23 de agosto
OLAYA
Llevamos dos días que apenas salimos de la nave y no sé los motivos de Cayetano, pero a mí me pone nerviosa hacer oficial lo nuestro porque es darle la razón a todos los que decían que había algo entre nosotros cuando, en realidad, no lo había hasta este verano. ¡Hasta hace un mes! Reconozco que soy una orgullosa, pero también me parece guay y misterioso lo de llevarlo en secreto. Que sea algo nuestro, solo nuestro, como la nave.
También llevamos dos días que nos hemos convertido en lapas y tengo claro que, como mínimo, nuestras madres se han dado cuenta de lo que pasa porque Cayetano tiene los labios en carne viva y sin querer le hice un chupetón difícil de disimular. Y a nosotros nunca se nos ha dado muy bien eso de ocultarles las cosas.
Hay gente que miente como respira, de forma natural, y nosotros estamos en el extremo contrario.
Tampoco se nos da bien escondernos las cosas el uno al otro, así que cada vez que se pone nervioso le pregunto directamente. Hemos decidido que se acabó hacer el tonto, tenemos que ser sinceros como hemos hecho siempre.
—¿Qué pasa?
—Estoy pensando pensamientos.
—¿En qué piensas?
—En lo bien que te queda ese bikini.
Pues tiene razón, me lo compré por eso mismo, porque me vi en el espejo y dije: ostras, que buenorra. Me tonifica un montón la figura. Y como soy muy consciente de todo esto, me contoneo un poco.
—Te estás volviendo una presumida.
—¿Tú crees?
—Sí, cualquier día apareces con un lazo como la rata esa de tu cuento.
—¿La ratita presumida?
—Sí, sí, el que fuimos a buscar a tu antigua casa.
—Era «La ardilla hacendosa», no se parece en nada.
Me gusta que nuestra relación apenas ha cambiado, quitando que tenemos más contacto físico, el resto sigue igual. Cayetano me habla de otro gameplay que se ha visto, yo le cuento cosas de Juego de Sillas (que cada vez es más buena) y compartimos la última limonada que nos queda, que está caliente de tantas horas que lleva lejos de la nevera.
—Le dije a mi madre que quería venir a Alondra.
—¿Ajá?
—A vivir. Mudarnos aquí.
Me pilla un poco desprevenida y me incorporo en el sofá, no sé si quiero saber lo que respondió Marisol. O sea, obviamente quiero, pero igual no estoy preparada.
—Dijo que no, que para el año que queda de instituto era mejor quedarme en La Vega.
Suelto el aire que estaba reteniendo en los pulmones y me doy cuenta de lo aliviada que me siento de repente. Estoy experimentando muchos cambios repentinos, con él, con los alondrinos, conmigo misma... Y siento que necesito un poco de espacio para adaptarme a todo.
—También dijo que el año que viene puedes venir a vivir a casa para estar cerca de la universidad.
—Es un gesto precioso, Caye, pero no sé si quiero vivir con tu madre. O sea, sería raro. Ya es raro verla ahora, a veces, en plan... ¿Has visto como me mira?
—¿Cómo tu madre me mira a mí?
—¡Sí, ponen los ojos así, achinados!
—¿Crees que lo saben?
—Bueno, no hemos sido muy discretos.
Se me escapa una sonrisa mientras miro elocuentemente la marca del cuello, Cayetano se pone rojo y se ríe, llevándose la mano allí.
—Ya, la excusa del vampiro no quedó muy creíble.
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Como el sabor a helado de limón
Teen FictionOlaya y Cayetano son amigos desde siempre, y desde siempre Cayetano ha estado enamorado de Sara sin abrir la boca. Es el verano del 2017 y Olaya decide que ya es hora de que su amigo se declare, pero no todo saldrá como esperan.