Mi jefe

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La vida no siempre resulta como uno quiere, tenía planeado retirarme de este trabajo e iniciar algo propio. La idea siempre fue pagar mis deudas universitarias y juntar lo suficiente para comenzar mi pequeña empresa. Todo iba bien hasta que... aparece él en mi vida, mi jefe.

Mis padres estaban orgullosos de mí. Había sido siempre un estudiante sobre saliente, las mejores calificaciones y, por esta razón entré a una de las mejores empresas de la ciudad.

Bangkok era una ciudad enorme, llena de edificios empresariales. Gastronomía, finanzas y mucha, mucha publicidad. Ahí trabajaba yo, era asistente del presidente, Bright Chiva-aree.

Él era un gran jefe, un hombre inteligente para los negocios, estaba en expansión en otros países. En estos años he aprendido mucho de él, de cómo manejar una empresa e invertir. Debo admitir que todo lo que sé lo aprendí de él, pero ya es momento de seguir mi camino y buscar mi propio destino. No es que no me guste mi trabajo, pero quiero tiempo personal, quiero llegar a casa temprano, tener vida personal y, hasta ahora, es lo que menos tengo.

Es por eso que, a fines de esta semana, le avisaré que este es mi último mes aquí. Tiempo suficiente para que de recursos humanos envíen un nuevo asistente y yo pueda entrenarlo, así él, mi jefe, no notará mi ausencia. Después de todo, apenas si sabe que existo.

Llegué temprano como siempre, ordené los documentos en su oficina sobre su escritorio, dejé su café y salí. Esperé a que llegara en mi escritorio que está afuera de su oficina.

Dentro del montón de documentos, estaba mi carta de aviso.

Noté en su caminar que, la noche anterior, la había pasado muy bien. Su pelo muy ordenado y peinado, su traje de sastre hecho a la medida, impecable como siempre. Caminaba muy seguro de sí, altivo, arrogante como solo él suele ser, pero tenía esa aura, esa que trae cuando la de turno lo pudo complacer. Suspiré y esperé que ingresara para entrar con mi agenda a tomar nota e informarle las actividades de hoy.

Esperé unos cinco minutos y golpeé la puerta.

- Adelante, pasa.

- Buenos días, Bright. En tu escritorio están los documentos que pediste, y otros documentos para firmar. Además de una carta mía – levantó su mirada sin comprender lo que ocurría.

- ¿Una carta tuya? ¿Referente a qué? – su mirada parecía... confundido.

- Sí, ya envié una copia a recursos humanos, es mi carta de renuncia – dije sin más.

Su rostro se transformó, se quedó sin palabras, después de años de escucharlo hablar sin parar, el gran Bright Chiva-aree enmudeció.

- ¿Cómo que renuncias? ¿Por qué? – se puso de pie y caminó hacia mí. Yo estaba de pie frente a su escritorio.

- Renuncio porque tengo motivos personales, puedes leerla si gustas. Como sé las políticas de la empresa, esperaré un mes a que te asignen un nuevo secretario y así lo puedo entrenar e informar de...

- ¿Qué dices? ¡Cómo que otro secretario! Tú... tú, tú eres mi asiste Win, eres mi mano derecha ¿Qué esperas que haga ahora con un extraño? – replico casi poniéndose furioso.

En verdad, pocas veces lo había visto así, no pensé que mi renuncia le afectaría de esa manera.

- Bueno, si quieres lo convierto en un super secretario, pero en un mes me voy. Ya revisamos lo de hoy ¿se te ofrece algo más? – al no responder, salí de su oficina.

Llegada la hora de almuerzo y, habiendo sido una mañana tranquila, Bright se asoma de su oficina y me dice que vamos a almorzar. No sabría describir su rostro, era más bien un rostro que nunca antes le había visto...raro.

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