¡Odio mi trabajo!

One shot: ¡ODIÓ MI MALDITO TRABAJO!

nota del autor

One shot: significa que esto no es una serie, solo un capítulo aislado sin continuación.

Mi nombre es Flora. Yo amaba mi trabajo hasta que tuve problemas financieros y lamento admitir esto, sobre todo por lo que pasó después. Pero aquí voy, soy una ladrona. Le robé a la empresa para la que trabajo. No soy una mala persona; yo solo estaba desesperada.

Esta maldita historia empieza cuando mi jefe, Gustavo, me descubrió robando. Lo grabó todo. Yo le rogué y le rogué, llorando, que no me denunciara porque necesitaba el dinero o el banco me quitaría la casa. Sorprendentemente, no me denunció ni me pidió nada a cambio. O eso pensé yo, muy ingenua.

No pasó ni una semana del incidente y mi jefe empezó a hacerme comentarios raros y fuera de lugar. Hasta me dio una nalgada enfrente de todo el mundo y me dijo "buen trabajo" por mi desenpeño en un informe de gastos. Pensé que esta confianza no llegaría a más, pero me equivoqué. Comenzó a abrazarme cada vez que nos veíamos, mientras me tocaba el trasero y no de forma sutil; ese desgraciado me agarraba las nalgas con fuerza.

Intenté evitarlo y funcionó por un tiempo, pero luego me llamó a su oficina y fue donde todo empezó a irse al carajo. Mi jefe primero intentó ser conciliador y me ofreció un puesto como su secretaria personal, pero yo ya sabía lo que se proponía ese cerdo, así que me negué. Pero ese desgraciado nunca acepta un no por respuesta.

—Así que no aceptarás, Flora. Intenté resolver esto de modo amigable, pero contigo no es posible. ¿Qué pensarán en la oficina cuando les muestre este vídeo tuyo cometiendo un robo? Vamos, dime —dijo él mientras sacaba su teléfono del bolsillo.

Le dio play al vídeo donde me veía robando dinero de la empresa. Recuerdo cómo el corazón se me puso a mil. Si ese vídeo salía a la luz, me despedirían, quedaría completamente humillada y no podría conseguir otro trabajo. Peor aún, perdería mi casa con el banco.

—Pongámoslo así: Yo no le estoy pidiendo nada más que usted sea mi secretaria. ¿O es que acaso yo no le he guardado el secreto todo este mes? —dijo el muy desgraciado de Gustavo, sabiendo que no podía decirle que no.

—N-no, yo sé que usted lo guardó por mí. Disculpe, jefe, con gusto acepto el puesto —dije nerviosa, tragándome toda la rabia que sentía en ese momento.

Me detuve un momento a pensar en la idea de que ese hombre feo me manoseara. Mi jefe, Gustavo, no era nada guapo. Era un hombre un poco gordo y calvo, bajito, de cuarenta años, con barba. Solo la idea me daba ganas de vomitar, y lo peor es que estaba casado.

Para mi sorpresa, mi jefe tiró unos documentos al piso.

—Empiece hoy mismo recogiendo esos documentos —dijo ese cerdo, que solo quería verme el culo.

Me tragué mi orgullo y fui a recoger los documentos de ese desgraciado mientras me miraba el culo. Me hizo sentir sucia, y lo peor es que fue así todo el día, mirándome fijamente los senos o el trasero. Al menos, no me tocaba, pensé, siendo tan ingenua en aquel momento.

Después de varios días, ya no me molestaba demasiado, así que, como la muy estúpida que soy, pensé que todo se había acabado y nunca pasaría de miradas. Hasta que llegó el lunes de la segunda semana desde que me convertí en su secretaria, y me dice el muy desgraciado que tengo que usar un uniforme de trabajo. Que consistía básicamente en un disfraz de secretaria sexy: blusa transparente, escote, minifalda, pantimedias y tacones, con lencería debajo y encima un saco negro, como el de todas las secretarias de la empresa, que era lo único a lo que se le podía llamar uniforme.

—Es el código de vestimenta de estricto cumplimiento. Ve al baño, póntelo o estás despedida —dijo de modo burlón ese malnacido.

Pensé en replicar o en pelear, pero ese "o estás despedida" implicaba que le mostraría el vídeo a todos, así que obedecí y fui al baño de mala gana. Por lo menos, no me había hecho cambiar de ropa delante de él.