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— Hay alguien atrás tuyo — susurró.

Matías, con el ceño fruncido y una expresión cansada en su rostro, observó al colorado junto a él achinando sus ojos.

— Valen, hace diez minutos me haces el mismo chiste de mierda, pajero — finalizó con un golpe en la nuca de su amigo, ganando una queja aguda de parte de este.

Domingo. 1 am.
Hospital psiquiátrico "Dulces Niños" abandonado en 1991.

Matías y Valentín caminaban sin rumbo por el extenso pasillo iluminado por la tenúe luz de la luna que entraba sin permiso por los enormes ventanales, hasta que vieron un cartel que les llamó la atención a ambos.

"PSIQUIATRÍA. SALA OCHO"

Emocionados, entraron corriendo a la gran sala que estaba por demás sucia y descuidada. La misma estaba pintada de un blanco que en algún momento llegó a ser puro, tenía dos camas grandes en el centro y estaba cubierta de estantes no punzantes. Se ve que, en algún momento, alguien había intentado robarse una televisión que colgaba de la pared, sin éxito.

Valentín observaba con admiración la estructura del lugar, el tiempo que se habían tomado los arquitectos en diseñar semejante habitación, donde las paredes eran altísimas y tenían una particularidad que, si bien no entendía, lo hacía sentir inquieto. Todo lo que abarcaba la habitación era bastante escalofriante para su gusto, sentía que estaba invadiendo el lugar de alguien, sin distinguir quién.

Por otro lado, Matías miraba de un lado hacia el otro, aburrido. Nada en ese lugar le generaba algo realmente, solo le exitaba pensar la razón de por qué estaban ahí. La adrenalina de estar en un lugar no debido, prohibido, para encima hacer algo moralmente no correcto, lo hacía sentir más que vivo. Le gustaba sentirse así, quería hacer esto.

— Bueno Valu, dale, hagamos lo nuestro.

Valentín asintió rápidamente saliendo de su ensoñación, comenzando a sacar las cosas que trajo de adentro de su mochila.

Primero, extrajo de la misma dos botellas de lubricantes chiquitas y totalmente llenas. Segundo, sacó un látigo, un vibrador de veintidós centimetros de largo, un collar con mordaza, una soga, dos pares de esposas y un antifaz; todo de cuero rosa. Por último, los dos disfraces de médica sexy que habían comprado por mercado libre la noche que decidieron hacer esto.

El disfraz consistía en un body de lencería blanco, con bordados en rojo decorando y una cruz gruesa en el medio. Una binchita, medias largas blancas y un estetoscopio. Era perfecto.

Matías, sin perder el tiempo, colocó sábanas blancas que había traído de su casa en las dos camas de tamaño matrimonial, no sin antes sacudir los colchones usados lo más que pudo con él fin de sacarle toda la mugre -o al menos un poco-.

Con ayuda de una escoba vieja que encontró reposando contra la pared, barrió apresuradamente toda la sala. Después, ubicó las velitas que trajo en los espacios que consideraba estratégico para el video.

— ¿Estás listo? — le preguntó al pelirrojo, que le respondió con un suave sí, acompañado de un leve sonrojo.

Pero, ¿qué iban a hacer? Bueno, la idea surgió cuando, una noche, un Matías aburrido se puso a pensar. Y Matías aburrido era peligroso.

"¿Te daría celos si se la chupo a Agustín?", le había preguntado a Valentín, en un ataque de pensamientos. Su amigo le dio una mirada dura, más seria que nunca.

"¿Pero qué mierda me preguntas, tarado?" le respondió, enojado ante al atrevimiento de su mejor amigo que insinuaba querer hacerle sexo oral a su novio, a pesar de él también estar en pareja.

pánico en sala ocho; giay x barco x soulé x véliz Donde viven las historias. Descúbrelo ahora