XI

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El invierno había comenzado. La nieve se había tornado roja, había quedado manchada con la sangre de los herejes.
Todos merecían morir, eran seres malvados que si no se les eliminaba dañarían y traerían el caos a toda la nación.

Ella estaba aterrada, paralizada por el miedo. Miraba como los soldados asesinaban a cada una de las personas que ella llamó familia, pero no solo las asesinaban. Presenció como las torturaban. Los soldados parecían disfrutar de su sufrimiento, parecían deleitarse con sus gritos de súplica.

- Por... fa... vor... Det... téngase

- ¡Cállate maldita bruja! ¡Te mataré como al resto de los tuyos!

- ¡Basta! - una voz firme detuvo el golpe de espada que el soldado estaba a punto de atinarle a la niña. - Ya te dije que esta niña será un buen regalo para el rey, tan solo mírala. Tiene la piel blanca como la nieve y el cabello rojo como las rosas marchitas, seguro le agradará.

- Son tonterías, su cara no es tan bonita como la de las mujeres del harem. En la capital hay cientos de mujeres con un rostro mejor. Además es una maldita bruja, es hija de todos estos malditos herejes. Merece morir.

- Si el rey no la quiere, estoy seguro que la venderemos por un buen precio. Es cierto que no es tan bonita como las mujeres de la Velah pero es diferente. Ella luce, como una criatura de otro mundo. Además si decimos que proviene de familia de brujos, seguramente habrá algunos raros que querrán domesticarla, tal como una mascota salvaje.

La niña escuchaba todo esto y su piel se erizaba aún más. No quería morir, tenía miedo de morir como sus familiares pero temía aún más el destino que planeaban para ella.

La pequeña intentó safarse, pero fue completamente inútil, eso hizo enojar a uno de los soldados quien le atinó un fuerte golpe en la mandíbula, lo que la dejó aturdida y solo pudo escuchar a lo lejos "en ese caso yo empezaré a domesticarla" y tras eso el soldado se abalanzó sobre ella.

Kyrell se despertó súbitamente, con los ojos llenos de lágrimas y una sensación de dolor y desesperación recorriendole todo el cuerpo. Pero el sentimiento que más la inundó fue la rabia. Había jurado vengarse por la masacre de su familia y por lo que le hicieron. Su venganza había comenzado pero aún debía deshacerse del resto de la familia real, destruirla como ella fue destruida, necesitaba ver como el palacio ardía. Pero no podía ser tan impulsiva, era su venganza, pero también era un trabajo. Un trabajo encomendado por dos monstruos y Kyrell sabía que si cometía un error o no cumplía sería devorada.

La joven conocía la fama del duque de Merab. Tenía negocios importantes en Orión y todos sabían lo inhumano que podía llegar a ser, aún peor, el duque era cliente de Benedict.
Cuando éste fue expulsado de Orión, el duque dejó de buscarlo. No fue hasta dos años después que lo contactó nuevamente para encomendarle un trabajo. Acabar con la familia real, de ese modo, sería coronado rey. El pago para Benedict era exhorbitante, no solo se trataba de dinero. El joven se convertiría en dueño de un tercio de Astronomus.
Benedict aceptó sin dudar y pensó que Kyrell sería más apropiada para el trabajo así que la mandó al palacio.

- No la toques de acuerdo.

- Descuida, no me gustan las prostitutas como ella.

Apenas había terminado de pronunciar esas palabras y la punta del cuchillo de Benedict estaba en el cuello del duque.

- No te atrevas a llamarla así.

El duque soltó una risa y miró desafiante al asesino.
- No pensé que te importara tanto, debe ser un arma valiosa. Yo nunca he cuestionado tus métodos, no lo haré esta vez y no la tocaré, puedes estar tranquilo.

- Kyrell no es una prostituta. Ella es una asesina. Fui yo quien la creó, por lo tanto es mía. Si vuelves a referirte así de ella te mataré.

- Claro, no lo haré. Pero no me vuelvas a amenazar, sabes que le pasó a la última persona que lo hizo.

Esa fue la última conversación que hubo entre el asesino y el duque, Kyrell no cruzaba palabra alguna con su cliente, no era conveniente que tuvieran contacto pues podrían levantar sospechas.

-

El rey había estado deprimido por lo sucedido, tanto que no deseaba hablar con nadie, se la pasaba encerrado en su habitación, solamente recibiendo la comida que le llevaban, y tenía que ser llevada por la concubina con la que llevaba más tiempo, de lo contrario no la aceptaba.

Kyrell necesitaba planear su próximo movimiento, necesitaba ser contundente y rápida, pero algo le inquietaba. Roan había comenzado a observar al duque y eso solo podía significar que lo consideraba sospechoso. Eso era malo, necesitaba distraerlo, de lo contrario, el duque se desharía de él y no deseaba eso. Algo en su interior le pedía proteger a Roan, por muy problemático que fuera.

Comenzó a seguirle, como él había hecho con ella al principio, el guerrero no tardó en darse cuenta.

- ¿Qué deseas de mí? - preguntó ásperamente al encontrar a Kyrell en la entrada de su habitación.

- Yo... Necesitaba compañía, es todo.

- ¿Es porque el rey no ha salido en días? ¿Realmente te afecta eso? Sé muy bien que no le quieres ni un poco, entonces deja de fingir preocupación, detesto a la gente mentirosa.

- ¿Qué sabes de mí? - reclamó Kyrell confundida.

- Que tienes un amante. Un amante con el que te viste el otro día.

- ¿De qué estás hablando?

- ¿Vas a negarlo? Escucha yo no soy el rey, a mi no me puedes engañar, yo te ví, ví como se besaban.

La joven no supo que responder, todo estaba arruinado, él había visto a Benedict. Se lo contaría al rey y terminaría muerta. Claro que podía intentar convencerlo de que Roan mentía, después de todo, seguía bajo su hechizo, pero, no era lo que quería, no deseaba perjudicar al jefe de la guardia. La pregunta era ¿Por qué?

- Es verdad... He estado engañando al rey. Pero por favor, no se lo cuentes, sabes que me matará.

- ¿Por qué habría de ayudarte?

- No hay razón alguna, sé que no soy digna de tu ayuda, pero, por favor. - Kyrell se detuvo, apretó su vestido y se arrodilló ante Roan. - Te lo suplico, ayúdame, no me dejes morir.

El capitán estaba impactado. Nunca pensó que una mujer tan orgullosa como ella estaría rogandole de esa manera. Intentó apartar la mirada, sin embargo, se encontró con sus ojos lagrimeantes, y nuevamente, fue cautivado por los ojos grandes de Kyrell. No pudo evitar conmoverse y tampoco pudo controlar los acelerados latidos de su corazón.

- Está bien. Levántate. No se lo contaré.

La mujer se levantó y limpió sus lágrimas y antes de que pudiera hablar, Roan tomó otra vez la palabra.

- Si te veo con ese hombre de nuevo yo mismo te mataré. Ahora, vete.

Kyrell se marchó de ahí, con el corazón siendo violentamente estrujado, ¿qué había hecho?Estaba traicionado a Benedict, ¿En qué estaba pensando? Debía haberse vuelto loca. Aunque mirar a Roan, escuchar su voz, le daba un alivio a su dolor. Un alivio que nunca había sentido. Era como la brisa de otoño. Él era el otoño, su estación favorita. Y fue ahí que comprendió lo que Benedict había querido decir.
Si, él era la personificación del otoño, un otoño que estaría dispuesta a proteger sin importar qué.

Entre Magia Y Lealtad Donde viven las historias. Descúbrelo ahora