Una luz

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Louise lleva dormida todo el día, no ha logrado tener ánimo para comer. Se encuentra en ese momento donde las emociones se han vuelto tan corrosivas y tóxicas que paralizan el cuerpo y se vuelve complicado hasta respirar.

Le ha dicho a Greta y a toda su gente que no está preparada para hacer más declaraciones y que se vayan a la mierda. La única voz que quiere escuchar en este momento es la de su propia conciencia, que le reclama que fue una estúpida por creer una vez más.

En cualquier momento pueden darle la peor noticia de todas. Ha formulado las distintas oraciones que saldrán de la boca de la persona que le informe que sus hijas ya no están aquí. Por más que ha intentado sacar esos pensamientos de su cabeza, han sido atornillados profundamente, siente que la esperanza que le queda la está hiriendo como una bala.

Lleva horas viendo la pantalla del celular, esperando que su madre se comunique. Intentó llamarla varias veces, pero llegó al límite de llamadas que el vendedor le dio para que el aparato no pudiera ser rastreado. Ese celular lo escondió fuera del hospital antes de que la ingresaran, en unos árboles de la entrada.

Logró esconderlo aparentando que debía vomitar lo antes posible para que la dejaran alejarse un poco. Nunca pensó que funcionaría su plan, pero una vez que la ayudaron a escapar, ahí estaba, intacto, al parecer sí era tan resistente como le habían dicho cuando los compró.

Recuerda que tuvo que decirle a Eric que quería comprar una bolsa costosa con piel de animal prohibida ilegal que debía ser pagada en efectivo para disimular el gasto. No ha sabido de ellas desde que le marcó a su madre para dar señales de vida. Le duele pensar que quizás esa fue la última vez que escucharía la voz de su madre, trata de recordar cada palabra.

En medio del desastre emocional interno y el silencio de su habitación, decide tomar un descanso y le pide a su mente enfocarse en un recuerdo feliz de su vida antes de Christopher.

Sus recuerdos la transportan al momento en que su padre decidió comprar una van para viajar a los distintos parques donde podía realizar pesca deportiva en el país. Su madre nunca quiso acompañarlos, por lo que se volvió un espacio para ellos dos.

Recuerda esa vez que su padre perdió una caña bastante cara por haber pescado un animal tan pesado que perdió el control, estuvo a unos centímetros de haber caído al agua también. Recuerda a su padre maldiciendo al animal y también la risa que le provocó el suceso.

Ese recuerdo tan solo la hace extrañarlo más y sentirse más culpable por sus decisiones. Si nunca hubiera conocido a Christopher, quizás aquí estaría su padre y hubieran terminado la lista que tenían de lugares para pescar.

A pesar de que su mente hacía un excelente trabajo para distraerla, logra escuchar un pitido, de pronto una fuerza resurge en ella para lanzarse sobre el teléfono y poder ver de qué se trata.

Después de recordar cómo servía, puede ver un mensaje y abraza el celular, una lágrima recorre su rostro, quería gritar de felicidad, pero prefiere disimular y guardar esta información para sentir que tiene cierta ventaja sobre los demás. Recibe la clave que le enseñó a su madre para expresar que están a salvo y lo acompañó con un emoticón de una palmera.

Las mujeres del héroeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora