II.

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Hyunjin caminaba con gran porte, tal como aprendío en sus clases de esgrima. Su cabello negro como las noches frías de Enero siempre bien acomodado en su típico peinado con partido lateral. Cargaba su mochila de cuero sobre un solo hombro por mera costumbre, no por lucir como un chico relajado porque no lo era, al contrario, su itinerario estaba lleno cada hora de cinco de la mañana a nueve de la noche. Todos los días de todos los meses.

El clima ese día era agradable, fresco y soleado, era primavera los rosales estaban llenos, los árboles recuperando su follaje. No estaba mal pero el definitivamente prefería el invierno, tal vez porque nació en esa época, o porque en invierno no había polen que le raspara la nariz, o tal vez porque no tenía que lidiar con las noches frías, ni la escasez de comida, solo salir y disfrutar de la nieve para después descansar en su cálida recamara.

Era un chico sencillo. Su rutina era sencilla como la de todos también: Levantarse, desayunar lo que sea que la cocinera personal de su familia hiciera, ir a su colegio, comer, ir a las clases de esgrima y después las de francés, llegar a casa hacer tarea, cenar y dormir. Era común, porque todos quienes le rodeaban eran como él. Así era su mundo.

Ese día que importaba el buen clima, estaba molesto, eso es todo. No podía creer que el Sr. Kavld volviera a asignarlo como encargado de la clase, estaba harto, más trabajo, más obligaciones, lo peor es que no podía abogar porque nadie más quería serlo y todos apoyaban la idea que el fuera el chivo expiatorio de la clase. Al final, tenía que mostrar su mejor cara y soportarlo, porque debía ser el mejor como todos lo decían, como su padre lo era. La cuestión es que ya estaba fuera de horario de clases, ya no tenía que dar las tutorias que todos le pedían entre clase, ni correr detrás del Sr. Kavld haciendo sus mandados. Era libre. Por una hora. Después de comer debía ir a esgrima, ya le dolían las piernas de caminar cosa que no debió pasar si tan solo no le hubiera dicho a Joshua, su chófer, que hoy quería caminar de regreso a casa, lo dijo para poder relajarse un poco con esa caminata vespertina pero fue contraproducente, solo estaba cada vez más estresado por llegar al fin a su casa.

Quería sentirse tranquilo por los paisajes naturales que envolvían la bella arquitectura en las viviendas de Old Valley, pero la mochila le rompía la espalda. Faltaban pocas cuadras para llegar a su hogar, era el punto bueno.

Tardo un aproximado de tres minutos más en estar a las afueras de las rejas de acero que delimitaban el terreno que correspondía a la vivienda de los Hwang, es decir, de su padre y él. Tocó el timbre que había a una lado del buzón esperando que su guardia le abriera, nunca había llegado así a su casa. Desde el auto siempre se veía normal, pero se dio cuenta que esas rejas eran especialmente altas cuando estas solo a un lado de ellas, que los árboles del gran jardín que protegía su casa solo permitían ver un poco de la vivienda a pesar de tener tres pisos, se dio cuenta que hace mucho no salía de su cuarto a contemplar el jardín que el Sr. Gydarl se esmeraba por dejar impecable cada día. Tiempo había pasado desde la última vez que pensó que tan viejos eran los árboles que habían crecido tanto. Así como él.
Ya tenía dieciséis años, ya no medía 1.60 metros como la última vez que su madre lo acaricio y le dijo que se estaba volviendo un hombre, que había crecido tanto como los árboles del jardín. Ya no tenía doce años, ahora era más alto que su padre, 1.85 para se exactos (el ejercicio y buena alimentación hacen maravillas), ni tampoco su madre lo podría volver a acariciar o decirle que ya era todo un hombre, tan alto como los árboles del jardín.

Entonces la puerta se abrió delante de él.

¿En que momento había quedado tan inmerso en sus pensamientos? ¿En qué momento su pecho comenzó a doler de esa forma? No lo sabía ni planeaba descubrirlo porque muy dentro de él conocía la respuesta, pero tenía miedo, así que solo entró a su hogar en busca de refugio de su propia mente. Aunque como siempre no encontró nada.

La casa estaba sola, solo Mary se encontraba ahí, cocinando. Los demás llegarían más tarde. Su padre no llegaría hasta la próxima semana. Que importaba lo mucho que se esforzarse, su cuarto se sentía tan solo que lo hacía sentir pequeño de nuevo. No quería comer si era sincero pero necesitaba generar musculo así que bajó a comer el salmón con salsa de cítricos que Mary le había acompañado con su guarnición de arroz blanco y ensalada verde, lo permitido por el entrenador.

Tenía tiempo antes de que fuera hora, así que salió a tomar un poco de aire al jardín, debajo de "Roy" el roble que golpeaba cada noche con sus ramitas a su ventana. Era un árbol joven aún, pero a pesar de tener la misma edad este había crecido notablemente más que él.
Se sentó sobre el pasto y recargo su cabeza un rato sobre el árbol que a su vez lo protegía con sus hojas de los ferozes rayos de sol en plena tarde. Cerró un rato sus ojos dejando que el sonido de las hojas meciéndose junto con el aire lo arrullara, el césped se sentía especialmente cómodo esa tarde, olvidó completamente que detestaba la tierra, que detestaba regresar al jardín y anteriormente pensó nunca volvería a ese lugar. Ahora se sentía tan cómodo y seguro que deseo que ese momento durará por siempre.

Y duró, solo hasta que los maullidos de Penutki su gato comenzaron a molestarlo. Lo amaba mucho pero ese gato tenía una especial manía con despertarlo con sus extraños mauidos cada mañana o cada vez que trataba de tomar alguna siesta vespertina.

Entonces recordó que estaba en el jardín y que Penutki odiaba manchar sus patas con el lodo.

Lo vio todo en cámara lenta después de abrir sus ojos de golpe y alzar la mirada solo para ver el momento exacto en la que su gato cayó desde una de las ramas de Roy directamente a su regazo. Sin un rasguño, calló de pie como si no hubiera caído de cuatro metros.

-¿Que haces aquí Penutki?- preguntó sorprendido a su gato, como si en verdad esperara una respuesta.

Como era de esperar el gato no se inmutó ni un poco ante la preocupación de su dueño, es mas, se acomodo en las piernas de este comenzando a limpiar su blanco pelaje. Casi al instante el crujido de una rama arriba de su cabeza y un grito agudo llamó la atención de Hyunjin. Su gato le estaba maullando a la copa del árbol.

Alzó la mirada solo para encontrar algo completamente inesperado; un chico colgando de un rama seca, a punto de caer, sus ojos marrones estaban llenos de temor, sus manos aferrándose lo más fuerte que podía en la rama. Pero que importaba eso, era su casa y había un extraño sobre un árbol.

-¡Jonathan hay un ladrón en el jardín!- llamo al guardía con una fuerte voz mientras corría hacia su casa cargando a Penutki en sus brazos.

-¡No espera yo no soy un ladrón!- grito el chico de cabello dorado sobre el árbol.

Hyunjin se dio la vuelta por mera curiosidad. Entonces lo vio, la rama ya estaba seca y el peso de un jóven era demasiado para ella.

El chico calló, pero al contrario que Penutki, no pudo hacerlo sin ningún rasguño.





Hola bienvenidos a Sol minor, esta historia esta hecha con mucho amor, se actualizará cada miércoles así que esperenlo. Originalmente no era una historia Hyunin si no era una con personajes originales pero la idea principal nació como un Hyunin así que por así decirlo volvió a sus inicios jeje.

Gracias por leer.

Sol Minor ◇ Hyunin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora