21 de agosto - CAYETANO

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CAYETANO


Estoy besando a Olaya.

¡¡Estoy besando a Olaya!!

¿Debería cerrar los ojos? Pero ella los tiene abiertos. ¿Debería cerrar más la boca? Dios, está siendo un desastre, se supone que tenía que ser romántico y suave, como en las películas, y ha empezado muy bien, pero qué es esto.

¡No, Olaya, no te apartes, lo retiro, es perfecto!

—Te va a dar tortícolis en esa posición —se ríe contra mis labios.

—Me da igual.

Es cierto, solo quiero seguir como estamos, juntos, así, bien. Ni siquiera me planteo que ella no quiera lo mismo porque conozco a Olaya y me habría apartado, me habría pegado una patada, o habría gritado, o...

Pero sí que se aparta y me hace dudar. ¿No quiere? ¿No... no sé? Estoy hecho un lío. La cabeza me da vueltas.

Tira de mi camiseta para que me levante, lo hago a trompicones, me caigo sobre el sofá, justo a su lado, y ella aprovecha para sentarse sobre mí, a horcajadas.

No sé si no sabe lo que acaba de hacer o sí lo sabe y es lo que busca, pero a mí me va a dar un infarto en cero segundos.

Se ríe de nuevo y me acaricia el pelo, y luego desciende su cara para volver a besarme. Y ya no veo nada más porque la luz del móvil se apaga, pero siento sus labios buscando los míos y me permito cerrar los ojos, esta vez sí.

No es mucho mejor que el primero, sigue siendo torpe, aunque no me importa porque me encanta poder experimentarlo con ella. Que sea ella. He sido un cretino durante años y tenía que haber hecho caso a mi madre, obviamente no podía ser otra más que Olaya. Es mi alma gemela.

Busco su cintura y la abrazo con suavidad. Lleva una de esas camisetas cortas que se están poniendo de moda, nada que objetar claro, puedo acariciar su piel con mis dedos y es una sensación extraña y cálida. Creo que podría pasar el resto de mi vida tal y como estamos ahora mismo, en esta posición.

Se ríe y me contagia la sonrisa, y el beso se rompe pero la magia sigue. Pega su frente a la mía y suspira, noto como cierra los ojos y se muerde el labio inferior tratando de retener la risa. A mi me molesta la falta de luz porque me muero por ver su cara.

—Me haces cosquillas.

Podría seguir y hacer que se riera más, como otras veces, pero entonces se despegaría de mi cuerpo y no me apetece eso, así que subo la mano por dentro de su camiseta siguiendo su columna vertebral hasta llegar al borde del sujetador, bajando lentamente de nuevo.

—Vale, ya no son cosquillas.

Estoy nervioso. Estoy muy nervioso. El corazón me late como un loco y la sangre no sabe a dónde dirigirse exactamente, se pelea entre bajar o quedarse en mi cara. Pero me tranquiliza saber que no soy el único.

Olaya vuelve a besarme, me muerde el labio con delicadeza y miedo, y se aparta al momento.

—¿Eso está bien?

—Sí.

—¿Esto está bien?

—Si con esto te refieres a nosotros, está muy bien.

Sonríe de nuevo.

—Pero entonces, ¿te gusto?

Ahora sí que abro los ojos porque me sorprende de verdad su pregunta. ¿Cómo que si me gusta? ¿Es una trampa?

—Ni un poquito —respondo, y acorto la distancia que nos separa para que capte la ironía. Pero Olaya se aparta—. ¿Me acabas de hacer una cobra?

—Caye, creo que estoy confusa.

—¿Confusa?

Ahora yo también estoy confuso. ¿Qué está pasando? Creía que estaba todo bien, claro, cristalino.

—Es que en la feria... O sea, no sé si entendí las cosas como se tenían que entender.

—No te sigo.

—Pues que... Creí que cuando me dijiste que me querías era en plan, ya sabes, te quiero rollo amigo.

—¿Creía que estaba claro que no?

—Ya, o sea, pero creí que dijiste...

—Olaya, me gustas y quiero salir contigo. —¡Buah, qué directo! ¡No tenía que haberlo dicho así! Olaya se queda en silencio y a mí me trepa un escalofrío por la espalda—. Es que no te entiendo. O sea, me dijiste que lo habías entendido, y me respondiste que tú también me querías, me quieres, y yo pensaba que... bueno, que teníamos algo.

—¿Sí? Pensé que me estaba montando una peli —se le escapa una carcajada que me confunde aún más.

—Pero entonces, ¿no me quieres?

—¡Claro que te quiero!

—¡Entiendo esto menos todavía!

Empieza a reírse a carcajadas y tengo que sujetarla para que no se caiga al suelo, se coge de mi cuello y me acaricia el pelo con cariño, y solo puedo fruncir el ceño intentando descubrir que se le pasa por la cabeza.

—Caye, ¿llevamos juntos desde la feria?

—Yo creía que sí.

—Vale, soy idiota.

Me besa otra vez, así que dejo de preguntarme cosas porque solo me voy a liar más, y lo que quiero es liarme con ella.

Como el sabor a helado de limónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora