44

64 10 0
                                    


— Confirmado, Pariston volvió a la Isla.

Ging finalmente sonreía de felicidad, la maldita cosa problemática finalmente volvió a dónde pertenecía.
Su hijo había estado algo pensativo los últimos días debido a la serpiente manipuladora esa, pero ahora que sepa que finalmente se ha marchado es seguro que este feliz.

— Fiu, pensé que nunca se hiria. — podía sentir como la cola de su hijo rozaba la palma de su mano.

Oh sí, oh sí, ajá, ajá. Ya se fué, ya se fué.

Hacia un bailecito mentalmente que era reflejada en su cola inquieta a su espalda, podía sentir cada célula de su cuerpo bailar de la emoción que sentía. Había sido un verdadero dolor en el trasero tenerlo encima todos los días, molestando con lo mismo de que lo iba a separar de su pareja.

¡Cómo si eso se pudiera! ¡Quería gritarle en la cara mientras le dice todas las maldiciones que puedan haber en el mundo humano! ¡Joder lo hasta que el que quiera morirse y alejarse sea él! Sus entrañas se movían de la emoción también, una semana había pasado desde su mayoría de edad y su primer celo; y la repentina noticia de que la serpiente gay finalmente se fue, es lo mejor.

¡Por fin mi viejo podrá andar por la mansión sin miedo a ser tocado por ese bastardo!

Miró con ojos brillantes a Hisoka, el humano que hizo posible tremenda celebración.

Nuestro humano es increíble.

Y está vez está de acuerdo en su totalidad con su otra parte, la más emocional e instintiva con la que se ha estado relacionando en esa semana.

— ¿Dijiste que estabas haciendo un nido?

Gon despertó de sus pensamientos cuando Hisoka miró a su padre.

— ¿Nido? ¿Con quién anidaras? — alzó una ceja.

Morrow se levantó y abrazo al chico por la espalda, besando una mejilla para ver su lindo y tímido sonrojar apoderarse de esa hermosa y tersa piel bronceada. Como un rico rollo de canela, lo único que se le a permito hasta ahora es abrazarlo o darle besos; y agradece eso, ya que no podria estar muy lejos de su fruto.

Es un premio más que un castigo. – sonrió a Ging.

— No tengo idea de cómo Kite se enteró de la purificación de sangre. — suspiró.

Oh... Parece que es algo que no debía saber.

Gon reprimió una mueca de susto, mirando a su padre verlo con el ceño fruncido a la vez que solo abre los brazos para que su cachorro vaya a darle un abrazo.

Uh... Papá está enojado.

Su instinto meneaba la cola cuando su papá le beso la frente, tan feliz de ser mimado por él; se sentía como cuando era solo un cachorro inepto que se caía con su propia cola.

— ¿Purificación de sangre? — ambos se tensaron cuando el mago habló.

Fingire demencia.

Gon sonreía a su padre, ignorando la pregunta que iba hacia él obviamente. Y al mismo tiempo diciendo a su padre que no diga nada de lo que, quizás después, se arrepienta. ¡Hisoka podría hacer algo si se llega a enterar sobre los efectos de la maldita flor Inholora que Kite había descubierto hace poco!

Ging alejó a su cachorro, besando nuevamente su frente y se acercó a la puerta.

— Lo único que tienes que saber es, qué ese bastardo albino va a dejarme seco.

Cerró la puerta poco después, dejando a la pareja muy juntitos, cercanía que se había vuelto costumbre en esa larga semana que se había vuelto corta de repente. ¡El amor hace que todo pase tan rápido! Aunque... ¿Podría llamarse amor lo que los dos sienten en ese preciso momento?

La Gran Subasta [Hisogon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora