Christopher entra a la sala, todos se sorprenden, la mayoría no lo conocía en persona.
—Christopher, un placer verte de nuevo —dice un hombre mayor robusto con barba blanca vestido en un traje gris quien se encuentra hasta el otro lado de la mesa fumando un cigarro—. Eric nos comentó sobre tus problemas y quiero que sepas que los entendemos, y vamos a apoyarte en todo lo que está en nuestras manos, que sabes que es mucho, pero no sabemos qué tan factible sea que te quedes aquí.
—Mi estimado Tom, siempre rompiendo el hielo y las reglas, espero que hayas visto ese anuncio de no fumar que está justo detrás de ti. No quería que se enterarán sobre la naturaleza de los problemas personales que estoy atravesando, pero gracias, Eric por eso —Christopher lo ve a los ojos y Eric le esquiva la mirada—. Lo importante de este asunto, Tom, es que me ausentaré, y debemos trabajar de esa manera por unos meses.
Se escucha un silencio en la habitación, se sabe que existen muchos lobos en la sala que no les gustan recibir órdenes.
—Entiendo, Christopher, pero ¿de qué manera quieres trabajar? Es imposible lo que nos estás pidiendo.
—Lo que no entiendo es porque parece que estoy pidiendo permiso. Les estoy informando.
—¿Por qué no nos tranquilizamos un poco? —dice Eric.
—Christopher, lamentamos si has entendido que pensamos de esa manera, sabes que eres indispensable para la organización y que tú tomas las decisiones. Solo debo externar que la causa de tu ausencia nos da cierta incertidumbre y que, en nombre de los demás miembros de la organización, creemos que no debería ser causa de ausencia. Es una muestra de debilidad —Tom apaga su cigarro sobre el escritorio.
—¡No estoy pidiendo su maldita opinión sobre mis decisiones personales!, ¿estamos claros? En este momento estoy rodeado de hombres que nunca han tenido una maldita gota de sudor en la frente —Christopher se levanta de la silla para poder tomar una posición más dominante—. Esperaré la propuesta, Tom, yo mismo entrevistaré y capacitaré a las personas. Que tengan excelente día, caballeros —dice Christopher abandonando la sala.
Las personas presentes se quedan en silencio, la junta fue mucho más breve de lo esperado.
—Estimado Eric, ya estamos trabajando en este asunto, ¿cierto? —pregunta Tom.
—Sí, ella nos lo ha hecho demasiado fácil, es cuestión de tiempo.
—¿Por qué razón regresó? ¿La muerte de su suegro? Le faltaban meses para que regresara.
—Pareciera que sí —responde Eric.
—Como odio los imprevistos, pero será cuestión de horas para que quiera regresar. No planeo perder un segundo más, Eric, tranquiliza a tu amigo, que no se le olvide cómo funciona esto. Vámonos, señores, aquí no queda más que hacer —dice Tom mientras también se retira de la sala junto con varios de sus escoltas.
En aquella sala acaba de haber un desacuerdo que podría resultar en una explosión corrosiva para todo el mundo. Cuando queda a solas Eric, toma un sorbo profundo a su café, da algunas vueltas en su silla y sonríe: «Y esos pobres hijos de puta no tienen idea de lo que viene».
Christopher sale furioso de la oficina. No sabe en qué momento el control de lo que pasa en su mundo salió de sus manos, ahora tiene que hacer todo por medio de permisos. Arranca la camioneta sin decirle nada a las personas que lo habían escoltado, conduce lo suficientemente rápido para perderlas. Sabía desde el inicio, que la alianza con el parásito de Tom se convertiría en un dolor de cabeza. El pecho le arde e incluso le genera un ataque de tos.
Recuerda cómo le temblaban las manos a Mary cuando le dijo que vendría a la oficina, se pregunta si también ella le estará mintiendo, si todo lo que le ha dicho Louise es una mentira.
Conduce hasta lo alto de una montaña, sale del auto y grita con todas sus fuerzas. A lo lejos se aproximan unas sirenas, sabe que ya vienen sus niñeros por él.
«Hoy vas a tomar el maldito control de todo, Christopher».
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Las mujeres del héroe
Ficțiune generalăLouise está segura de dos cosas: ama a su esposo de manera desmedida e infinita, pero debe dejarlo. El sacrifico que implica ser la esposa y madre de las hijas del general Christopher Williams está costándole la cordura. Su decisión será una bomba...