29. I'm not dying (Capitulo especial)

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Dos semanas antes...





Al salir de la habitación, me encontré con la casa vacía. El silencio era abrumador. Me detuve un momento, y escuché el sonido de mi propia respiración agitada por la situación.

Pensé en regresar a la habitación para hablar con ella. Tal vez había sido demasiado intenso con mi inseguridad, y no le había dado la oportunidad de explicarse. Pero luego recordé sus palabras, y cómo me había mirado. Me sentí acabado.

Suspiré y salí de la casa. El sol estaba empezando a ponerse, y el cielo se tornaba anaranjado. Me envolví la chaqueta alrededor de los hombros y me subí al coche.

Miré por el espejo retrovisor, esperando ver su figura parada en la ventana, mirándome con esos ojos azules que me hechizaban. Pero no había nada.

Suspiré y apreté el acelerador. Tenía que alejarme de allí, de ella, antes de que me arrepintiera de lo que había hecho.

Sabía que había sido un idiota. Le hablé sin pensar en las consecuencias. Pero también sabía que necesitaba hacerlo. Que necesitaba un tiempo para que ambos aclaráramos nuestras ideas, para entender qué es lo que queríamos.

Era obvio que yo la quería, pero este no parecía ser nuestro momento para estar juntos.

Pensé en nuestra relación, en todos los buenos momentos que habíamos vivido juntos. Y luego pensé en lo que había ocurrido estos días, y en cómo lo había arruinado todo.

Conduje durante horas, el viaje sería largo pero quería llegar a mi hogar. Había llegado a Tennessee en avión, pero necesitaba pensar y la carretera era una buena compañera para hacerlo.

Pero de repente mi mente no podía dejar de pensar en ella.  Me dolía el alma tener que recordarla de esa manera. Sus ojos azules brillaban con lágrimas de dolor. Su boca se había curvado en una mueca de tristeza. Su cuerpo se había encorvado, como si el peso del mundo estuviera sobre sus hombros.

Me sentía culpable. Yo había sido el que la había hecho llorar. Yo había sido el que había puesto fin a nuestra relación.

Quería volver y olvidar todo esto. Quería decirle que la amaba, que no quería perderla. Pero sabía que no era lo correcto.

Ella necesitaba tiempo para pensar. Necesitaba tiempo para sanar. Necesitaba tiempo para decidir qué quería hacer con su vida.

Suspiré y apreté el volante. La noche calló y las estrellas iluminaron mi camino, me sentía cansado.

La carretera estaba oscura y solitaria. Las luces de los faros de mi coche eran los únicos destellos de vida en la inmensidad de la noche.

Pensé en lo que había sucedido esa noche. La discusión con Taylor, las palabras que había dicho, las miradas que nos habíamos lanzado. Me sentía abatido.

Destinos CruzadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora