Happy X-mas, Ángel.

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25 DECEMBER, 1965 – CROWLEY'S HOUSE. MAYFAIR, UK, LONDON

Si les preguntasen a los humanos qué es lo que más disfrutan del año, todos responderían que las festividades. Por supuesto, hay muchas festividades, como lo son Día de acción de gracias, con el clásico pavo al horno, ensalada dulce, puré de papas, vino para los adultos y jugo de naranja para los más pequeños. Una reunión familiar para gritarle a la televisión como si su equipo favorito pudiera escucharlos decir que pasen el maldito balón o algo por el estilo. También está Halloween, una época donde los más pequeños se disfrazan de monstruos, entidades sobrenaturales, personajes y posibles cosas que a su edad creen geniales, como un policía, astronauta, bombero, doctor, por mencionar algunos; y luego, salen a pedir dulces, que por alguna razón las personas les dan. Seguramente si algún día fuese Frankenstein y les tocara la puerta para pedir chocolates dirían que no, es más, ni siquiera le abrirían, algo irónico, ¿no?

San Valentín, el día de San Patricio, Hanukkah, año nuevo, carnavales, semana santa, y MILES de festividades más que si nombramos no terminaríamos en un tiempo consideradamente largo. Sin embargo, la mayoría de los humanos dirían que la mejor festividad de todos los tiempos es Navidad. Sí, esa noche donde todos los niños esperan los regalos de Santa Claus, y esperan haber sido lo suficientemente buenos para que no les den un pedazo de carbón o estén en la lista negra. La familia se reúne, hay risas, abrazos, intercambios de regalos donde posiblemente uno regala un coche y le regresan una tupsi-bota; se cantan villancicos, se pide posada, hay fuegos artificiales y lo más importante, ensalada de manzana y mucha comida.

La cosa es que no todas las personas experimentan la navidad de la misma manera (incluso unos ni siquiera la celebran). Y ese es el caso de Anthony J. Crowley. Para Crowley la navidad no es nada más que un día más en su vida; pero eso no quiere decir que no la disfrute, en realidad lo que más le gusta de la época es salir a ver a las familias divertirse, ser felices, convivir todos juntos, y por supuesto, iniciar peleas de nieve al estilo Jack Frost (trabajo meramente demoniaco). En sí, ver a los humanos ser... humanos.

Anthony llevaba viviendo en su departamento de Mayfair aproximadamente 4 años y, ciertamente, nunca había celebrado una navidad. Crowley solo conocía a alguien: Aziraphale. Y estaba más que seguro de que él ángel no era muy fan de celebrar ese tipo de festividades, y mucho menos con él. Es decir, el celebrar el disque nacimiento de Jesús y que nada tuviera esas intenciones, además de que, ¿por qué Crowley celebraría eso? Aparte de que seguramente se encontraba sumamente ocupado con todas las requisiciones que hace la oficina del cielo. Y, por otro lado, ¿quién podría querer estar con alguien como él en las épocas navideñas? Estaba muy seguro de que había mejores compañías.

Lo único bueno, era el vino. ¡Viva el vino!

Tal y como lo pensaba Crowley, Aziraphale tampoco celebraba navidad. Pero no porque no le gustara, si no porque no tenía con quién celebrarla; solo conocía a alguien: Crowley. Pero seguramente a Crowley no le gustaba celebrar esas festividades donde se celebraba el nacimiento de Jesús, siendo él un demonio.

Mucha gente invitaba a Aziraphale a cenar por aquí y por allá, era alguien muy conocido. No obstante, Ezra siempre rechazaba todas las invitaciones; porque hay algo cierto aquí. Los humanos mueren. Entablar relaciones con los humanos era sumamente doloroso; quererlos, compartir y cuidar de ellos hasta el final de sus días, también lo era. Pero lo peor es lo que venía después de eso, continuar como si nada hubiese pasado y seguir con tu vida. Era un riesgo y una experiencia que Aziraphale no estaba dispuesto a vivir.

Por eso se conformaba con dar vueltas por el centro de Noruega y observar a las personas prepararse para recibir la navidad.

El día de hoy, 24 de diciembre del año 1965, víspera de navidad, no era diferente. Ezra se levantó, arregló y salió a las frías calles a observar a todos. Habían pasado 15 años desde que la oficina central del cielo no se comunicaba con él, lo que le preocupaba, no por que algo anduviera mal, sino porque todo andaba bien, y eso le hacía pensar en Crowley y sus travesuras, ¿estaría bien? Lo último que supo es que se había asentado en Mayfair, Londres; en un apartamento sumamente grande y lujoso.

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