¿Cómo se batea esta bola?

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La cabeza de Pam no abandonó toda la tarde el pensamiento de que Christopher en cualquier momento se despedirá de ellas para siempre. Para evitar quebrar en llanto y olvidar su agonía no dejó de mirar su celular, trataba de ocupar su mente viendo videos sobre lo que sea, pero a pesar de que el algoritmo es eficiente para identificar lo que necesitaba ver, no fue suficiente.

La tarde en la alberca fue incómoda; Christopher se da cuenta de que no es la persona favorita de sus hijas y que, para dejar de ser un extraño, existe una lista grande y pesada de cosas por hacer. En un año de la última visita, todo cambió.

Al salir de la alberca, Christopher se da cuenta que ha olvidado traer toallas para secarse, se percata de que lo primero que iba a hacer era llamar a Louise para pedirle ayuda. Está tan acostumbrado a que siempre ella solucione todo, a que siempre esté para él. Le duele saber que eso se acabó, pero se convence de que no es así.

Le sorprende el dolor que le produce pensar saber que ese sería el último momento que tendría junto a sus hijas, sabe que llegará un auto la próxima semana y que estará lejos por lo menos cuatro meses. Sabe que ellas se merecen más, que necesita más tiempo para despedirse. Se sorprende de lo mucho que le está afectando la situación y que está decidiendo con base en sentimientos.

Por su mente pasan los escasos recuerdos que ha compartido con ellas, que han sido pocos, pero los atesora dentro de la carpeta de memorables y extraordinarios, donde no tiene muchos. Recuerda cuando tomó la mano de Pam por primera vez, era tan pequeña y suave.

No entiende cómo un viaje rutinario que tan solo tenía el objetivo de verificar que todo estuviera en orden, terminó de esta manera.

Siente una intuición en el pecho. Lo decide. Se quedará con ellas. Sabe que todo se irá al carajo con su decisión. 

Las mujeres del héroeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora