CAPÍTULO 27: Azucenas blancas al amanecer.

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La flor de Azucena se asocia comúnmente con la pureza, la inocencia. Es el amor sincero y la honestidad. Es un testimonio del poder de la belleza de la naturaleza y del profundo impacto que puede tener en nuestras vidas, de las muchas maravillas que ofrece.

Una lluvia muy débil baña el centro de la ciudad cuando Assane llega corriendo para coger a tiempo el autobús que le llevará directo a su primera cita con Min-ho. No le importan ni el cielo gris ni el frío del invierno. Desde que la noche anterior ambos se entregaran el uno al otro de la forma tan sincera en la que lo hicieron, Assane siente que es invencible ante las inclemencias del tiempo.

Despertar con Min-ho entre sus brazos ha sido mucho más satisfactorio de lo que habría imaginado. Por un momento ha llegado a pensar que estaba soñando. Pero en cuanto su amado ha abierto los ojos y esa mirada oscura le ha sonreído, sus entrañas se han removido tanto que Assane ha terminado aceptando que lo que ocurría era real.

Una sonrisa enorme le acompaña desde que se han levantado y nada la importa más en este momento que el día que tiene por delante. Un día por completo para pasar con él.

Min-ho ha resultado ser un amante algo vergonzoso y esta mañana, bajo la tenue luz del amanecer, su hermoso Min-ho se ha vestido en silencio, con las mejillas encendidas y la vista clavada en el suelo.

—Anoche no parecía importante que te viera desnudo, —le dijo Assane, a sabiendas de que eso le haría avergonzarse aún más.

—Anoche estaba oscuro, —dijo Min-ho con las mejillas aún más encendidas.

Aquello bastó para que Assane se levantara de la cama, todo su cuerpo desnudo, y tirase de su adorable amor coreano para que volviera junto a él.

—Pues tendremos que practicar a plena luz del día para que te acostumbres.

La risa de Min-ho, mientras vuelve a caer en brazos de su chico francés, fue la señal que precedió a lo que sin duda se iba a convertir en su nueva actividad diurna favorita.

—Sonríes como un estúpido, —dice Min-ho cuando Assane llega a su altura, devolviéndole de forma abrupta a la realidad.

Con la mente distraída no se había dado cuenta de que hacía rato que había bajado del bus y que ya casi había llegado al punto de encuentro de su cita.

Hace tan sólo unas horas que se han separado, pues Min-ho ha exigido que se le concediera tiempo suficiente para volver a casa, ducharse y cambiarse de ropa. Pero a Assane se le antoja como si llevara días sin verle y una enorme sensación de alegría se desprende en su pecho cuando por fin vuelve a tenerle frente a él.

—Estaba pensando en ti, —dice Assane sin dejar de sonreír.

—Pues pareces un estúpido cuando estás pensando en mí, —responde Min-ho sonrojándose una vez más. —Estás empapado, ¿es que no eres consciente de que está lloviendo? —le regaña Min-ho mientras tira de Assane para que se refugie bajo el tejadillo que le protege a él de la lluvia.

—Es que estaba pensando en ti, —vuelve a decir Assane a modo de burla. Min-ho no puede evitar reírse.

—Eres idiota.

—¿Soy estúpido o idiota? ¿En qué quedamos?

—Anda, ven y cállate.

Min-ho vuelve a tirar de él para salir a la lluvia al mismo tiempo que abre un paraguas que lleva consigo y que Assane no había visto hasta ese momento. Ese simple objeto hace que su mundo se detenga.

Min-ho se gira hacia él y le mira sin comprender por qué no se mueve.

Mon parapluie roux...

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