Capítulo uno.

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Fernanda
Nunca me han agradado las fiestas de la familia y menos cuando tu madre despues de tanta platica con sus amigas y de ignorarme por completo, tenia el descaro de mandarme a una tienda a comprar mas refresco.
Mi madre no me hacia caso y eso odiaba de ella, a los cinco años me dejo en casa sola diciendo que "tenía edad suficiente para quedarme sola" y así fue, nunca la necesité. Cuando tuvo a mi hermano nunca se ocupó de el, yo era la que tenía que darle de comer para que no se muera de hambre. Ella solo se vestia con colores vistosos, escotes que mostraban mas de lo debido y un maquillaje exagerado.
-¿Por qué siempre nos dejas? Acaso nos odias...
Cosas del pasado que no quiero recordar.
"Vaya día" pensé.
Lo bueno de todo esto es que resultaba menos cansado ir por las calles a comprar, que estar con pequeños niños de seis años que escupían la comida como perros. Tuve suerte de no vomitar en ese mismo momento.
-Rayos...se me olvidó preguntarle el sabor del refresco.
Alcancé mi celular del bolsillo y marqué el número, esperé, un pitido, dos pitidos.
¡Clanc! sonó el celular, fue inmediato el sonido estruendoso de las amigas de mi mamá.
-¿Mamá?
-¡Si lo recuerdo! ¿Qué quieres?
No entendia nada al escuchar las agudas voces que salian del celular. Aún así decidí formular mi pregunta.
-¿Qué sabor de refresco llevo?
-¡Si!-mas risas sonaron-¡Oh dios vienen los stripteases! Recuerda los refrescos y el alcohol.
Y ahí quedo, con mi oido entumido y silencio majestuoso en el aire. ¡Me habia colgado!
No sabía si enojarme por que aun seguia ignorandome o sorprenderme por los stripteases.
Digo...¡¿Quién demonios lleva a hombres encuerados a una fiesta con niños?!
Suspire, esta gente nunca cambiaba, mi madre queria que lleve alcohol pero era menor de edad todavía, faltaban dos meses para mi cumpleaños pero aun no tenia los dieciocho cumplidos.
Vi un muro y senti unas grandes ganas de estrellar mi cabeza en el, ademas de maldecir a mi madre a los veinte dioses de Grecia.
"Tranquila, respira hondo y cuenta hasta diez, no quieres tener otra cita con ese psicólogo cuarentón que solo le mira el busto a mi madre y no le importa en lo absoluto".
Llegue a la tienda sin apuros y después pagué unas cuántas botellas de refresco de cola, no quería volver y ver a mi madre con un hombre encima de ella, la verdad, nadie.
Al caminar observé el cielo, era lo unico que me tranquilizaba después de todo era el que siempre estaba a mi lado.
Las estrellas no podían brillar con gusto pues las luces de las farolas las opacaban.
Mientras miraba al cielo pude observar unas extrañas luces de color azul y rojo acompañado de sonido de sirenas. Al voltear a la calle empezaron a pasar unos diez carros de policía.
Esto no es normal... Regresé la fiesta corriendo no había nada anormal, solo un grupo de señoras, donde por cierto estaba mi madre, gritándole alegremente a unos hombres de los cuales ellas le duplicaban la edad.
No había nada extraño, quizás un simulacro de esos que siempre hay en la tele.
Hasta que vi eso...
Al voltear a la calle observé un tanque de guerra qué pasaba tranquilamente la calle sin hacer el menor ruido, nadie notó su aparición pero después de que se alejara unos metros una gran explosión sonó acompañados de muchos disparos qué hicieron un gran alboroto en la fiesta.
Después de eso sabes que algo va "realmente" mal, deje tirado los refrescos a un lado, ya no me importaba lo que diga mi madre en ese momento sólo quería salvar a mi hermano menor que de seguro andaba llorando y buscando a una señora que nunca le ha hecho caso. rebusque en todos lados y no había señal de el, ¿dónde se pudo haber metido ese niño?
"Claro...lugares pequeños" pensé al recordar sus escondites cuando habian tormentas en noches.
Vislumbre los baños y fui corriendo entre montones de personas muertas por la balas, trataba de ver al cielo para no quedarme y vomitar en ese momento, llegue al baño y escuche un llanto.
Al abrir la puerta observe a mi hermano que tenia un pañuelo casi deshilado por la fuerza, me acerque y lo abracé tratando de calamarlo.
-Tranquilo, todo esta bien.
Eso queria creer yo pero no podia al seguir escuchando mas disparos al aire.
¡Pum! sonó la puerta al abrirse a la fuerza y aprete mas a mi hermano para evitar el miedo, pasos se fueron acercando hacia nosotros, un hombre mayor que traia puesto un traje de militar y nos apunto con su arma.
-¡No!-grité y traté de quitale el arma, pero mi fuerza no lo logro.
El señor se resitia pero trataba con todo para detenerlo, al parecer fue en vano pues sonaron varios disparos y el dejo de poner fuerza. Un color rojo lleno su camiseta y cayó muerto.
Detrás de el se situaba un joven que parecía mayor que yo, con una pistola en mano. El tenia una mirada sorprendida y feroz como si la adrenalina inundara su cuerpo.
"¡Mi hermano!" pensé y a pesar de que fue facil voltear todo se complicó cuando vi su cuerpo echado a un lado con un gran hueco en la cabeza.
Mis pensamientos desaparecieron y por un momento queria hacer diferentes cosas a la vez, llorar, gritar, vomitar y morir. Pero lo unico que hice fue quedarme paralizada, parte de mi vida se habia ido, me sentia patetica no podia hacer nada...
-Tenemos que irnos- susurró el muchacho que andaba detras de mi.
Yo negué con la cabeza y las lagrimas empezaron a brotar.
-No puedo- comencé a llorar.
Escuche un suspiro y se acercó a mi.
-Lo siento, pronto te repondras.
Y me dio un golpe en la cabeza que noqueó mi cuerpo.
De ahí solo vi mas oscuridad de la deseada.

Una muerte inesperadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora