Quemar el puente

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Bajo mis pies hay una cruz trazada en barro
y, tras de ella, huellas de una tarantela:
danza cruzada en un camino envenenado
que, al compás de un son tirano,
le bailé a las viudas negras.

Ahora no queda más vereda que el futuro
detrás del puente que hice derribando un muro.
Aquí hago luto entre cenizas de una hoguera
donde incineré la espera
y vuestra bandera del mundo.


No tendrán de mí más que al demonio de éste mismo,
así que dejen para ustedes sus rituales de exorcismo.
Tengo ya el antídoto al temblor de esos tambores
que acompañan los dolores
que he lastrado en el transcurso.

Siempre he sido honesto, aún en mi cínico discurso,
y no atiendo consejos: sólo escucho a mis errores.
Háganse un tatuaje en sus jodidos corazones,
si ostentarse en el civismo
les disfrazan los rubores.


Con una roca he hecho mi lápida tallando
una lechuza como símbolo y emblema;
pues de las víboras y ratas me sustento
posado en conocimiento
y manso en un reloj de arena.

Se alza el Olimpo bajo el yugo de su embudo
que, ahogando tierra, descubrió el tiempo iracundo.
Quizá le riegue a esa montaña con la pena,
pues el llanto de Atenea
le dió a Palas otro turno.


Quédense allá atrás; sean buenos en el paraíso,
pues se han ganado el cielo condenando al ostracismo.
Pónganse medallas: se merecen los honores
de servir como censores
con su ético cainismo.

Cruzaré mi pasarela: hacia el Hades tomo el rumbo
y haré un bosque tras mi paso empalando a los roedores,
pues no quiero ser flautista de unos falsos desertores
tirando hilo de mi rastro
cuando no les hagan favores.

Expresión de una psicopatología mediante versos neuróticosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora