Siempre algo puede ser peor

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Se detiene la transmisión. Christopher se pregunta cuál es la reacción que debe tener. Su esposa pasó de pedirle el divorcio a exponer su vida en televisión nacional para catalogarlo como asesino de omisión. El dolor de cabeza que había sido dominado vuelve a aparecer punzante y con ritmo.

Se pregunta qué es lo que debe explicarle a sus hijas. Se pregunta cómo fue tan iluso para no ver el trasfondo. Comienza a digerir las palabras. Comienza a dividir en escenas la narración. Sabe que es cierto que la gente de Tom juega sucio y que han tenido desacuerdos, además acepta que es totalmente capaz de realizar atrocidades cuando las cosas salen de su control, el homicidio de Johnny puede ser un escenario factible.

Segundo acto. Él sabía sobre los primeros intentos de divorcio de Louise y fue responsable de que no procederían, finalmente, todo tenía solución, sin embargo, ya no está convencido de ello. Tercer acto. Acepta que esto es un desastre y que debe controlarlo a la brevedad, no quiere reflectores en donde no debe haberlos.

Cuarto acto. Se dice que debe identificar a quiénes están ayudando a su mujer, corre mucho riesgo y es prioridad mantenerla viva. De pronto, su voz interior analítica, después de unos minutos de total concentración y acción, se apaga.

Ahora, una parte de él que juró enterrar vuelve a resurgir. Es un hecho, Louise quiere dejarlo, y ahora no habrá regalo o promesa que parezca enmendar lo que está dañado. Debe hacer algo fuera de lo común, debe hacer algo que rompa el camino trazado.

Desde hace varios minutos estaba ignorando el celular. Respira profundo y analiza que personaje debe interpretar de ahora en adelante. Lo decide. A los pocos segundos, alguien toca a su puerta.

—Antes de que explotes, escúchame —dice Eric entrando a la habitación y cerrando nuevamente la puerta con seguro.

—Soy todo oídos —dice Christopher sin abandonar su ecuanimidad ni su silla.

—Esa mujer sacó todos los datos de contexto. Ella está muy enferma, Christopher, tuve que actuar y tú no estabas aquí.

—Vaya, no sabía que en mi propio divorcio no tenía ni voz ni voto, dime, ¿dónde están los papeles de la clínica de los que habla ella?

—No existen. Es un invento.

—Si planeas mentirme, te deseo la mejor de las suertes. Sabes que esa mujer es intocable.

—Lo que debe preocuparnos es quién está detrás de esto realmente, exhibirte en medios internacionales, deben tener los pantalones bien puestos, pero dime, ¿qué planeas hacer?, sabes que irán detrás de...

—En este momento solo quiero ser el hombre que te golpea en la cara y desaparece una semana para emborracharse.

—Puedes serlo, pero la mañana siguiente de esa semana te darás cuenta de que solo has pospuesto el peso de la realidad.

La conversación es interrumpida por un pitido. Proviene del teléfono del estudio.

—Diga —contesta Christopher.

—Señor Christopher, vienen por las niñas y la señora Mary. Traen una orden judicial. 

Las mujeres del héroeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora