—Si te llaman mi perra, tú dices que eres mi perra. Un susurro caliente contra su oreja, mientras el firme, musculoso, cuerpo presionó contra él por detrás. —Tú eres mi propiedad, Ojos Miel. Recuerda eso. Mí cosa.
Seungmin se despertó sobresaltado y se quedó mirando el techo confundido por un momento antes de recordar en donde estaba. Su dormitorio. Correcto. Él ya no estaba en la prisión. Se había acabado. Era libre.
Era libre de él.
Un ronquido tranquilo justo a su lado hizo a Seungmin voltear la cabeza.
Ryujin dormía a su lado, su bonito rostro pacífico y su piel, como de porcelana, brillante a la luz de la luna que llegaba de la ventana.
Se había acabado.
Se había acabado.
Seungmin lo repitió durante los siguientes minutos, pero fue inútil: él todavía estaba tenso y en alerta, en más de un sentido.
Cerró los ojos y respiró profundamente, tratando de coincidir con la respiración de su novia.
No funcionó.
Quizás Ryujin tenía razón y él realmente necesitaba ver a un terapeuta después de todo.
—Fue una experiencia traumática para ti—, ella le había dicho solamente el otro día. —Un psicólogo te ayudaría, amor.
Una experiencia traumática.
Los labios de Seungmin retorcidos. Ella no sabía ni la mitad, aunque a veces se preguntaba si ella sospechaba algo. Ryujin nunca había preguntado, pero no era estúpida. Teniendo en cuenta sus... problemas, probablemente ella sospechaba que algo le habían hecho a él en la cárcel. Ella probablemente pensó que había sido violado.
Una risa áspera escapó de la garganta de Seungmin. Si tan solo ella supiera. Incluso pensando en la expresión de Ryujin si alguna vez se enteraba... Hizo su cara arder de pudor y vergüenza. Nunca se había considerado a sí mismo homofóbico y había sido de la opinión de que no había nada malo en ser gay; simplemente no tenía nada que ver con él. Siempre supo que era heterosexual.
¿Qué pensaría su mamá si ella estuviera todavía viva?
Seungmin tragó duro. Había pasado casi un año desde que había muerto - él todavía estaba en prisión en ese entonces - y el dolor se había embotado, pero en momentos como este, de soledad, momentos solitarios, la extrañaba.
Suspirando, Seungmin giró sobre su estómago y hundió la cara en la almohada. Cerró los ojos e intentó contar sus respiraciones, trató de centrarse en cuantas respiraciones estaba tomando, dentro y fuera. No funcionó. La almohada era demasiado suave. El colchón era demasiado suave. La habitación estaba demasiado caliente.
Maldita sea.
Un año. Él había estado en la cárcel sólo por un año, pero todo - su libertad, Ryujin, su relación - todavía se sentía surrealista. A veces, sentía como que su entorno desaparecería en cualquier momento y sería reemplazado por una pequeña, fría celda y un brazo pesado, posesivo, colgando sobre su estómago.
Seungmin maldijo entre dientes. No. No pensaría sobre eso. No pensaría en él. Se había acabado. Era normal de nuevo.
Lo era.
* * *
Ryujin era muy bonita, con curvas en todos los sitios correctos, y esbelta en cualquier otra parte. Ella haría salivar a cualquier hombre con sangre roja.