Saori recordaba vividamente como Naruto se había escondido varios días tras la boda en su taller, después de todo, solo estaban casados hacía pocos meses. De igual forma, luego de recomponerse un poco, el rey tiró de ella hasta la misma habitación repleta de barcos y aserrín en el suelo, buscando apartarse de la realidad. La reina sentía una satisfacción secreta en el hecho de que su esquivo esposo, ahora la consideraba tan importante como para compartir ese momento tan íntimo y vulnerable, pero a la vez observarlo en ese estado, aún tembloroso, calaba en su corazón.
Lo había ayudado a despojarse de la eloborada ropa, dejándolo, como siempre, en solo camisa y pantalón. Su cabello rubio estaba aún húmedo cuando se arrojó al catre del taller, pues el agua fresca del aguamanil lo ayudó a relajar un poco sus facciones contraídas y quitar la acidez de su boca. Saori se sentó en el piso, a su lado, bastante cómoda debido a la gran falda acolchada de su vestido, pero toda su atención iba hacia la mano que Naruto no había soltado. Fué entonces cuando, a pesar del silencio tranquilo, los recientes sucesos la hicieron derramar más lágrimas sin ella querer.
—¿Qué le ocurre a mi rey?— preguntó entre sollozos —No me mantenga más en la ignorancia, si dice que me ama tanto.
—La gente...— las voz de Naruto casi no se escuchó de lo baja y ronca que fué —Me aterra.
—¿Cómo? ¿Le... le tiene miedo a las personas?— preguntó asombrada, entonces cayendo en cuenta de que de ese modo, todo lo acontecido tenía sentido.
—Patético, ¿no?— raspó.
—No, no, majestad...— cubrió la mano de su esposo con la otra y la llevó a su pecho —¿Pero por qué? Es el rey, benévolo y trabajador, todo su pueblo debe quererlo— en el taller se escuchó una risita sardónica.
—Apenas han visto mi cara so... solo par de veces más que la tuya. Soy débil de carácter, no cumplo con sus expectativas. Ni... ni siquiera puedo asistir a las reuniones del consejo. No soy más que un monigote detrás de un escritorio.
—¡Eso es mentira!— exclamó sentida y se arrodilló, acercándose hasta juntar sus frentes —Su majestad es justo y bueno, lo admitía incluso durante nuestras peleas, y hasta sentía envidia de que no me prestara tanta atención como a los asuntos del reino. Pero también es humano y dudo que realmente sea un cobarde— se alejó un poco y suspiró, entonces mirándolo a los ojos, apartando su cabello húmedo de la frente.
—Me llamaste así en varias ocasiones— señaló.
—No haga siempre caso a lo que digo. Cuando estoy enojada cualquier cosa sale de mi boca— sonrió un poco, pero Naruto no la imitó —Yo amo a mi esposo como es— dijo una vez más, pues aquellas palabras devotas parecían calmarlo. De repente él se sentó y comenzó a safar las ataduras de su vestido con manos temblorosas —¿Qué... qué hace?— preguntó sonrojada.
—Quiero que te acuestes conmigo y con ese vestido enorme no podrás— respondió a la vez que tiraba parte de la falda al suelo y luego buscaba manera de deshacerse de la parte superior.
—¿No prefiere ir a su habitación? Estaremos apretados en ese pequeño catre— observó, pero Naruto negó un vez y luego de unos minutos, la había dejado solo con su corsé y enaguas blancas. Sujetó otra vez su mano y la guió a su lado, abrazando su cuerpo contra su pecho. Saori frunció el ceño con preocupación al escuchar los aún acelerados latidos del monarca, pero pronto la calidez de ese gesto logró calmar el ritmo de su corazón.
—Aquí me siento mejor. Si no te importa, quédate— susurró.
—Es apuesto mi esposo— halagó, delineando la clavícula expuesta en el musculoso torso de Naruto, pues su camisa ancha le permitía ver un poco con el flojo escote desatado.
Esos pensamientos lujuriosos vinieron sin avisar, pero al buscar la reacción del rey, lo encontró con los ojos cerrados y el ceño aún fruncido. Saori, sentida, apretó su abrazo y Naruto hizo lo mismo. En ese momento las palabras sobraban, y tras largos minutos en silencio, ambos quedaron dormidos. Nadie los molestó en el trascurso del día, y a pesar de no haber comido, ninguno se despertó hasta que un reloj de péndulo en una esquina del taller marcó las doce de la noche. El rey aún la tenía abrazada cuando Saori abrió los ojos, pero ahora la miraba con silenciosa tranquilidad.
