Capítulo seis

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Ocho de la noche. En el puente de Williamsburg, Brooklyn.

Ted estaba manejando junto a Sonia de copiloto, Gary y Nora en la parte de atrás. Los cuatro iban hacia un pequeño restaurante, pero estaban atrapados en el tráfico del puente con los autos apenas moviéndose unos varios metros.

Los cuatro vestían elegantes a su manera, Ted con un saco y pantalón azul bajo una camisa blanca y unos zapatos negros, Sonia con una blusa negra de manga corta con los hombros bombachos transparentes, un pantalón de mezclilla azul, unas medias largas negras transparentes y unos tacones negros. Gary vestía con un suéter y pantalón negro, bajo una camisa azul marino y unos zapatos marrones puntiagudos y Nora con un largo abrigo de algodón negro junto a su vestido azul sin mangas y zapatos negros de tacón bajo. Todos muy elegantes, pero seguían atrapados en el tráfico y tenían que aguantar los cláxones de los demás conductores ansiosos y desesperados por avanzar.

—¡Ya cállense! —gritó Ted sacando la cabeza por la ventana. Se le notaba algo desesperado por llegar al restaurante.

—Y ya no podemos darnos la vuelta—respondió Sonia viendo por su retrovisor la fila de autos que tenían detrás.

—Ted, ¿por qué no fuimos a un restaurante de Nueva York? ¿Por qué Brooklyn? —reclamó Gary mientras trataba de estirar su espalda.

—En Brooklyn tienen unas pizzas de 99 centavos...—respondió Nora tratando de debatir para después emocionarse—. ¿De regreso podemos comprar una?

—¡¿En serio te comerías una pizza de bajo precio?! —exclamó Sonia volteando a ver a Nora.

—Tú te comes los hot dogs de afuera del trabajo—regañó Nora.

—Touché.

—Créanme, el restaurante Good Luck lo vale—respondió Ted un poco más calmado.

—Además, este restaurante en Brooklyn es mi favorito—respondió Sonia muy feliz hasta que un claxon la hizo enfadarse. Sacó la cabeza fuera del auto—. ¡¿Qué no sabes callarte, idiota?! ¡Sonar el claxon no hace que nos movamos, animal!

«Esto va para largo...», pensó Gary agobiándose, queriendo tener algo para entretenerse, pero busco solo por buscar algo para entretenerse, solo tenía su billetera con cien dólares y un lápiz, ahora lamentaba no traer papel para escribir la historia o por lo menos algunas anotaciones para más tarde, como le encantaría una transición como normalmente las hace en sus historias.



A punto de dar las nueves. En el restaurante.

—Apúrate, Mariet. No tarda en llegar el chico que se va a casar—respondió la recepcionista dentro del restaurante.

—¡Un momento! —exclamó Mariet.

Mariet estaba metiendo las pequeñas mesas y sillas de plástico de afuera del restaurante, con el frío intenso ni con un café alguien quisiera estar afuera. Ella se estaba congelando, ahora se arrepintió no traer ni un abrigo. Juntó todas las sillas y cargó con dificultad todas las sillas en una mano y las dos mesitas con la otra. Abrió la puerta del restaurante con cuidado con una patada y dejó todo junto al atril del recepcionista, a la entrada del restaurante mientras la recepcionista estaba llevando a unos clientes a su mesa.

El restaurante era de un tamaño promedio y tranquilo, de estilo rústico, con las mesas de madera para hacer un picnic, la barra del bar era de madera oscura con varias botellas de vino y alcohol en las repisas por detrás del barman a forma de exhibición, con la cocina detrás de la barra. Había un ventanal hacia la izquierda viendo hacia la calle y el resto de las paredes hechas de madera clara repleta de varios cuadros de paisajes de óleo.

Historia PausadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora