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Una hora más tarde, JungKook pregunta:

— ¿Listo para levantarte?

— Sé que debería, pero es que no me apetece —le digo restregando la mejilla contra su pecho.

— No quiero meterte prisa, pero me estoy haciendo pis —contesta, y me echo a reír.

Me separo de él y me levanto de la cama.

— ¡Ay...! —Se me ha escapado.

— ¿Estás bien? —me pregunta por enésima vez. Extiende la mano para sujetarme y que no me caiga.

— Sí, sólo un poco dolorido.

Tuerzo el gesto al ver las sábanas. Las mira.

— Sí, habrá que tirarlas.

Saca las sábanas de la pequeña cama.

— Pero no aquí. Momo podría verlas.

— ¿Dónde las tiro? —pregunta dando pequeños saltitos. Se ve que lleva un rato con la vejiga llena.

— No lo sé... ¿Podrías tirarlas a un contenedor cuando te vayas?

— ¿Quién dice que vaya a irme? ¿Te acuestas conmigo y luego me echas?

Le parece muy divertido. Recoge el bóxer y los vaqueros del suelo y se los pone. Le paso la camiseta. Le doy una palmada en el trasero.

— Ve a hacer pis y llévate las sábanas, por si acaso.

No sé por qué me importa tanto, pero lo último que necesito es a Momo haciéndome un tercer grado en busca de información sobre cómo he perdido la virginidad.

— Claro, porque nadie pensará que soy un pervertido o un loco peligroso si me ven metiendo en el coche unas sábanas ensangrentadas en mitad de la noche.

Le lanzo una mirada asesina. Hace una bola con las sábanas y se dirige hacia la puerta.

— Te quiero —dice antes de salir.

Ahora que se ha marchado tengo un momento para pensar. Me pregunto si mi aspecto reflejará lo bien que me siento, sosegado y a gusto. El recuerdo de JungKook encima de mí justo antes de penetrarme me corta la respiración. Ahora entiendo por qué la gente le da tanto bombo al sexo. Y yo me lo he estado perdiendo. No obstante, sé que mi primera vez no habría sido tan fantástica si no hubiera sido con él. Cuando me miro al espejo, la mandíbula me llega al suelo.

Tengo el cutis resplandeciente y los labios hinchados. Me pellizco las mejillas y muevo los brazos. Se me ve distinto. Es un cambio imperceptible y no sé lo que es, pero me gusta. Me tomo un minuto para admirar las pequeñas marcas rojas en mi pecho. Ni siquiera recuerdo que me las haya hecho. Mi mente vuelve a JungKook haciéndome el amor, su boca ardiente y húmeda contra mi piel. La puerta se abre y me saca de mis ensoñaciones. Me sobresalto.

— ¿Contemplándote en el espejo? —comenta JungKook burlón.

Cierra la puerta.

— No... Yo... —No sé qué decir porque estoy en cueros delante del espejo, fantaseando con sus labios sobre mi piel.

— No tienes de qué avergonzarte, nene. Si yo tuviera ese cuerpo, también me miraría al espejo.

Me ruborizo.

— Creo que voy a ducharme —le digo mientras intento cubrirme como puedo con las manos.

No quiero quitarme su olor de la piel, pero todo lo demás sobra.

— Yo también —dice. Lo miro enarcando una ceja y JungKook levanta las manos con gesto inocente—. Lo sé, no podemos ducharnos juntos... Pero si vivieras conmigo sí que podríamos.

KOOKGI : DESPUÉSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora