I

1 0 0
                                    

Mi mirada se posó en las mujeres de la revista, se veían tan lindas, impecables, y por un momento sentí envidia. Me gustaría verme tan lindas como ellas, que las miradas estén siempre sobre mi.

¿Que tengo que hacer para que eso pase? No soy linda.

Me levanté de mi cama, tirando las revistas a un lado al mismo tiempo que escuchaba pasos acercándose a mi puerta. La perilla se giró y él entró como si estuviera en su propia casa. A veces me arrepentía de darle tanta confianza la verdad.

—¡Alégrate! Por qué yo, Alessandre, alias el más bellako he decidido bendecir tú hogar con mi hermosa presencia.— Le escuché decir, estaba luchando por no virar los ojos, en serio.

No dije nada por unos minutos, y Ale tampoco, era un silencio cómodo con el que solo disfrutábamos. Pero lo rompí lanzándole un trapo.

—Ayudame con los espejos.— Dije, entrando al baño.

Él se quejó, era obvio, es un flojo pero hice oidos sordos a sus quejas hasta que se calló.

Las horas pasaron rápido, y de un momento a otro ya estábamos viendo k-dramas sobre mi cama mientras que mi laptop yacía en una página de —una dudosa procedencia, he de decir— cirugías plásticas.

¿Qué? Para ser bonita hay que ver estrellas.

Mientras él se entretenía con el televisor, yo simplemente cliqueaba y cliqueaba hasta encontrar una cita cercana.

strawberry girlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora