Capítulo 12.

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Debí creerle a Axel cuando dijo que los efectos de compartir sangre eran realmente fuertes, porque la forma en que me sentí al despertar el día siguiente de nuestro encuentro, era espantosa.

La cabeza me daba vueltas, mientras que mis sentidos se encontraban totalmente alterados y sensibles, al punto en que el sonido de un constante tecleo se escuchaba como una balacera en mi mente.

—Ay, mierda —solté un quejido y me llevé las manos sobre los ojos, enredando los dedos entre mis mechones rojizos.

—Buenas noches, Corazón —pronunció la profunda voz de Axel a unos metros de distancia.

Me tomó unos cuantos minutos salir de mi somnolencia y controlar el malestar que presentaba para rodar sobre mi espalda y mirar en dirección a él. Lo encontré sentado en el sofá, con un portátil en el regazo mientras continuaba tecleando sin levantar la mirada.

Carraspeé con incomodidad y me cubrí con el edredón hasta la barbilla por la vergüenza, recordando las cosas sucias que habían pasado en ese mismo sofá hacía horas.

No me atreví a mirar, y por el contacto directo de mi piel con las sábanas, supe que seguía desnuda, las únicas prendas que llevaba antes de perder el conocimiento habían sido el antifaz y las sandalias, pero ya no usaba ninguno.

—Hola —respondí bajito, como queriendo desaparecer allí mismo—, este... ¿Dijiste que era de noche? ¿Cuánto tiempo dormí?

—Casi un día —contestó el mayor de los Stonem, cerrando la computadora y dejándola a un lado para estirar los brazos hacia el cielo, desde mi posición pude ver cómo su espalda se flexionaba a través de la camiseta blanca que llevaba puesta—, te dije que compartir sangre tenía un efecto similar al alcohol o drogas humanas.

Y a los afrodisíacos también, al parecer.

Para ese momento mi rostro debía estar casi tan rojo como mi cabello, instintivamente hundí aún más la espalda contra el colchón, queriendo fundirme con el objeto en busca de salir de la vista del rubio.

Oh, cielos... Las cosas que dije e hice... Creo que ni siquiera en el porno eran capaces de actuar de esa manera.

El rubio se levantó del sofá y caminó hacia mí, el pulso se me aceleró de manera instantánea y no supe cómo actuar. Escapar no era una opción, ya que no tenía ni idea de dónde estaba mi ropa y ni loca iba a volver desnuda a mi habitación, eso significaba andar por toda la mansión como dios me trajo al mundo.

Así que, me cubrí con el edredón hasta la cabeza. Algo bastante infantil, lo sé, pero tenía demasiada vergüenza para enfrentarlo en ese momento.

—¿Cómo te sientes? —preguntó luego de unos segundos.

—Me duele la cabeza —respondí casi en un susurro, mucho tiempo después.

—No me refiero a la resaca, Michelle —aclaró, tomando el extremo del edredón y apartándolo de mi rostro. Quise gritar y cubrirme la cabeza con una almohada para evitarlo, pero la profundidad que esos ojos grises albergaban me dejó congelada en mi sitio—, ¿Cómo te sientes después de lo que pasó?

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⏰ Última actualización: Jan 08 ⏰

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