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JungKook firma al pie de lo que parece una página infinita antes de pasármela a mí. Cojo el bolígrafo y firmo antes de darle demasiadas vueltas. «Estamos listos para dar este paso. Estoy listo para hacer esto», me repito. Sí, somos jóvenes y no hace mucho que nos conocemos, pero sé que lo quiero más que a nada y que él me quiere a mí. Mientras eso no cambie, lo demás irá bien.

— Muy bien. Aquí tenéis las llaves.

Robert, que así es como se llama el hombre porque eso dicen todos los papeles que acabamos de firmar, nos entrega dos juegos de llaves, se despide de nosotros y se va.

— Pues... ¿Bienvenido a casa? —dice JungKook en cuanto estamos solos.
Me echo a reír y me acerco a él para que pueda abrazarme.

— Es increíble que ahora vivamos aquí. No parece de verdad. —Mis ojos examinan la sala de estar.

— Si alguien me hubiera dicho que iba a vivir contigo, o a salir contigo, hace dos meses, me habría partido de risa en su cara... O se la habría partido de una hostia... Cualquiera de las dos cosas.

Sonríe y me coge la cara entre las manos.

— Eres un amor —lo pincho, y lo abrazo—. Aunque es un gran alivio tener un sitio sólo para nosotros. No más fiestas, ni compañeros de habitación, ni duchas comunitarias.

— Y nuestra propia cama —añade con ojos brillantes—. Tendremos que comprar cosas como platos y demás.

Le pongo la mano en la frente.

— ¿Te encuentras bien? —Sonrío—. Hoy estás de lo más colaborador.

Me aparta la mano y me la besa.

— Sólo quiero estar seguro de que estás contento aquí. Quiero que te sientas como en casa... conmigo.

— Y ¿qué hay de ti? ¿Te sientes en casa?

— Para mi sorpresa, sí —responde asintiendo con la cabeza y mirando alrededor.

— Deberíamos ir a por mis cosas —digo—. No tengo mucho, sólo algunos libros y mi ropa.

Mueve la mano como si hubiera hecho un truco de magia.

— Ya está hecho.

— ¿Qué? —pregunto.

— Te he traído tus cosas de tu habitación. Está todo en el maletero de tu coche —me explica.

— ¿Cómo sabías que iba a firmar? ¿Y si no me hubiera gustado el apartamento? —Sonrío.

Me habría gustado poder despedirme de Momo y de la habitación que ha sido mi hogar durante los últimos meses, pero a Momo volveré a verla pronto.

— Si éste no te hubiera gustado, habría buscado otro —dice muy seguro de sí mismo.

— Vale... —asiento—. Y ¿qué hay de tus cosas?

— Podemos ir a recogerlas mañana. Tengo ropa en el maletero.

— Y ¿eso por qué? —Siempre lleva un montón de ropa en el coche.

— La verdad es que no lo sé. Pero uno nunca sabe cuándo va a necesitar ropa. —Se encoge de hombros—. Vayamos a comprar lo que nos hace falta para la cocina y comida.

— Vale. —Tengo mariposas en el estómago desde que puse el pie en el apartamento—. ¿Puedo conducir yo? —pregunto cuando bajamos al vestíbulo.

— No lo sé... —Sonríe.

— Me has pintado el coche sin mi permiso. Creo que me lo he ganado.

Tiendo la mano en su dirección para que me dé las llaves y pone los ojos en blanco pero me las da.

KOOKGI : DESPUÉSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora