Capítulo 3: Somos Extraños.

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Capítulo 3: Somos Extraños.

Cada vez veía con menos frecuencia a mis hermanas. A causa de Diamante Blanco, que rechazaba nuestros encuentros amistosos como los que pasábamos antes.

Trabajos, protocolos, colonización y responsabilidades era lo único en lo que pensaban. Ya no se divertían conmigo, lo poco que tenía me lo habían arrebatado. Ni siquiera me dejaban realizar esas aburridas fiestas, excusando que tenían mejores cosas que hacer.

Parecíamos extrañas cuando en algún momento del pasado habíamos sido una familia.

De nuevo, me hacían sentir que era una inútil.

No sabía que hacer en el Planeta Madre. Por lo que se me había ocurrido visitar a Diamante Amarillo y ver cómo trabajaba, quizá así podría ganar un poco de experiencia y ver en que podía ayudarlas.

—¡Amarillo! —llegué radiante por la puerta principal de su oficina—. Hola, Amarillo.

Su nariz se arrugó con repulsión. Tuve que ignorar ese gesto para no herir mis propios sentimientos.

—¿Qué estás haciendo? —cuesntioné al verla concentrada en el holograma que asendia frente a su trono.

—Comando las naves para colonizar un nuevo planeta —contestó con voz apagada. No sé molestó en mirarme.

Pensé que se contraba bajo mucha presión, pues Blanco era muy exigente en términos de perfección y eficacia, por lo que se me salio decir:

—¡Yo quiero comandar una nave! —pensando que la ayudaría aliviando su carga de trabajo.

—Bueno, cuando tengas tu propia colonia podrás comandar lo que quieras —me miró apoyando su mentón en una de sus manos.

—Entonces, yo quiero mi propia colonia —murmuré decaída, porque ya sabía la respuesta que me daría.

Pero no fué así, resultó ser mucho peor. Me había ignorado. Sus ojos estaban fijos en su pantalla flotante.

Su mano se movió colocando la contraseña en su holograma: Blanco, Amarillo, Azúl, Rosa y Blanco de nuevo.

Eso me había enfurecido, me estaba ignorando, estaba cambiando a su propia hermana por su trabajo. La pantalla se encendió mostrando una pequeña nave.

—¡¿Qué es eso?! —pregunté al carecer de información. Una chispa de diversión se había posado sobre mi.

—Estoy contactando a la líder de la flota.

—Déjame hacerlo —dije subiendo a una esquinita de su trono y comencé a tocar bonotes al lazar en su holograma tratando de ayudar.

Mi alegría no duraría mucho, Amarillo me había detenido por el brazo sujetándome por la fuerza.

—¡No lo toques! —me gritó a la cara.

De un tirón me libre de tu agarre.

—¿Porqué no? Tienes tantos mundos. ¡Yo no tengo ni uno! —puntialice subiendo cada vez mi tono de voz—. No es justo, ¡Yo quiero uno! ¡Quiero mi propio ejército! ¡Quiero mi propio planeta!

Tomé una bocanada de aire antes de decir:

—¡Me lo merezco! ¡Soy tan importante como tú!

—Entonces, ¿Porqué no actúas como tal, Rosa?

No tuve argumento alguno contra eso, así que me baje de su trono y caminé hacía la salida sosteniendo el brazo que me había sujetado. No me dolía, pero me había lastimado; jamás había imaginado que alguna de mis hermanas pudiera levantarme la mano.

Éramos Diamantes, no lograba comprender porqué me menospreciaban. Lo único que quería era ser igual que ellas. Útiles para el Planeta Madre.

Me habían herido, más no se trataba de una herida superficial, la herida estaba dentro. En ese cosquilleo que a menudo se situaba en mi pecho.

Di un último vistazo al trono de mi hermana, ella seguía con esa mirada inescrutable fija en su holograma.

Un calor sofocante bajó por mi cuerpo empezando por la cabeza. Cuando llegó a mis manos, mire mi puño que se cerró instintivamente al mirar el ventanal que se encontraba frente a mi. Concentrando mi fuerza, di un gran golpe al cristal rompiéndolo en millones de partículas diminutas.

Salí de su oficina sin mirar atrás.

—Bienvenida, mi Diamante —me había dicho mi Perla cuando crucé la puerta. Ella me había estado esperando con paciencia—. ¿Cómo le fué con su...

—Vámonos.

—A sus órdenes, mi Diamante.

—Xime.

𝐃𝐢𝐚𝐦𝐚𝐧𝐭𝐞 𝐑𝐨𝐬𝐚 © || 𝐒𝐭𝐢𝐯𝐞𝐧 𝐔𝐧𝐢𝐯𝐞𝐫𝐬𝐞 || Donde viven las historias. Descúbrelo ahora