—¿Sabe? Hay una niña en uno de los orfanatos que me recuerda mucho a su majestad— dijo, queriendo entablar una conversación para escuchar su voz nuevamente —Ella se aparta un poco de los demás y se interesa tanto en los libros como mi esposo en los barcos. Aunque dudo que tenga más de dos— añadió con algo de lástima, mientras se sentaba en el catre y Naruto se acostaba bocarriba para verla —Hay un árbol que eligió como su citio especial, y me acordé inmediatamente de este taller. Pensé en traerla un día, para que visitara el palacio.
—No creo que sea buena idea— señaló, jugando con una cinta de su enagua.
—¿Por qué?
—Dudo que se sienta a gusto con el cambio de ambiente— explicó con algo de oscuridad.
—No ha salido de aquí— murmuró, sorprendida por el descubrimiento. Naruto dejó la cinta, sustituyéndola por la suavidad de su brazo.
—Una vez, antes de morir mi padre. Hace mucho.
—¿Por qué no lo intenta?
—Me siento a gusto en este lugar. Estoy... rodeado de mis cosas y no bajo la vista o las críticas de nadie.
—¿Y si es conmigo?— insistió —Acompáñeme al orfanato.
—Lo siento— negó.
—Bueno...— Saori no dejó que la negativa la desilucionara —Entonces salgamos al menos del taller, ¿o su majestad pretende que durmamos tan apretados otra vez?
—No me molestaría— respondió, moviéndose un poco para dejar un beso en su rodilla.
—Pues a mi sí, me duele todo— se quejó la reina, por fin haciendo que Naruto riera. Se puso de pie y entonces comenzó a recorrer las estanterías con las maquetas hasta elegir una —Ya sé que podemos hacer. Pongamos esto en la fuente— ofreció.
—Es muy tarde.
—Mejor, no hay nadie en los pasillos y podemos estar solos juntos— la vista de esa mujer con ropas blancas y casi transparentes, era demasiado tentadora como para negarse. A pesar de que la costumbre del rey después de una crisis era apartarse del mundo, decidió tomar la invitación.
—Llamaré a Shikamaru para que envíe una criada con ropa adecuada para tí— mencionó.
—No, no perdamos tiempo— dijo ansiosa y tomando una sábana del catre, cruzó dos puntas por delante y las amarró a su cuello —¿No parezco Afrodita?— preguntó.
—Moriría la misma Afrodita de la envidia si te viera.
—Salgamos...— murmuró avergonzada por el sincero halago y tomando un pequeño barquito, recorrieron los pasillos casi oscuros del palacio hasta salir al jardín.
Hacía bastante frío, pero ninguno de los dos pensó en eso cuando vieron a la pequeña embarcación, después de navegar solo un instante, dirigirse al chorro de agua como la primera vez. Naruto se metió primero a rescatarla, y se sorprendió cuando su esposa, igual dentro del agua, lo abrazó por la espalda.
—¡Está helada!— gritó temblorosa.
—¡¿Pero qué haces, mujer?!— regañó el rey —¿Quieres enfermarte otra vez?
Saori respondió su regaño alejándose y salpicando su ropa. Bajo las protestas de su esposo lo dejó empapado y luego recibió el agua que este arrojó entre risas divertidas.
—¡Ya basta!— suplicó, mojada de pies a cabeza y soltó un grito cuando Naruto rápidamente la tomó en brazos y la besó con fuerza. Sus bocas se sentía tan calientes en contraste con sus cuerpos fríos, que fué el beso más delicioso y adictivo que habían experimentado —¿Al taller?— jadeó sobre sus labios.
—A la habitación. Necesitamos una cama más grande junto ahora— gruñó Naruto y con agilidad salió de la fuente con su esposa, dejando al olvidado barquito bamboleándose en el agua.
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Mad King
FanficLa única hija del duque Uchiha, de la noche a la mañana se ve envuelta en los planes de la familia real. Una niña inocente y testaruda, deberá emerger como fuerte mariposa a pesar de los obstáculos, y esta vez cambiar la historia, para ser ella la s...