Un viaje hacia un nuevo mundo.

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En la puerta aparcados, veo tres coches y reconozco rápidamente dos de ellos, el de Susana Arrieta y el de Ane Cesnero. Entramos hasta el garaje en el coche y Gotzon se ofrece a descargar las cosas del monte y prepararse para llevarme al aeropuerto en apenas una hora. Yo subo por la escalera interior a la casa y voy a la cocina donde aparentemente debe haber una manifestación por la cantidad de ruido, de risas, de voces que me llega. Ion se ha despertado, está sobre la encimera de la cocina en su cuco y es el centro de atención. Ríe animadamente a las tonterías que le hacen sus tías, Aitana y Susana. Sobre la isleta de la cocina están sentadas Ana y Nahia, las hijas de Aitana y Susana, que son mi mano derecha en Baskdone internacional y la hija de la anterior directora y propietaria. Ane y Paula las están peinando como si las niñas estuvieran en una peluquería. Paula se encarga de cuidar de Ion y Ane Cesnero es amiga mía y de esta familia. La conocí como inspectora de la Ertzaintza durante un caso en el que alguien trataba de asustarme acosándome y saboteando mis intereses. Saludo a todas alegre de que se hayan acercado a despedirme durante su fin de semana y voy a la habitación a ver a Aitor. Descansa en la cama ajeno al escándalo que hay en la casa y yo beso sus labios tratando de evitar interrumpir su descanso. Es tarde, voy a darme una ducha rápida y a prepararme. Apenas en diez minutos vuelvo a la cocina donde a modo de amaiketako o almuerzo, picamos todos unas anchoas ahumadas de Zumaia, unos pimientos de Gernika fritos y una tortilla de patata troceada en pequeños cuadrados.

Las niñas juegan ahora correteando alrededor de la mesa tan ágiles como sus pequeñitas piernas les permiten. Tienen ambas poco más de dos años, pero ya caminan como si tuvieran al menos tres. Nahia, tropieza con la pata de mi silla y cae al suelo a los pies de Paula que se agacha rápidamente para ayudarla a levantarse y es en ese momento que Ane y yo vemos que por sus riñones, queda al descubierto su pequeña pistola Schimitt and Welson, que tapa rápidamente con la camiseta. Ane clava sus ojos negros en mí, pero yo solo soy capaz de retirarle la mirada. Terminamos de almorzar y me despido de todas ellas con fuertes y sonoros besos a sus mejillas. Después voy a la habitación y me despido con un sentido beso en los labios de Aitor que parece recibirlo agradecidamente en un sueño plácido. Salgo a la delantera de la casa donde me espera Gotzon con el coche y al lado de la ventanilla del conductor, Ane hablando con él, que cuando llego a su lado me dice que me acompañará al aeropuerto para charlar y que después Gotzon la traerá de vuelta para recoger su coche. Yo le digo a Ane que no es necesario, pero ella insiste. Subimos al coche.

Ane-. ¿Qué ha sido eso?.

Yo. – No se a que te refieres.

Ane-. No debería llevar la pistola encima, en la casa y menos cuando hay visitas. Ana y Nahia son mayores ya y se fijan en todo.

Gotzon-. Después, hablaré con ella.

Yo-. Se habrá descuidado, hablaré yo la semana que viene con ella. Es buena, al menos eso creo, pero es muy joven aún. Algo que yo exigí durante la selección y que sigo pensando que es primordial. Quiero que acompañe a Ion durante muchos años y que no llame la atención cuando esté, sea adolescente, pero tiene contrapartidas, como en este caso.

Ane -. ¿Qué tal estás?.

Yo -. Estoy bien. Este viaje es muy importante para mí. Puede cambiarlo todo. Llevo trabajando en esto meses y creo que puedo estar muy cerca de conseguir algo realmente bueno. Ane, esto puede ser muy, muy grande.

Ane -. Tú, Virginia. ¿Qué tal estás tú?. Joder.

Aparte de buena observadora e investigadora Ane, es muy directa y extremadamente sincera, sobre todo en cuanto a los sentimientos de la gente a la que quiere.

Yo-. Ane, créeme que estoy bien. Aitor está en casa, he creado un entorno real pero seguro alrededor de Ion, la empresa crece de una forma extraordinaria, exponencial. Tengo a mi lado la mejor gente del mundo, tanto en casa como en el trabajo… tengo la mejor amiga del mundo que eres tú… y este proyecto…  estoy bien Ane. Muchísimas gracias.

Ane -. Eres una puta roca, yo en tu situación me habría tirado del barco, pero tú puedes con todo y te sobran fuerzas para subir al Gorbea en mitad de la noche, después del mayor temporal del siglo y antes de un viaje de doce horas.

Yo-. No podría con todo de no ser así.

Ane -. ¿Puedo ser sincera?. Creo que estás algo obsesionada con tu seguridad personal y la de tu familia. Entiendo que por tu situación debas de tomar algunas precauciones, pero que tu hijo de un año lleve guardaespaldas armado en Euskadi, es sacar los pies del tiesto. ¿Todo esto es aún por Iker? .

Yo-. No tiene nada que ver. Debe de ser así. Crearé un entorno seguro para todos los míos. No permitiré jamás que nadie irrumpa en mi circulo más estrecho para hacer el mal. No otra vez. ¡ JAMÁS!. Paula deberá acoplarse a la vida de Ion de una forma natural y discreta. Pero el resto de la seguridad, voy a reforzarla en cuanto vuelva de Estados Unidos. Toda ella.

Ane -. ¿ A qué te refieres con toda ella?, ¿A Gotzon?.

Yo-. A Gotzon también, pero mucho más que eso. Te pido que no comentes nada de esto a nadie, pero el año pasado compré la mayoría de Bukle, la empresa de seguridad que contraté hace un par de años o tres para mi seguridad y la de la empresa. Mi intención es que siga funcionando como hasta ahora con algunas pequeñas mejoras, pero orientaré el futuro de esa empresa hacia una seguridad mucho más personalizada, más especializada. Son tiempos de extremos, hay más gente con más dinero que nunca, y al mismo tiempo la mayoría de la gente tiene mucho menos que antes, menos cada vez. Y me voy a poner a trabajar en eso, de hecho ya trabajo en eso desde hace algún tiempo.

Ane-. Virginia, soy la inspectora jefa de la división de crímenes de impacto de la Ertzaintza. La criminalidad lleva estancada e incluso descendiendo algo, desde hace más de una década aquí. Desde la policía autonómica y el departamento de interior estamos haciendo nuestro trabajo, nos dejamos los cuernos en ello y permíteme que te diga que somos muy buenos, somos cojonudos.

Yo-. Sois cojonudos y cojonudas, pero eso no cambia el hecho de que el año pasado la contratación de alarmas en pisos y casas creciera un veintisiete por ciento, que los agentes de seguridad privada lo hicieran en un catorce por ciento, que el gasto en seguridad por parte de las empresas se engrosara un veintidós por ciento más o que la ciberseguridad corporativa crezca durante la última década a un ritmo del treinta por ciento. Vuestros informes de criminalidad están incompletos o deficientemente orientados. Los afecta de igual forma que se roben menos radiocasetes de coche por que ya no valen apenas nada, o que se ocupen pisos, incluso edificios enteros por qué cada vez hay más personas que no pueden mantener un hogar. Caminamos peligrosamente hacia una polarización extrema y nadie hace nada para poner freno a esta deriva.

Ane-. Y me vas a decir que tú, vas a poner freno a este fenómeno global… ¡Virginia Zugasti versus el resto del mundo!.

Yo-. Ni mucho menos. Pero lo que sí te voy a asegurar es que yo lo he visto, que lo he meditado profundamente y que desde mi posición, no me perdonaría no hacer nada para tratar de que esa evolución sea mucho más humana y menos polarizada. Voy a trabajar en ello dentro de mis posibilidades.

Ane-. Estoy preocupada por ti. Ya sé que siempre eres tú la que se preocupa por todos los demás, pero creo que te estás abandonando a ti misma en mitad de un océano. Necesitas dejarte ayudar. Necesitas ayuda. Ayuda profesional, Virginia.

Yo-. Ane, me ayudas tú. Tu sola presencia aquí a mi lado, es una grandísima ayuda para mí, un apoyo muy importante. Siempre estaré agradecida por todo lo que haces por mí, por tu preocupación, por tu interés, pero esto debe salir bien y saldrá bien. Confía en mí. Me juego mucho profesional y personalmente.

Llegamos al aeropuerto con el tiempo justo para una breve despedida y la promesa de hablar pronto por teléfono, antes de embarcar rumbo al Charles de Gaulle y de ahí, a coger la conexión al JFK. Ya en este avión mis aductores se quejan del recuerdo de las raquetas de nieve y mi cabeza acusa el cansancio en forma de dolor. Me tomo una aspirina con un café en vaso de cartón y consigo conciliar el sueño plenamente.

Me despierto varias horas después con una sensación muy grata, con el recuerdo de un sueño, que más que eso ha sido un recuerdo. Mi primer viaje de trabajo a Estados Unidos y los meses que vinieron tras ese viaje. Hace ya tantísimo tiempo…  poco más de cinco años, pero que son la eternidad. Yo era apenas una ayudante en prácticas recién ascendida y enviada a una prueba de fuego, abandonada a su suerte. Soltera, joven, sin mi hijo… hace tantísimo ya. No conocía a Ane, ni a Aitor… ni a Unai Aldaia, creo que no conocía a la cuarta parte de las personas que conozco hoy, de las personas que hoy en día conforman mi familia, creo que no era siquiera yo misma, que era un boceto de lo que sería yo después. Mi vida hasta ese punto habían sido solo dos fases, la infancia hasta los dieciocho años junto a mis padres y la lucha posterior yo sola después, hasta aquel momento, hasta Jon, hasta todo lo que empezó con él, en aquella noche con él. Sigo fantaseando con volver a verlo, con encontrarlo en mi camino tan solo para expresar mi más sincero agradecimiento por lo que pasó, por lo que nos pasó y por hacerlo posible.

Mi estancia en NY será muy intensa y estresante, así que empiezo a prepararlo en mi portátil. En una hora pisaré suelo americano y todo tiene que salir según mis planes. He trazado junto a Aitana principalmente, durante la última semana, una puesta en acción demasiado elaborada, que podría fallar si cualquiera de los engranajes que deberán acoplarse fallara lo más mínimo y me juego mucho en este proyecto. Si sale bien, tocaré un cielo que ni siquiera he soñado claramente porque no existe aún, pero si cualquier cosa se tuerce, me sentiré la persona más fracasada del mundo. Creo que toda mi vida me he estado entrenando para esto y si no consigo su conclusión, habrá sido en balde.

Después de aterrizar, mientras hago cola en el control de aduana, hablo por teléfono con Frank Schmitt, Director de Baskdone para el medio oeste y Antiguo superior mío. Me espera en el hall de llegadas internacionales junto a Eric, su marido para llevarme a cenar. Lo que ellos no saben aún es que su vida podría dar un vuelco sustancial durante esa cena.

La mujer que vendió el mundo. Tercera entrega de Virginia Zugasti. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora