20. "Las palabras a veces sobran"

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—Majestad... ¡Majestad...!— la exclamación de Temari la hizo apartar la vista de la ventana.

Desde la cena anterior, Saori, que antes lograba distraerse y disfrutar algo del palacio, ahora no tenía pensamiento que no fuera para el rey. Ese hombre testarudo, brusco, frío... pero que a veces gritaba ayuda con cada temblor de sus manos o tartamuedos. Le dijo que lo amaba en un impulso inmaduro, y hasta ese momento no lo había pensado tan a detalle; sin embargo, aún en contra del razonamiento lógico, lo quería sin importar su indiferencia para con ella.

—Izumi fué al té de la marquesa, no te preocupes— contestó a la insistente dama.

—No puede delegar todos los eventos sociales a su madrastra, mi reina— aconsejó.

—Son tediosos y aborrezco como ocultan el olor de esas pelucas pomposas con aceites irritantes— espetó disgustada —Además... no estoy de ánimo— murmuró al final, devolviendo la vista al jardín.

—¿Por la discusión con su majestad?— Saori la miró por sobre su hombro —Ay, perdone, soy una entrometida— añadió con rapidez y suspiró con alivio cuando el sonido de la puerta del despechado las interrumpió. Tras la reina asentir, Temari abrió y dió a paso al chambelán del rey.

Ella notó como ambos se miraron un leve instante antes de que Shikamaru se acercara a su escritorio, pero la curiosidad mínima fué suplantanda por algo de ansiedad. ¿Naruto la había mandado a buscar?

—Mejestad...— hizo una reverencia Lord Nara —El rey me envía a darle esto— solo entonces, Saori notó que traía unos documentos en sus manos —Es la lista de los intermediarios y algunas familias que ayudaban con las donaciones a los orfanatos— los ojos negros y afilados de la reina brillaron de repente, y al parecer esa expresión esperanzada fué suficiente para hacer sonreír al chambelán.

—¿Su majestad permitió que me hiciera cargo?— preguntó en alta voz, muy emocionada.

—Sí, mi reina, pero con la condición de que yo la ayude. No quiere exponerla del todo al trato con los nobles ladrones.

—Pues... ¡Sí, sí! ¡Claro!— exclamó —¡Serás de mucha ayuda! Gracias...— tomó las manos del sorprendido chambelán y las sacudió con efusión.

—Yo solo soy un sirviente— sonrió algo incómodo —¿Cuando tenga tiempo podríamos ver...?

—¡Ahora, ahora mismo!— dijo contenta y lo invitó a sentarse —No hay tiempo que perder, esos niños necesitan ayuda urgente.

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Las palabras de Shikamaru le levantaron el ánimo, esperaba que Saori estuviera satisfecha con su decisión, pero el chambelán hizo incapié en la alegría de la reina al recibir la noticia. No estaba seguro del todo de si someterla al trato con los nobles era buena idea, él mismo no soportaría algo así; pero recordando la visceral y sentida confesión de su esposa, otra vez se sintió en deuda e incentivado a hacer algo por ella.

Habían salido de su boca las palabras "te amo", en contraste con equellas tan despectivas que escuchó sin querer. ¿Si en verdad lo amaba, podía despreciar su primera noche de esa manera? Siempre le fué difícil entender los sentimientos ajenos, pero con Saori se frustraba más por su incapacidad.

Su madre levantó la vista de su lectura cuando lo vió ponerse de pie y dirigirse a la ventana de la biblioteca. Ella no lo visitaba frecuentemente, pero agradecía que ese día, en lugar de incomodarlo con peticiones, simplemente quisiera pasar un rato su compañía. Naruto frunció un poco el ceño cuando vió a la reina en el jardín. Llevaba un parasol de encaje celeste, el cual no ocultaba del todo su expresión animada. Suspiró entonces y recostó su hombro al alféizar, observando la idílica escena de aquella chica que se divertía con sus damas de compañía sin mostrar preocupaciones.

¿Podría atribuirse su felicidad aunque fuera un poco?

—Su majestad, ¿qué observa con tanta melancolía?— preguntó la princesa Kushina, parándose a su lado. La hermosa vista de la refrescante muchachita entre las flores y los ojos obnubilados de su hijo, le mostraron rápidamente lo que ya para ninguno de los dos jóvenes era un secreto —¿Hijo, acaso estás enamorado?

—Sí...— respondió con voz ronca.

—¿Podría ser que solo estés entusiasmado por la noche que compartieron?— insistió.

—No, madre. Creo que empecé a tener sentimientos por ella desde la primera vez que la ví... pero soy muy mal esposo— añadió, frunciendo más el ceño.

—Confieso que es bastante voluntariosa para mi gusto, y que esperaba otra cosa al elegirla, pero no es mala chica. ¿Te satisface?— esperó por dos largos minutos, pero su hijo solo mostró un leve sonrojo que supo disimular bastante bien —Bueno, me alegra que su majestad tenga sentimientos por su esposa. Un matrimonio donde haya amor, es más placentero que uno por compromiso. Sin embargo...— dudó un poco —si la tiene en tal estima, debería plantearse al fin presentarla a su gente en un acto público— Naruto se tensó, justo como ella esperaba —Es la reina, y los plebeyos ni siquiera conocen su rostro. Solo saben que el rey ya está casado.

—No pu... puedo... hacer eso— gruñó, alejándose de la ventana.

—Solo deberá pararse en el balcón principal por unos segundos. Ya evita mucho trabajo, el consejo ha acatado como puede, pero la reina no debe bajo ninguna circunstancia aparecer sola, Naruto. ¿Cómo quedaría ella delante de su pueblo?— preguntó preocupada —¿Quiere que busque a un nuevo doctor? Quizás...

—¡No!— exclamó —No quiero ver a nadie— el monarca se dejó caer en un sillón y frotó su rostro —Es por su bien, ¿no? ¿O solo quieres que de la cara?

—Nunca te he engañado, hijo mío— confesó con sentimiento. Naruto la miró por un leve instante y luego asintió —Organizaré todo para mañana entonces...

Una presentación pública; la última vez que había estado frente a personas ajenas fué en su boda, y prácticamente tuvo que salir huyendo de Saori para que no lo viera vomitar y en medio de una crisis. Tardó días en recuperarse. ¿Qué diría ella si lo encontrara luciendo tan patético? Apenas los zapatos de un hombre, él, que llevaba la corona entre todos.

Esa noche no halló paz en la repetitiva acción de lijar piezas de madera. Su taller parecía frío y desconocido, contrario a la calidez de esas piernas que ya había disfrutado. Cuando menos se lo esperó, se encontró delante de su puerta, ignorado por el guardia que resguardaba el lugar. Tenía el derecho de abrir, pero temía a su reacción, después de todo, ¿qué había hecho para poder poseerla? Casi a punto de irse, llegó Temari, la dama de compañía, quien sorprendida hizo una media reverencia a casusa de la bandeja que llevaba en las manos.

—¿Eso... eso es para Saori?— indagó muy bajo y serio.

—Sí, majestad. La reina a veces se levanta a tomar agua en la madrugada— explicó.

—Entonces...— se mordió el labio inferior y miró la puerta —se lo llevaré— decidió, tomando la bandeja y esperando a que la dama le diera la entrada.

La habitación estaba más iluminada de lo que esperó, y Saori yacía con la espalda en varias almohadas y un libro en sus manos. Su sopresa al verlo fué tal, que pegó un brinco en la cama, provocando que él no se acercara más.

—¿Qué hace aquí?— exhaló, cubriendo su pecho con las sábanas. Naruto dejó la bandeja sobre una mesita y luego se frotó su nuca, sin poder mirarla a los ojos.

—Quiero pasar la... la noche contigo. So... solo si lo deseas— confesó inquieto, esperando con su puño apretado una negativa contundente.

—No quiero discutir más— dijo la joven repentinamente.

—No diré nada. Yo... Olvídalo...— bramó decepcionado consigo mismo y se dió la vuelta rumbo a la salida hasta que escuchó nuevamente su voz

—¡Majestad!— llamó la reina y Naruto volteó a verla —Sin decir nada, como sugirió. Solo besos y abrazos, ¿no quiere?— preguntó decidida, sentándose y abriendo los brazos en un gesto de invitación.

—Sí... sí quiero— la voz del rey se escuchó extragulada mientras se acercaba al lecho de su esposa con paso apresurado, a la vez que desabotonaba el chaleco sobre su camisa blanca.

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