Capítulo siete

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Minutos después...

Mariet caminaba desangrándose por las calles de la ciudad, con su arma en el bolsillo y cargando su mochila en la otra mano. «Lo veo cada mañana, no está muy lejos...sé que es esta la calle», usaba todas sus fuerzas que le quedaban para mantenerse consciente y tratar de caminar lo más rápido posible, pero la vista doble y el mareo hacía que se sintiera como en la cuerda floja. «No te rindas. Aún no estoy tan lejos de ellos...aún no...», pensaba Mariet con la poca claridad que le quedaba.

Mariet vio que el semáforo se puso en verde en el cruce de cruz. Cruzó la calle con la luz de los autos lastimándole la vista. Ningún conductor notó que estaba herida, sólo pensaron que era una ebria más, o alguna drogadicta, vagabunda o incluso a algunos les daba igual, solo querían que cruzara para poder avanzar. Mariet cruzó la calle y se sentó un momento en la acera para cubrir su herida. Se quitó su mandil y lo usó para cubrir su herida. «Sólo unas cuantas calles más...hasta llegar a una cabina telefónica», pensó tratando de levantarse teniendo temblores en las piernas y el sudor frío.

Mariet volteó hacia la calle de dónde venía y vio una figura alta parecida a la de Marcus caminando entre las calles, esquivando los autos tratando de encontrarla. Mariet se levantó y siguió caminando por la calle mientras los autos avanzaban. «Tiene que haber una cabina telefónica...para llamar a una ambulancia... ¿dónde puse el teléfono?», lamentó hasta llegar a la esquina de la calle y trató de buscar su teléfono dentro de la mochila. El sonido de los cláxones empezó a volverse algo molesto e insoportable.

Y a sólo dos calles más, frente a ella estaba la caseta telefónica, pero por más que Mariet quería ir hacia allá, sus piernas le dejaron de responder, su vista se empezó a nublar hasta oscurecer...trató de reaccionar, pero al abrir los ojos ya estaba a segundos de caer de cara contra el suelo. Las luces de los autos se volvieron tan brillantes, tan enceguecedoras y el sonido de los cláxones se oía cada vez más distantes. Mariet volvió a abrir los ojos y vio las siluetas de varias personas que estaban yendo hacia ella, trató de levantarse, pero sus manos no dejaban de temblar y su fuerza desaparecía.

—¿Se encuentra bien? —era una voz masculina que había escuchado antes, pero no podía reconocerla por el eco.

Mariet reaccionó y lo primero que vio fue su sangre en el suelo. Levantó la mirada y vio la silueta de un chico. El chico se puso contra la luz y reconoció que era el chico del restaurante, era Gary. Detrás de él se acercó el resto de su grupo.

Mientras que del otro lado de la calle estaba Marcus viendo la situación sin poder acercarse, demasiados testigos y ya habían hecho demasiado alboroto. Vio cómo su auto daba la vuelta por la izquierda hasta llegar con los demás autos en el tráfico. Con cuidado caminó hacia allá sin apartar la mirada de la situación.

—¡Qué no ves que hay una herida aquí, animal! —reclamó Sonia gritándole a uno de los conductores de atrás que no dejaba de sonar el claxon.

—Permítame. La vamos a llevar a un hospital.

—Tranquila. La llevaremos lo más rápido posible—respondió Ted.

Mariet asintió y se dejó ayudar, Gary y Ted le ayudaron a levantarse. «No parecen ser malas personas... ¿Qué otra opción tengo? Es mejor que mi plan de esperar a una ambulancia», pensó Mariet mientras la subían al automóvil. Mariet se quitó la mochila y escondió su arma dentro. No soltó su mochila, la abrazaba con sus manos temblorosas.

Marcus regresó al auto y se sentó en el asiento del copiloto. Dylan estaba molesto, apretaba el volante como si lo fuera a arrancar, con el ceño fruncido viendo hacia el tránsito.

—¿Y ahora qué? —preguntó Dylan molesto.

—Aún no estamos perdidos. Tengo un plan—respondió Marcus guardando su arma en la guantera—. Sigue el auto.

Historia PausadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora