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Cartagena de Indias, 21 de abril de 1740
—Niña, apresúrate que ya vamos tarde. El puerto es un hervidero de gente y hay mucha faena todavía por hacer...
Hyori miro a su hermano con rabia, pero no dijo nada en respuesta. Se limitó a apretar la mandíbula con fuerza mientras su madre continuaba alisándole su melena de color negro azabache.
—¿Están listos los panecillos? ¿Y los bollos de maíz? —Continuo el Joven, ajeno a la mirada iracunda de las dos mujeres—. Hoy es un día importante, sin duda. Se rumorea que en alguno de los dos barcos avistados viene alguien importante, aunque nadie me ha dado razón de quién pudiera tratarse. No obstante quien me da informado no debe estar muy equivocado cuando el propio comandante Jackson y el coronel Kim NamJoon, han salido a recibirlos. Así que Andate avispada, niña, que tengo el presentimiento de que por fin vamos a tener éxito en nuestros propósitos.
—¿Nuestros?—Pregunto Hyori alzando la ceja—. Más bien valdría afirmar que tuyos, querido hermano. Su madre jalo del mechón que tenía entre las manos con la intención de hacerla callar. No tenía sentido que sus dos hijos comenzarán una discusión, sabiendo de antemano quien tenía todas las de perder.
—Si, niña...nuestros. ¿Acaso se te olvida cual es tu papel en esta Familia?
—Imposible olvidarlo contigo al lado...—Refunfuño a modo de protesta—. Llevas repitiendo la misma cantinela desde que tengo uso de razón.
Yoongi nego con la cabeza.
—no entiendo lo mucho que nos jugamos, ¿Verdad?
—¡Pero lo que pretendes no es necesario! —Protesto airadamente—. Tenemos un trabajo honrado, un techo sobre nuestras cabezas que nos protege, un huerto bien surtido que hace que nos falte el alimento en la mesa. ¿Porque deberíamos aspirar a algo más?
—Porque nuestra posición es débil, niña. Para empezar, necesitamos de bienes que no podemos conseguir si o no es a través de del comercio peninsular. Las provisiones de harina van disminuyendo con demasiada rapidez, y parece que olvidas que la Flota de Galones, que es nuestro principal suministrador, hace ya tres años que no aparece por estás costas. Y, por otro lado, como cabeza de familia, he de velar por la protección de todos nosotros, y si...
—¡Ya lo sé! —Rebatió, consciente de lo que vendría a continuación—. Pero esa seguridad debes de proporcionarla tu, no yo.
El mayor de los hermanos estuvo a punto de replicar cuando su madre intercedió entre los dos.
—Tengamos la fiesta en paz, hijos míos— intervino Doña Irene de manera conciliadora—. Después de tanto tiempo sin que uno de nuestros navíos aparezcas por Bocachica, creo que que es momento de agasajar a los recién llegados y de hacerles sentir bien recibidos. No es ovación ni de causado disgustos, ni de levantar disputas familiares, ¿No os parece?.
