero cuando logras salir de tus pensamientos, ¿qué ves? No, ¿a quién ves? O, ¿por qué? Siempre estuve observándote, aún a...