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La señorita Lee, sentada cómodamente en su asiento de primera clase en el avión rumbo a China, hojeaba un dossier con la etiqueta "Inauguración Caly's Beauty Beijing". A su lado, su asistente, una mujer de mediana estatura y unos 33 años, se inclinó hacia ella con un aire de urgencia.

"Señorita Lee, su padre ha pedido que vaya directamente a su mansión en cuanto aterricemos en China. Dice que tiene algo importante que decirle," informó la asistente, mirando a su jefa con expectativa.

La señorita Lee miró brevemente hacia arriba y respondió con calma: "Dile que no puedo ir hoy, tengo mucho trabajo. Iré mañana a primera hora."

"Entendido," respondió la asistente, retirándose a su asiento.

 Lee Mei-yin siguió revisando sus documentos, pensando en el día ocupado que tenía por delante.

AL DÍA SIGUIENTE

Eran las 6:02 de la mañana cuando Lee Mei-Yin y su asistente, Min, se dirigían hacia la casa de su padre. El amanecer apenas comenzaba a iluminar el cielo, dando un tono rosado a las calles tranquilas.

"La última vez que vine a esta casa fue cuando tenía 5 años," comentó Mei-Yin, mirando por la ventana. "Esto me da tanta nostalgia. En fin, ¿qué tenemos para hoy? ¿Aparte de esa ridícula reunión con mi padre?"

"Hoy es su día libre," respondió Min.

"¿HOY!?" exclamó Mei-Yin, claramente sorprendida.

"Así es, de hecho, tiene todo el mes libre."

"Pero, ¿y los anuncios? ¿Las firmas? ¿No tenía entrevistas?"

"Todo eso ya lo hicimos ayer," dijo Min, ya no pudiendo reprimir su risa ante la sorpresa de su jefa.

Mei-Yin se recostó en su asiento, aún asombrada. "Waoo, hace como dos años que no tengo días libres."

"Usted ama trabajar y ha tenido días libres, pero en lugar de descansar, sigue trabajando más y más," comentó Min.

"Ya que estamos en China, ¿por qué no visitamos a su tía y su prima? Escuché que Tong Yao ahora es una jugadora profesional de ciberdeporte," sugirió la asistente Min

"¿TONG YAOO!?" exclamó Mei-yin

La asistente sonrió levemente. "Se la pasa metida en el trabajo que ya ni siquiera ve redes sociales a menos que sea por trabajo. En serio la admiro mucho, señorita Mei. Yo estoy muerta con solo 3 horas de trabajo."

"Realmente no sé qué me pasa, me he vuelto así desde que mamá murió," confesó Mei-Yin, mirando hacia el horizonte con una mezcla de tristeza y reflexión.

"Extraña mucho a su madre, ¿verdad?" preguntó Min suavemente.

"Sí, Tong Yao y mi tía son lo único que me queda de mamá, aparte de la empresa, claro."

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Al entrar en la mansión del padre de Mei-Yin, ambas mujeres se encontraron envueltas en un silencio profundo. ¿Sería posible que hubieran llegado demasiado temprano, y que el señor Lee aún estuviera dormido?

"¿Señorita Min, usted le dijo a mi padre que vendríamos a esta hora, verdad?" preguntó Mei-Yin

"Estoy completamente segura," respondió Min, mirando alrededor. "Por cierto, ¿su padre hace cuánto que está solo en esta casa?"

"Como hace tres años, prácticamente desde que murió mi madre," contestó Mei-Yin con un tono melancólico.

Las luces estaban apagadas, y el único sonido era el del viento golpeando contra las ventanas. La asistente Min y Mei-Yin, unidas de la mano, avanzaron lentamente por la casa. Cada paso que daban parecía amplificar el silencio y la oscuridad de la enorme mansión, generando una atmósfera casi fantasmagórica.

A medida que se adentraban más y más en la mansión, un sentimiento de inquietud empezó a crecer en ellas. La familiaridad de la casa, mezclada con la ausencia y los recuerdos, creaba una sensación casi palpable de nostalgia y misterio.

Las dos mujeres, entraron temblando a la cocina, sus corazones latían fuerte ante la incertidumbre. De repente, las luces se encendieron, revelando un panorama que las sumió en un estado de asombro. Un gigantesco letrero iluminado anunciaba con cariño: "Feliz Cumpleaños, Lee Mei-yin".

El bullicio alegre de los cocineros y el personal de la casa llenaba el ambiente, todos emocionados por capturar ese momento especial. Entre la multitud, el padre de Lee Mei-yin emergió con un pastel magnífico adornado con velas titilantes. Su rostro reflejaba pura felicidad mientras le ofrecía el pastel a su hija, deseándole un cumpleaños lleno de alegría con una sonrisa que iluminaba la habitación.

Mei se cuestionaba en silencio: ¿en serio era necesario todo este alboroto por su cumpleaños? Ella ni siquiera planeaba celebrar su cumpleaños y todo parecía tan falso y absurdo. Estaba bastante segura de que su padre no organizaba esto solo por cariño; definitivamente había algo más en juego.

Después de dos horas, Mei solo quería salir de esa casa y alejarse de la farsa. Fue entonces cuando su padre la llevó al jardín para "conversar".























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