9: Argumentos para todo

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Adara

No puedo describirlo, es una sensación desoladora. Una gran sombra ante mí. Me siento tan pequeña ante ese enorme ser. De mi voz no sale ni un sonido, estoy paralizada. Cuando reacciono, corro a esconderme detrás de los árboles.

Oigo un tiro...

Abro mis ojos. Era otro sueño extraño. Alzo la vista y me encuentro con Cainán, durmiendo, abrazado a mí. Me sonrojo, rápido, pero no me separo. No puedo creer que accediera a quedarme con este loco. Aunque claro, yo obtuve la cama, él solo se metió por aprovechado. Me pregunto, ¿qué pasará cuando se despierte?, ¿será A o B? Ojalá sea A.

—Cainán. —Lo muevo—. Despierta, oí un tiro.

Aunque no estoy segura si era del sueño o la realidad.

Abre sus ojos y me encuentro con aquel color avellana. No sonríe, pero no me apresuraré a adelantar conclusiones. Se sienta, se toca la cabeza, se levanta, despacio, y camina hacia la ventana. Vuelve a observar de manera sospechosa el bosque.

—No veo nada —acota, serio.

—Estamos en el primer piso, así que tienes un mejor panorama. —Suspiro—. ¿Nos podemos ir?

—No —expresa, cortante.

Definitivamente, es A, pero tiene las mismas ideas raras que B.

—Sé sensato, no podemos quedarnos esperando aquí para siempre.

—Solo si no quieres terminar como ese cadáver en el living.

—Cainán... —Hago una pausa—. Sé razonable, un francotirador se hubiera ido, buscaría otro lugar, otra oportunidad, no hay nada afuera.

—Qué bonitas mentiras te inventó B —declara, parece que se burla, pero mantiene la vista en la ventana y su semblante serio—. Eran muy buenas, lástima que no le creíste.

Enarco una ceja.

—¿Cómo sabes...? —Me río sin humor—. ¿Acaso lees la mente?

—Algo parecido, pero no con esa exactitud. —Se gira a observarme con rigidez—. Ni se te ocurra salir.

—Qué raro —digo, molesta—. Ya estoy empezando a extrañar a B.

—Estoy aquí, porque sabemos que lo harías y, ya que no le haces caso...

—Un momento —lo interrumpo—. ¿Me estás diciendo que eres A porque crees que tú sí puedes convencerme? Qué chiste. —Me levanto de la cama—. No sé qué te haya dicho B, pero no exageres.

Se hace un silencio incómodo, en el cual me observa de forma intensa.

—Señorita Kyleth, esto es de vida o muerte.

—Si no me dices la verdad, no puedo creerte nada.

—Soy un ser sobrenatural —confiesa, directo—. Y ahí fuera hay otros no tan amigables, ¿contenta?

Me mantengo en silencio hasta que comienzo a reír, luego vuelvo a mi inexpresión.

—Pensé que eras más sensato, pero qué horror. —Bufo—. Sin ofender, te tomé demasiado en serio, voy a tener que irme.

Avanzo hasta la puerta, pero a una gran velocidad, llega su mano hasta el marco, deteniéndome.

—Ada, no seas así —dice con una gran sonrisa.

Volvió a ser B.

Frunzo el ceño.

—No me llames así.

—Te dejaría ir, pero con lo humanitario que es A, no se me permite.

—Creí que te agradaba —cuestiono.

—Sí, aunque no tanto para protegerte.

—No tienes que cuidarme de nada, ahora quita el brazo.

—Me causa curiosidad —sugiere—. ¿No te cuestionas lo que pasa a mi alrededor?

—Todo tiene su lógica. Llegaste rápido porque eres atlético, eres dos porque tienes trastorno de personalidad y, por último, lees mentes porque estás adivinando. Tuviste suerte.

—Y te metí un bicho en la garganta porque tengo una dieta nutritiva —se burla.

—¿Disculpa? —Enarco una ceja—. ¿Un bicho?

—Es un rastreador, pero podría ser un bicho. —Saca la lengua, mostrándome un insecto azul y luego se lo traga—. Uy, qué rico.

Sonríe de manera amplia mientras yo lo miro con asco. Luego frunzo el ceño para después intentar quitar su brazo de mi camino.

—Qué asqueroso, ya muévete.

—¿Te digo dónde está? —insiste.

—Seguramente, en el inodoro, cuando fui al baño ayer.

Se carcajea.

—Qué buen sistema digestivo, pero no. —Levanta su mano libre y señala mi escote, hay una marca con forma de bicho ahí—. Qué tengas un buen día.

Me aparto, entonces me observo mejor. ¿Desde cuándo tengo eso ahí? No lo había visto jamás.

—Ti... tiene su lógica —opino—. Seguro soy alérgica a tus porquerías.

Maldita sea, voy a brotarme.

Vuelve a reír.

—Tienes argumentos para todo.

Se escucha un disparo y entonces nos agachamos.

—¡¿No era mentira lo del francotirador?! —me quejo.

Otra vez carcajea.

—Más o menos, no le digas a A, porque me reprende.

Madre mía con este loco.

Tú y yo paranormalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora