17 de agosto - OLAYA

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17 de agosto

OLAYA

La feria bulle de actividad, aún no es muy tarde así que hay un montón de familias con niños. Muchas tienen rostros que conozco, pero a otros no los he visto en la vida y me hacen preguntarme qué es lo que les ha traído a Alondra. La playa, el sol, el verano, ¿cuántos regresarán el año que viene y cuántos se olvidarán de este pequeño rincón que supone mi vida entera?

Cayetano me saca de mis pensamientos cogiéndome de la mano. Lleva unos días que lo hace mucho cuando hay gente y, aunque trato de no leer entrelíneas para no hacerme ilusiones tontas, el corazón me late como un loco incluso cuando me ha soltado.

Me siento estúpida en estos momentos.

Las palabras de mamá también resuenan con fuerza en mi cabeza: nada de atracciones peligrosas por mi brazo. Para ella, todo lo que no sea la noria, las casetas de tiro y la tómbola, es peligroso. Nos ha hecho prometer que le haríamos caso, pero no encuentro muy difícil romper la promesa, lo único que me lo impide es saber que no duraría ni treinta segundos en el toro mecánico.

Mi amigo, Cayetano, nos lleva donde hemos quedado con nuestros otros amigos, lo alondrinos. Se me hace muy raro llamarlo así, aún me va a costar acostumbrarme.

Dafne se está comiendo un perrito caliente y César tiene un enorme algodón de azúcar azul. Se me antoja uno de cada. Y una limonada, porque tengo muchísima sed.

Alex, por suerte, no está con ellos. No sé qué le ha dado pero lleva insoportable desde la fiesta, aunque antes no es que fuera menos cansino. No echo de menos que se meta conmigo, ni que me ponga la zancadilla, pero sí que se limitase a eso nuestra relación. No quiero ser su amiga, no quiero llevarme bien con él. De hecho, preferiría que los demás dejasen de hablarle y no volvieran a reirle las gracias.

Me enfado cada vez que pienso en que son cómplices de mi bully, que no hicieron nada por pararle los pies ninguno de los días que coincidimos en el bus de camino al instituto. Y me tenso, claro.

Cayetano se da cuenta porque me conoce y, en vez de soltarme la mano, me la aprieta.

—¿Es el brazo? —Niego con la cabeza—. ¿La gente? —Asiento.

Le falta tiempo para desviarnos, meternos entre las casetas y salir a la playa.

Sigue habiendo ruido, pero ya no hay gente, y aún así Cayetano no me suelta, lo que hace que me ponga nerviosa de una manera diferente.

—¿Quieres que lo hablemos?

—¡No es justo! —exclamo— ¿Por qué tengo que hacer como que no ha pasado nada?

Cayetano me mira con confusión en sus preciosos ojos castaños y yo noto como se me pasan todos los males. No quiero sentirme así cuando estoy con él, no quiero enfados ni rabia, no nos queda tanto verano por delante.

—No sé si estoy pillando todo, pero no tienes que hacerlo —dice antes de pasarme un brazo sobre los hombros y acercarme a su cuerpo—. Si te molesta algo, lo mejor es soltarlo y hablarlo con esa persona. ¿Ha sido algo con Dafne?

—Ha sido con todos ellos, y conmigo misma, y no entiendo porqué el otro día estaba bien y ahora estoy mal, no tiene sentido.

Se me escapa una lágrima de rabia y corro a quitármela antes de que Cayetano la vea, él me abraza más fuerte.

—A veces la herida duele más tarde porque es cuando se pasa la anestesia, como te ocurrió con el brazo. —Suelto un bufido y siento como acerca su cabeza a mi pelo, ¿me ha dado un beso? ¡¿Me ha dado un beso?!—. Ahora necesitas tiempo para sanar, así que la noche de hoy es para nosotros, ¿vale? Podemos ir donde quieras y que no hablemos con nadie, podemos quedarnos en la feria, o ir a la nave, o a casa a ver una peli.

—Quiero quedarme en la feria —respondo con la boca pequeña.

—Vale, pues nos quedamos. ¿Subimos en el Flip?

Si el Flip es la atracción esa que da vueltas y te pone boca abajo, sí por favor. Es mi atracción favorita, aunque tras subir tantas veces la adrenalina se pasa un poco porque n es tan fuerte como parece. Mi madre, sin embargo, me mata si lo hago este año y no sé si el feriante me dejará tampoco.

—Igual mejor algo más tranquilo.

—Como quieras.

Cayetano me coge de la mano de nuevo, con una sonrisa en la boca, y se queda mirando nuestros dedos entrelazados durante unos segundos, igual que hago yo.

Es raro, ¿no? O sea, no te quedas mirando los dedos de tu amigo así de normal. En las películas y en las series siempre es algo más, aunque en las películas y en las series es muy difícil ver a dos amigos con una relación como la nuestra demostrándose cariño y dándose abrazos como hacemos nosotros.

Me gusta nuestra rareza y me gusta Cayetano, y me he cansado de ocultarlo y de preguntarme sus motivos para cogerme, así que sólo voy a dejarme llevar.

Como el sabor a helado de limónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora